Nada nos pertenece, todo en la vida algún dia desvanece. Sí, el amor también. Como un azucarillo que empieza y se sumerge como algo muy dulce y se esfuma en un café endulzando un trago amargo. Muy amargo.
Nos cuesta creer en un final, sea feliz o no. Nunca deseamos que llegue ese momento. Nunca hemos soñado con finales felices, no estamos preparados.
Se avecinan tormentas, un apocalipsis del corazón. Un tornado de sentimientos encontrados, rebuscados y dolorosos. No nos preparan para ello.
Una lluvia fría, que inundan los huesos, cada poro de nuestra piel y se estanca en el alma. Un agua que no es precisamente bendita. Un agua que en su dia era lluvia de estrellas, en un instante se convierte en aromas de azufre.
Nos dicen que no nos empapemos, pero nos gusta sentirnos vivos y mojarnos de amor. No nos enseñaron a tener un paraguas inmenso para poder parar la peor tormenta que nos puede inundar de lágrimas.
Una auténtica experiencia, aún cosiendo los pedacitos de corazón, bajo una tormenta de amor. Un aguacero de lágrimas, que saben a café amargo.
Sin azúcar por favor.