El general Custer
Querían eliminaros, quedarse con vuestras tierras. Ante el hostigamiento americano, poco a poco los jefes de las tribus se fueron rindiendo, no querían que asesinaran a sus mujeres e hijos como ya hicieron como aviso en Slim Buttes.
Tú seguiste luchando. Pero ya era el último acto de una tragedia que acababa mal para todos vosotros. Cuando la comida escaseaba, decidiste por fin rendirte para no hacer sufrir más a los tuyos. Fuiste hecho prisionero. Luego te soltaron y te tuvieron vigilado. Y después permitieron que a cambio de 50 dólares semanales participaras en el show de Búfalo Bill, montando a caballo y entreteniendo a niños y a mayores… Una humillación más que tuviste que soportar, pero era necesario si querías comer.
Al final acabaron contigo porque te seguían teniendo miedo y pensaban que en cualquier momento ibas a volver a tomar las riendas de la liberación de tu pueblo. Te mataron a traición de un balazo en la cabeza.
Hoy las praderas están de luto. Recuerdan a un hombre valiente que supo defender a su pueblo y antepuso el bienestar de los demás al suyo propio. Mientras, se sigue escribiendo la historia de unos colonos que vinieron de fuera y que usurparon su tierra a los indios. Y se hace con letras de sangre. Porque el nuevo mundo americano que se quería fundar llevando como bandera las ideas de libertad y felicidad, en realidad se edificó sobre un solar arrasado por las armas, donde lo que imperó fue la injusticia, la destrucción, la desolación y la violencia.
Gerónimo, el apache chiricahua, había fallecido. El alcohol fue su último refugio y le pasó factura. Antes de morir le sometieron a un episodio vejatorio: le hicieron participar en el desfile organizado en Washington en ocasión de la elección como presidente de Theodore Roosevelt, exhibiéndole como un trofeo, junto a otros jefes, el indio que enterró el hacha de guerra, domesticado por la superioridad americana.
Caballo Loco también murió. Fue asesinado a bayonetazos por un soldado tras ser detenido.
Tan sólo quedabas tú y estorbabas, Toro Sentado. Lo tuyo era el penúltimo acto de una barbarie fríamente calculada.
Despejado el campo, sólo quedaba rematar la faena: el Séptimo de Caballería se cubrirá de gloria cuando unos días después, estando los indios en la reserva, desnudos y desarmados en su campamento de Rodilla Herida, fueron aniquilados al grito de
“¡Recuerdos de Little Big Horn y del general Custer!”.
Murieron más de 300 sioux.
Era el final.
Fragmento de un capítulo de "En la frontera" Un pdf de descarga gratuita.