
Revista Opinión
Viviendo un año más la fiesta de los Sanfermines, desde la barrera y a una prudencial distancia (una distancia de unos 1000 kilómetros, porque los veo desde Sevilla, y una barrera que es la mesa del comedor, porque los veo por la televisión), me ha venido a las mientes una anécdota taurina, acaecida a un conocido y entrañable espada del siglo XIX.
Me refiero a Rafael Molina, alias Lagartijo (1841-1900). Cordobés de pura cepa y a quien se atribuye una de las mejores definiciones del toreo:
-- Es mu fási. Usté se pone en el centro de la plasa y cita al toro. ¿Que viene el toro...? Pues se quita usté. ¿Que no se quita usté...? Pues le quita el toro.
Un monstruo, como decimos en la tierra.
Durante la Exposición Universal de París de 1889, paseaba Lagartijo por esa capital en compañía de su hermano. Se les hizo la hora de almorzar y entraron en un restaurante parisino. Tomaron asiento. Se les acercó, solícito, el camarero y Lagartijo le pidió:
-- Jefe, nos pone usté dos huevos frito pa ca uno.
El camarero se encogió de hombros y dijo:
-- Je ne comprends pas.
Lagartijo se lo quedó mirando con cara de pocos amigos, se levantó de la mesa, cogió del brazo a su hermano y se marcharon a otro restaurante.
Restaurante donde volvió a repetirse la misma escena.
-- Camarero, nos va a poné usté un par de huevos frito pa ca uno.
Y el camarero, servicial, que le responde:
-- Monsieur, je ne comprends pas.
Lagartijo que se levanta, arroja la servilleta, agarra a su hermano y sale de allí con un cabreo de mil demonios.
-- ¡Valiente estúpido que son esto franchute, leche!
-- ¿Po qué paza, Rafaél? ¿Qué te han dicho?
Y Lagartijo, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creerlo, le replica:
-- ¿Po no tas enterao lo que han dicho, cojone? ¡Que ninguno ha comprao pan...!
Todo un carácter.
