
Lisboa nos recibió con lluvia y viento, que se convertirían en molestos compañeros de viaje durante los pocos días que visitamos la ciudad. Al llegar a la Torre de Belem nuestro paraguas no aguantó más y nos vimos obligados a buscar refugio. La lluvia caía fuerte, el viento soplaba y los paraguas volaban, se doblaban, se rompían quedando inservibles.
La Torre de Belem se sitúa en la desembocadura del Tajo, una zona muy expuesta a las inclemencias meteorológicas, y ese día pudimos comprobarlo.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, la Torre de Belem es uno de los principales monumentos de Lisboa y una de las “Siete Maravillas de Portugal”. Fue construida a principios del siglo XVI bajo el reinado de Manuel I de Portugal y es obra de los arquitectos Francisco de Arruda y Diogo de Boitaca. En sus inicios su uso fue defensivo, posteriormente sería prisión, centro de recaudación de impuestos, faro y actualmente sirve para el disfrute de más de medio millón de turistas que la visitan cada año.
La torre forma parte de un sistema de defensa constituido por el baluarte de Cascais, el fuerte de San Sebastián de Caparica y la propia torre, de esta forma se controlaba y defendía el acceso al Tajo. Es de estilo manuelino gótico tardío portugués y consta de una torre rectangular de 35 metros de altura y un baluarte hexagonal con troneras para 17 cañones. Galerías, torres de vigilancia de estilo mozárabe, almenas en forma de escudos, elementos vegetales, la cruz de la Orden de Cristo de la que era maestre el rey Manuel I, e incluso un rinoceronte forman parte de la decoración exterior de la construcción.
El Rinoceronte de Lisboa
Durante la construcción de la torre llevaron a Lisboa un rinoceronte, regalo del gobernador de la India portuguesa. El animal se convirtió en todo un fenómeno en Lisboa por la novedad que suponía. Hay que señalar que desde época del Imperio Romano no había constancia de un rinoceronte vivo en Europa. El suceso del rinoceronte quedó reflejado en la decoración de la torre en forma de gárgola. Finalmente el rey de Portugal enviaría el rinoceronte como regalo al papa León X, aunque el animal no llegaría a su destino, ya que el barco que lo transportaba naufragó en la costa italiana.
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