Algunas casas tienen más vida que un gato. Ésta, situada en el exclusivo barrio de Sarrià (Barcelona) es un ejemplo. Primero fue una vivienda familiar, más tarde albergó una fábrica de lámparas en la planta baja, luego se convirtió en local y ahora cuenta con otro negocio y una vivienda en la primera. El joven estudio Torres Baldasano firma un proyecto en el que las líneas divisorias están marcadas pero integradas a su vez, y en el que se ha preservado el estilo de edificación tradicional del barrio.
El trabajo ha consistido en rehabilitar la casa, incluyendo una ampliación de la misma para obtener una mayor superficie útil. Para ello han ensanchado el edificio en la parte posterior y han construido una planta subterránea, destinada también al local comercial.
Integrar los dos espacios respetando la privacidad de la vivienda era el mayor reto del proyecto. Para el exterior, Sara Baldasano y Sandra Torres –fundadoras del estudio– optaron por una celosía vegetal en la fachada posterior, lo que impide ver el interior de la casa desde la terraza de la planta baja, la cual forma parte del negocio.
En el interior, los paneles verticales de madera contralaminada del local permiten separar visualmente este espacio de la vivienda. El ambiente también difiere. Los dos son diáfanos pero en el local impera un estilo más ecléctico mientras que la vivienda busca la limpieza y el minimalismo.
El proyecto en global ha querido recuperar las texturas originales. Piedra y madera, por tanto, están muy presentes. Se han conservado las paredes de piedra y obra, así como las vigas de madera de los techos de la planta baja. Este material también se aplica en los paneles contralaminados del techo del negocio, en el muro estructural del mismo y en la escalera de la vivienda.
El otro material rey es el hormigón. Está presente en la celosía de la fachada posterior y, sobre todo, en la planta subterránea.
Se ha buscado, eso sí, una unificación estética entre los materiales existentes y los nuevos. En la vivienda la madera se combina con el blanco, aplicado en las paredes, los muebles de la cocina y el salón, y la barandilla de metal de la escalera. Esta integridad, a su vez, “queda en armonía con las paredes de piedra y obra originales del edificio”, explica el estudio. Por su parte, la cristalera del local está hecha de acero para contribuir al estilo industrial del hormigón.
Otro reto del proyecto –capitaneado por Baldasano en colaboración con Torres– fue conseguir el máximo de luminosidad en la vivienda sin perder privacidad. Así pues, para hacer llegar luz natural han creado una apertura longitudinal en la cubierta, que acompaña todo el recorrido de la escalera, que nace en la parte más baja del edificio y acaba en la cubierta, reconvertida en terraza transitable.
La vivienda, como decíamos, es diáfana. Los únicos espacios compartimentados son los lavabos y una habitación que podría convertirse en dos pequeños dormitorios a través de un panel corredero. Los espacios de circulación se aprovechan como zona de vestidor para las habitaciones.
La escalera que une la primera planta con la cubierta es otro de los elementos protagonistas pues sirve al mismo tiempo de cocina, zona de almacenaje y estar.