Hoy, después de varias semanas, he recuperado un hábito adquirido: ojear el periódico y leer algunos artículos mientras sorbo un largo café. Como la mayoría, no lo reviso de pe a pa, sino que rescato las noticias más interesantes de la actualidad y, a veces, como esta mañana, también aquellas que me llaman la atención. En este caso, no ha sido otra que el mal tràngol, como decimos por aquí, que ha pasado una pobre mujer que quería alquilar uno de sus pisos en el barrio de la Barceloneta y que ha terminado por verse expuesta a la cara más cruda del capitalismo, del que —no nos engañemos— también ella bebe como una panacea.
Montse, que es el nombre de esta señora, alquiló su piso de la Barceloneta por casi 1.000 euros al mes. Rastreo el cuerpo de la noticia, pero no sé si, finalmente, recibió el pago, ni la fianza —aunque todo indica que sí—; lo que sí remarca es que el individuo rápidamente se inventó todo tipo de excusas para evitar cambiar la titularidad de los suministros y recolocarlo en AirBNB, un marketplace de alquiler de viviendas privadas por días, y explotarlo como piso turístico. Sin embargo, el redactor se olvida de comentar que los pisos en primera línea de mar raramente tienen más de treinta y cinco metros cuadrados, y son de los tiempos de Maria Castaña. Parece ser, además, que el tal Timur, que fue el joven que firmó el contrato, no volvió a pisar aquella casa, y los anfitriones que han ido enseñando la vivienda eran otros que nada tenían que ver.
Montse optó por esta drástica medida después de que su abogado estimara que el tiempo que tardarían en recuperar su piso por la vía civil era de al menos un año. Los Mossos les rechazaron la denuncia al no tratarse de un tema penal. “Como no se trata de un impago, no se producirá un desahucio exprés, nos dijo el abogado”.
Por eso, Montse cree que se trata de una banda organizada que tiene este como su modus operandi. Desde luego, hasta donde yo puedo ver, la víctima es esta pobre mujer y los responsables se han aprovechado de la inacción de una empresa privada frente a temas éticos y la falta de una ley que persiga el alquiler ilegal y los subarriendos como debe. ¿Pero seguro que Montse es la víctima? ¿Seguro que Montse no es partícipe de toda esta trama? ¿Acaso todo esto no empezó cuando creímos que hacer negocio y especular con un bien de primera necesidad era lo mejor a lo que podíamos aspirar?
Fotografía de Xavier Gómez que ilustra la noticia de La Vanguardia con Montse Pérez en el «quart de casa» que pertenecía a sus padres.Hoy, esta mujer de mediana edad y su pareja están «ocupando» uno de sus pisos —que no «su» piso, como reseña la noticia en más de una ocasión— para impedir un delito, pero hay veces que necesitas de otras noticias para entender la primera. A mí, por ejemplo, me ha funcionado de maravilla leer un artículo de opinión muy interesante que se publicaba en uno de los blogs de LaVerdad.es (Querido Milennial), y donde una milennial, como yo, como tantos, dice: «No nos han dejado ustedes un solar donde cultivar con libertad y pasión, como sí recibieron el mundo de nuestros abuelos; sino un terreno híper poblado, a reventar de edificios, de hormigón, asfalto, humo y gente. Ustedes quieren conservarlo así, porque tienen su red de contactos, sus posesiones, la hipoteca, el coche, los gin-tónics, todo eso. Tienen sus matrimonios longevos –o no- y sus amantes –o no-; y no comprenden otras formas de poseer, de estructurar la vida, de amar.»
La reforma del quart[1] de casa donde vivían sus padres estaba terminada y ya podían poner el piso en alquiler. Querían que fuera una rehabilitación profunda para que el arrendatario que llegara pudiera vivir en buenas condiciones y ellos recibirían una mensualidad de 950 euros.
Lo siento, pero a mí, mis padres, me dieron una dosis extra de gravosa sinceridad, y, a mí, Montse no me da ninguna pena, porque es partícipe, y no víctima; porque Montse quiso hacer el timo de la estampita, porque todos lo hacen, y creyó que le había salido bien tras alquilar uno de los minipisos que posee en zona turística a uno de esos precios que suponen el sueldo entero de un trabajador medio, o más, y ha venido otro, y le ha enseñado cómo se hacen los negocios de verdad, cómo se especula en serio y como, con un poquito menos de ética, te pegas la gran vida a costa de terceros. Montse es esa baby boomer que se queja de que las cosas están «muy jodidas» para sus hijos, pero que no se da cuenta de que es ella y el resto de su generación quienes están jodiéndonos a todos; o más que jodiéndonos, emparedándonos vivos entre sus posesiones.
[1] Un «quart de casa» (una casa que no es más que una habitación, o poco más, vamos) es el nombre por como son conocidas las antiguas viviendas de la Barceloneta que, por regla general, van de los 26 a los 35 m2.
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