Revista Arquitectura

Torres y sombras

Por Dmccad @dmCCAD

Estaba el otro día en la estación de Chamartín, con un par de horas de tiempo de sobra y nada que hacer. No me daba tiempo suficiente para acercarme al Thyssen a ver la exposición de Hopper (tendrá que ser en otra ocasión) así que decidí salir de la estación a dar un paseo. Miré a mi izquierda y ví, a lo lejos, las Torres de Kio. Esa extraña composición en teórico equilibrio. Ese enorme logotipo de Bankia. Ese monolito en medio… No lo dudé ni un sólo instante y me encaminé en dirección opuesta.

Torres y sombras

Las torres, desde La Castellana.

Las cuatro torres de lo que otrora fueran los terrenos de la ciudad deportiva del Real Madrid resultan bastante curiosas, desde muchos puntos de vista. No pretendo hacer un análisis de su implantación urbana, ya que no conozco a fondo ni el urbanismo de Madrid ni la historia intrínseca del entorno, pero me resulta curioso el efecto que tienen en la distancia: parece que estuvieran suficientemente separadas. Sin embargo, en el sitio, se ven sorprendentemente juntas. Tanto, que unido a la singular disposición no alineada (desconozco los motivos, pero puedo sospechar algo relacionado con las plantas bajo rasante) hay una torre que desde la propia Castellana es difícil de ver, siempre queda oculta tras una de sus hermanas. Esto en sí mismo no me molesta, pero chirría un poco en cuanto miramos alrededor, al contexto.

Torres y sombras

Hospital La Paz, tras las torres.

Es curiosa la relación con los edificios, heterogéneos, del entorno. Es nula, más que curiosa. Ni siquiera con la propia Castellana tienen una relación amigable, ya que se genera un paseo que une las cuatro torres y que les da acceso, de modo que se entra en paralelo al eje de la Castellana, por lo que desde la calle no se ve directamente la entrada a las torres.

He aprovechado para comer en un restaurante de comida rápida (¡!) desde el que podía ver dos de las torres. Ahora lo llaman ola de calor, pero el caso es que en el interior y con el aire acondicionado, se estaba fenomenal mientras fuera podía observar un espacio indefinido con tres sombrillas y varias mesas con sillas. Demasiadas mesas y sillas para tan poca sombra. Esto me ha llevado a mirar ese espacio, como indefinido, o sea, inconcluso, inacabado. Un resto entre edificios que pide a gritos una solución. Pero no es el único del entorno…

Torres y sombras

Las torres, al fondo. Aquí, unas sombrillas y muchas, muchas mesas.

En paralelo a la Castellana, por detrás de las Torres, y teóricamente como sutura entre éstas y el futuro Centro Internacional de Congresos y Convenciones de Madrid (habrá que ver cómo se materializa esta relación), nos encontramos con una especie de parque lineal. Un lugar con un diseño sorprendente: un paseo rectilíneo, para tráfico rodado, y otro sinuoso, para pasear, entre enormes parterres cónicos con un árbol en su centro. ¿Cuándo pueden tener mayor afluencia estos espacios, que dan servicio a Torres de oficinas? Lógicamente, a la hora de comer, y en verano, que apetece estar al aire. En España esta hora va entre las 13.00 y las 15.00, que en horario solar viene a ser exactamente el mediodía, o sea, el Sol en su cenit. ¿Por qué motivo, entonces, se deciden poner los arboles de modo que su sombra en ese momento dé sólo sobre el parterre de hiedra, y no sobre el camino? ¿Por qué los bancos se sitúan en el camino rectilíneo de tráfico rodado (sin ningún elemento que genere sombras) y no en el peatonal? ¿Por qué si ni hay bancos ni sombras y por lo tanto es mera zona de paso, hay cada 10 metros unas papeleras que parecen bocas de metro?

Torres y sombras

Paseo sinuoso. Las sombras, de mirar y no tocar.

Más adelante, en un desahogo del camino, aparecen otros bancos lineales sobre los cuales el Sol descarga toda, absolutamente toda su ira.

Las únicas sombras dignas de ser llamadas tal son las de las propias Torres, y es ahí, bajo unas indescriptibles pérgolas, donde se reúne la gente a comer o a descansar antes de volver a su trabajo. Las únicas pérgolas, a la sombra de las torres: perfecto.

Torres y sombras

Los bancos, al sol.

Torres y sombras

Desatinos

¿Tan complicado era haber tenido en cuenta el horario al diseñar la disposición de los arboles? ¿Por qué motivo tenemos tanto rechazo a colocar elementos que den sombra que no sean árboles?  Hay ejemplos estupendos del empleo de pérgolas, marquesinas y sombrillas que tienen mucha utilidad, menor mantenimiento, y resultados estéticos indudables. Sin embargo, a veces, con poner cuatro árboles en el plano y un camino sinuoso, ya tenemos nuestra parte de urbanización [verde] lista y pasamos a otra cosa. Sin detenernos a pensarla como deberíamos.

Torres y sombras

De Madrid, al cielo, dicen.

¿Y si llueve? ¡No hay lugar donde cobijarse!

Los espacios entre edificios, eso que llamamos “la calle” tiene una importancia vital para la arquitectura, ya que la experiencia de éstos influye enormemente en la percepción del elemento arquitectónico. No es, por tanto, “sólo” urbanismo. Aunque si “solo” fuera eso ya sería mucho. La realidad es que multitud de espacios de conforman la calle no son más que restos, espacios entre calzadas trazadas por el ayuntamiento y los edificios hechos por particulares, casi siempre tristemente pavimentados por la contrata de turno, con el material marcado por el ayuntamiento, con las farolas indicadas, con el color RAL preceptivo, las papeleras a juego y poco, o nada más.

Tristemente este tipo de ejemplos prolifera cada vez más en nuestras ciudades. En vez de tener un urbanismo rico, que trate cada calle según su orientación, su tamaño, su flujo, su definición de bordes y las necesidades propias de la zona, se va hacia una generalización (banalización) de la calle como resto entre parcelas para edificar, haciendo que el peatón huya. Y debería ser todo lo contrario.


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