Revista Cultura y Ocio

Torso Arcaico

Por Fruela
No recuerdo con claridad la fórmula, pero sí el interior, de una afirmación de Michel Foucault: el problema del capitalismo es que no sólo restringe y limita, sino que también proporciona placeres. En esa precisión de Foucault se halla precisamente la perdurabilidad del capitalismo: sí, nos condiciona, nos limita, deforma nuestros deseos, transforma nuestras necesidades - pero también nos da agua caliente.
Reconozcámoslo: la fuerza represora del capitalismo no se asienta tanto en la violencia real (aunque con cierta frecuencia la ejerza, sobre todo en algunos estratos de su desarrollo) como en la simbólica, aquella que adapta los comportamientos, las condiciones, las expectativas. El gran argumento defensivo que utiliza el capitalismo avanzado no es aquel de la dictadura tradicional ("si te opones a mí te haré desaparecer"), sino el de una dictadura psicológica asumida, mucho más compleja y densa: "si te opones a mí dejarás de acceder a mis placeres". Sal de mi estructura y, cuando quieras abrir un grifo, no habrá agua caliente, o ni siquiera habrá agua, o ni siquiera habrá grifo: en esa (engañosa) negación de posibilidades se encuentra su poder. Vistos con cierta distancia y crueldad, cabría plantearse los reportajes -tan abundantes, pero tan intermitentes- que los medios de comunicación dedican a la denominada "marginalidad" y a las denominadas "catástrofes humanitarias" como un modo inverso de publicidad, construida según el mismo procedimiento que las imágenes infernales de la teología o el simbolismo de "lo desconocido" en los mapas antiguos: mirad cómo se vive fuera de mí, sabed lo que os ocurrirá si os apartáis de mi protección, del camino recomendado.
El capitalismo, dicho de otro modo, es duradero gracias a la comodidad: dentro del horizonte de necesidades que ha ido fijando dentro de él, resulta más sencillo quejarse que abandonarlo. Por lo tanto, para asumir cualquier tipo de transformación, de reforma, de alternativa, es necesario asunir que hay un primer paso imprescindible: variar nuestras peticiones vitales, reducirlas, adaptarlas, arcaizarlas.

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