Revista Libros

Tostadas de jabón y otros cuentos, de Julian Maclaren-Ross

Publicado el 15 febrero 2011 por José Angel Barrueco
Tostadas de jabón y otros cuentos, de Julian Maclaren-Ross
Maclaren-Ross es uno de los autores recogidos en el Diccionario de literatura para esnobs. Fue amigo de John Gawsworth, aquel extraño personaje que nos descubriera Javier Marías, y además fue nombrado Duque de Ragusa de la Isla de Redonda en 1949. Esta selección de cuentos fue publicada en Argentina (lo cual se nota en la traducción: hay giros y expresiones a las que no estamos acostumbrados). Son once textos más el apéndice escrito por Luis Chitanorri, que nos sirve bien para adentrarnos en el perfil de aquel escritor dandy que, durante un tiempo, vendió aspiradoras a domicilio; ese oficio deja huella en uno de los mejores relatos del libro, “No le pido que la compre”. La selección es extraña: junto a textos que nos hablan de la infancia hay otros dominados por las borracheras y los amores de Maclaren-Ross y sus álter ego. El conjunto me gustó sin llegar a fascinarme, pero destaco la naturalidad del autor para lograr el tono humorístico, su estilo incisivo, y os dejo con un trozo de uno de los relatos, “Tostadas de jabón: un romance”:
¿Conocen The Scotsman, a la vuelta de Plaza Soho? Allí es donde nos encontramos por primera vez. Yo estaba atrapado en un rincón entre la chimenea y la puerta del baño de caballeros y, antes de que pudiera escaparme, Hester Hewart nos había presentado. Se llamaba Vicky Baker.
Apenas tuve tiempo de observar su boina y sus pantalones de corderoy marrón cuando soltó: –No me gusta lo que escribes. Me gusta el estilo, pero no las cosas sobre las que escribes. –Y añadió–: Verás, soy conservadora.
Bueno, ninguna de estas declaraciones podía estar calculada para complacerme. Pero no era sólo lo que dijo: era su aspecto.
Jamás había visto un rostro más vacuo en una chica. Su total falta de expresión hacía que, a primera vista, pareciera asombroso. Era un rostro regordete, completamente empolvado de blanco. Lo enmarcaba una campana de suave cabello lacio color rojizo. Tenía las pestañas rígidas por el maquillaje y usaba lápiz de labios anaranjado.

[Traducción de María Martoccia]

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