Revista Cultura y Ocio
Cuál no será mi sorpresa que, en ese vasto océano que es Wikipedia, hay un artículo dedicado a “trabajar en equipo” ¡y en castellano! Me quedo impresionada porque otras enciclopedias no incluirían conceptos tan necesarios como éste. Me pongo a leerlo y los primeros párrafos son tal y como los imagino, hablan de que el compañerismo y la amistad generan mayor entusiasmo. Hasta ahí cualquiera podíamos haberlo redactado, otra cosa es dar con la receta mágica de cómo generar compañerismo y aún más amistad, pues en ambas dimensiones de las relaciones humanas entra en juego la parte emocional. No todos los seres humanos nos inspiran amistad, ni siquiera nos inspiran la más mínima confianza. Somos mamíferos y el instinto de supervivencia habita en nosotros. Hay personas que, por muy dulces y flexibles que parezcan, son verdaderos tiranos en potencia. Las hay con tales dobleces que ni ellas mismas saben lo que verdaderamente piensan. Y, aunque las artes de unos y otros nos distraigan o desorienten, el instinto es certero y no suele errar. También hay personas con las que podemos crecer y desarrollarnos, con las que siempre nos entenderemos, incluso tras discrepar. Cuando se dan esas asociaciones el trabajo fluye a tal velocidad y con tal fuerza que una persona produce el triple que en condiciones normales.
Lo que me resulta interesante del artículo de Wikipedia es cómo explica que en los equipos de trabajo se elaboran unas reglas que deben respetar todos los miembros del grupo y cómo esas reglas “proporcionan a cada individuo una base para predecir el comportamiento de los demás y preparar una respuesta adecuada. Incluyen los procedimientos adecuados para interactuar con los demás”.
A lo largo de toda mi experiencia curricular, como alumna y como profesora, he comprobado que los grupos que respetaban unas normas, bien impuestas por el profesor, bien gestionadas por ellos mismos, los que extremaban la organización, los que no daban un paso sin el resto de los compañeros… avanzaban al principio con más lentitud, pero, en cuanto cogían la velocidad de crucero… resultaban muy eficaces. Por el contrario, aquellos grupos en que, bien por pereza, bien por cobardía, bien por puro individualismo, no había manera de que respetasen un solo protocolo de los que consensuaban conjuntamente terminaban como el rosario de la aurora. A todos los niveles: sin poder aportar resultados y todos enfadados.
En muchos casos, en estos trabajos en grupo en que he participado como alumna y maestra, se nos ha impuesto o permitido elegir a un coordinador. Eso ha sido otra gran experiencia para mí. Hay personas que no sólo son incapaces de liderar un grupo sino que practican consciente o inconscientemente la máxima de Julio César “divide y vencerás”. Y he visto de todo, incluyendo personas que disfrutan sembrando el caos y comprobando cómo los seres humanos podemos ser como pequeños ratoncitos blancos de laboratorio, que pierden el norte, se hieren entre sí, se golpean contra las paredes de cristal e incluso se quitan la vida. Hay gente que disfruta haciendo y viendo sufrir y, más pronto o tarde, todos nos hemos topado con alguna de estas joyas.
La cantante francesa Natalie Dessay —a la que una vez escuché en directo un espectacular Ruiseñor de Stravinsky— dijo una vez en una entrevista que, en cada cruce de caminos que la vida le había ido presentado, ella había elegido las personas que eran positivas para su vida y carrera y desechado con toda frialdad a las que no. Está claro que, en muchas de las grandes carreras, no hay solo talento artístico sino una impecable inteligencia para la vida. Mi maestro me decía una vez que, por mucho que le preocupara un asunto, a la media hora desconectaba, que, al fin y al cabo, tenía que ponerse a tocar. La concentración se entrena a diario y se entrena también en la soledad e incluso en la adversidad.
Son muchas las veces en que podremos trabajar en equipo y también muchas en las que daríamos lo que fuera por poder trabajar a solas. Lo que yo hago en esas ocasiones es pensar en mis equipos, en esas personas con las que he tenido la posibilidad de colaborar y colaboro, que han sacado y sacan lo mejor de mí. Pienso en los equipos que he ido forjando a lo largo de mi vida y con ellos, invisibles y desde la distancia, avanzo.
Yo soy también el equipo de mis amigos y mis colegas queridos, cuando ellos se encuentran abatidos, cuando son hostigados, cuando no son valorados, estoy trabajando a su lado. Cuando vuelven a empezar de cero para crear otros futuros mejores, estoy trabajando a su lado. Y cuando pierden sus fuerzas, por el cansancio y la enfermedad, estoy trabajando a su lado.