Revista Opinión

Trabajar en un banco ya no es lo que era

Publicado el 28 enero 2017 por Elblogderamon @ramoncerda

Puedo afirmar sin temor a equivocarme que trabajar en un banco ya no es lo que era. Yo fui empleado de banca durante cuatro o cinco años, hace de ello más de treinta y cinco años. Es cierto que era muy joven y solo «disfruté» de mi categoría de botones, aunque llegué a hacer todo tipo de funciones. Eran otros tiempos; por no tener, no teníamos ni ordenador; aún recuerdo cuando empezaron a instalarlos y el pánico que le entró a muchos por la amenaza que eso suponía para el empleo. Curiosamente no fueron los ordenadores los que perjudicaron el empleo bancario, sino otra revolución posterior: Internet.

¿Quién quiere ahora trabajar en un banco?

#Trabajar en un banco

Trabajar en un banco. A veces siento nostalgia al ver cómo ha cambiado todo

Sigo teniendo muchos amigos del gremio; de hecho tenemos la costumbre de juntarnos para cenar una vez al año a pesar de que hace más de treinta que abandoné el sector. Por aquel entonces era todo un privilegio ser empleado bancario; no es que se cobraran fortunas, pero estaba muy bien visto y el trabajo resultaba agradable, aunque recuerdo que se hacían muchas horas extraordinarias y no se cobraban, pero incluso así, valía la pena trabajar en un banco. Aún guardo cierta añoranza de aquello.

Ahora todo ha cambiado, el banco se ha convertido en el enemigo social y la gente ve con malos ojos a los empleados de banca que a menudo son víctimas de insultos, quejas, acosos y todo tipo de situaciones incómodas con los clientes. ¿Qué otra cosa podía pasar después de las preferentes, las cláusulas suelo, etcétera? El cliente no va a quejarse al banquero, sino al bancario que está al pie de oficina.

Y luego está la otra parte, la revolución bancaria de la que hablaba al principio y que, con las fusiones, ha acabado provocando muchas jubilaciones anticipadas y cierres de oficinas; pero esas jubilaciones no han bastado; todavía sobra mucha gente. Gente cualificada que ahora se dedica a ensobrar cartas porque no hay nada más que hacer. Conozco a directores de oficina que han asumido cargos de mucha menos responsabilidad para sobrevivir dentro de la entidad; incluso conozco alguna oficina en la trabajan hasta cinco personas que antes eran directores de otras tantas oficinas; lógicamente sus funciones no son las mismas. Es evidente que la revolución no ha terminado todavía.

En mi época, en una oficina de pueblo éramos más de quince personas, y en un momento dado casi todos atendíamos a los clientes en ventanilla; era lo habitual cuando ni siquiera había cajeros automáticos. Ahora todas esas gestiones se hacen desde el ordenador o incluso el teléfono móvil, y las retiradas de efectivo se realizan en los cajeros, o más recientemente en supermercados a través de aplicaciones de móvil. Nada es como era y a la banca el cambio la ha pillado con ingentes cantidades de trabajadores y oficinas que, de pronto, no tienen ninguna utilidad.

Todo eso ha acabado también con muchos inadaptados, gente que hacía bien su trabajo y que ahora tiene que hacer una labor comercial para la que, ni está preparada, ni tiene aptitudes. Y es que no es lo mismo atender la ventanilla de 8 a 15, que tener que vender productos bancarios.

Según Comisiones Obreras «El uso de ansiolíticos es algo ya habitual. Ha habido agresiones físicas y muchas amenazas y gritos de clientes».

Si miramos a nuestro alrededor e intentamos recordar cómo eran las cosas hace tres décadas, nos daremos cuenta de que TODO ha cambiado, no solo el mundo de los bancos, pero posiblemente sea el bancario uno de los sectores que lo está haciendo con mayor rapidez, y al que ha pillado dentro con algunas canas, lo está pasando muy mal.

Ramón Cerdá


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