Revista Opinión

Trabajar Para La Sociedad Civil No Es Lo Que Parece

Publicado el 28 agosto 2018 por Carlosgu82

Hace más de diez años comencé a trabajar en sociedad civil, en movimientos que promovían el activismo. Como chica joven (no tenía más de 26 cuando comencé) era una entusiasta de las causas sociales y de querer cambiar al mundo, así que colaborar en una OSC y que me pagaran por ello me parecía la idea más genial del universo.

Al igual que muchos otros jóvenes que estábamos inmersos en ese mundo, pensábamos que estábamos haciendo una labor increíble que ni la industria privada ni el gobierno entenderían jamás porque, a fin de cuentas, estos dos grandes grupos estaban formados de personas cuyo único interés en la vida era llenarse los bolsillos sin importarles a costa de qué.

Cuando entré de lleno en ese mundo de ideales comencé a darme cuenta de que no era tan increíble como parecía. A lo largo de los años conocí a mucha gente sin ningún talento pero encontraba rápidamente un lugar porque, a diferencia de la industria privada, en algunas organizaciones de la sociedad civil no hay procesos bien definidos para seleccionar personal ni reglas claras a seguir. Esta informalidad se prestaba para todo tipo de abusos personales y laborales: acoso sexual, horas extra y días feriados trabajados sin paga, contrataciones sin seguro social, entrar a laborar y que te paguen hasta un mes después y un largo etc.

Por supuesto, cuando las cosas marchaban mal había gente que se quejaba, después de todo éramos todas personas idealistas y no queríamos ver “cosas que sólo pasaban en otros lugares” en una prestigiosa organización de la sociedad civil tan justa y tan buena (¿porque la sociedad es así no?). Y las respuestas siempre eran: “tú eres un empleado y tu papel no es criticar, te pagan por trabajar”, “esas cosas pasan en todas partes”; y mi favorita “no deberían desprestigiar el nombre de la organización porque se pierde credibilidad y afectarían toda la gran labor que hacemos” (otra forma de decir <<por ningún motivo debes hablar mal de nosotros, aunque sea cierto>>).

Después de muchos años salí, no porque así lo hubiera querido, sino porque la organización decidió terminar la relación laboral. ¿Y cómo lo hicieron? De la forma en que YA NO PASA en otras partes. Es decir, es cierto que hay horribles lugares de trabajo en donde un día te despiden sin más y sin darte explicaciones, mucho menos las gracias; pero a diferencia del tedioso discurso, eso no es algo que pase en todas partes. Por poner un ejemplo, un banco tuvo que hacer recorte de personal porque sus ventas habían caído, los directivos lo platicaron largamente, hicieron un análisis sobre quién se haría a cargo de las áreas si despedían personas, cuando por fin tomaron la decisión lo comunicaron pública y verbalmente así como por escrito, lo anunciaron en una junta y después llamaron a cada una de las personas con las que se terminaría la relación laboral para ofrecerles cartas de recomendación y agradecerles por todo lo que habían hecho a favor de la empresa.

En mi caso y el de otras personas que también fueron despedidas, no sólo NO nos dijeron por qué nos estaban despidiendo, sino que los abogados fueron muy claros en decir que se nos despedía sin previo aviso para que evitáramos demandar a la organización (cabe señalar que ya había al menos tres demandas en curso). Bien por la sociedad civil organizada, que se preocupa por el bienestar de la gente.

A las dos semanas del despido, vino a mi vida otro suceso inesperado: una amiga me ofreció empleo. Sabía que yo estaba buscando y ella necesitaba personal con urgencia, le mandé mi CV, le gustó el perfil y así fue como entré por primera vez en mi vida a trabajar en la industria privada.

Cuando entré me impresionó por completo la forma de dirigir de esta persona: “Aquí yo no tengo empleados, tengo colaboradores”, me dijo en mi primer día de trabajo, y valoraba el trabajo de cada una de las personas que estábamos ahí, desde el que abría la puerta hasta el que cortaba el metal.

Desde el inicio se respetó mi hora de salida (claro, a cambio debía ser puntual en las entradas). Aprendí también que si bien era un negocio y aspiraban a crecer y generar ingresos, no lo hacían a cualquier costo: les importaba la gente, tanto la suya como los clientes y siempre buscaban que éstos últimos tuvieran la mejor atención posible (a diferencia de algunas organizaciones que de sus socios lo único que les importaba era el dinero).

A diferencia del caos en el que trabajé durante años, aquí las reglas eran claras y el trabajo mucho, por lo que no había tiempo para discusiones sin sentido, además de que si necesitaba alguna herramienta para mi trabajo sólo tenía que pedirla, los dueños tenían una política: mientras mejores elementos de trabajo se tengan mejores resultados se producen.

Sí, en un negocio todo va enfocado a la productividad; pero eso brinda objetivos claros de lo que se tiene que lograr y cómo hacerlo, es una ventaja organizacional.

De haber sido un poco más abierta en mis opiniones sobre la industria privada, quizá le habría dado la oportunidad desde antes. También asumo que no todas las organizaciones civiles son iguales y seguro habrá algunas no tan caóticas.

De estas experiencias aprendí también que todas las personas tenemos prejuicios, lo único que cambia es el sector al que nos dirigimos.

Yo pensaba que trabajando en sociedad civil aportaba mucho a mi país, en mi nuevo empleo los dueños pensaban que en su negocio se aportaba mucho más. Todo depende del cristal con que se mire supongo.


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