Por: Vanessa Solis Torres
En lo último de la tierra había un exitoso joven universitario que estudiaba astronomía en la universidad más importante de aquel lugar. Era un estudiante muy inteligente había viajado a Inglaterra, España y Francia de intercambio, se podía leer un libro entero en menos de dos días, su carrera por su puerto estaba completamente pagada. Sin embargo la todo lo que el leía no resolvía las miles de preguntas que se cuestionaba cada noche al mirar las estrellas, en su terraza, con ese viejo telescopio que le obsequió su papá meses antes de morir. Y decía: podía pasar toda la noche mirándolas como su pequeño enamorado, pero debo descansar, este fue un día muy pesado. Se iba a dormir lentamente sin dejar de ver las estrellas e imaginaba algún día estar muy cerca de ellas, de hecho tenía una enorme fantasía de algún día poder viajar fácilmente a algún planeta como se podía viajar a Japón. Así transcurrieron los días, meses y años, posteriormente se graduó con excelencia en esa carrera, en ese tiempo tuvo cientos de llamados para trabajar en investigación. Y si tuvo muchos trabajos pero al final se seguía cuestionando mucho, desesperado y aburrido abandonaba todos aquellos trabajos. Hasta que un día recibió una carta enorme carta, era morada, con una estampilla del planeta Júpiter. – ¿Quién envía cartas moradas?- se pregunto. La abrio de inmediato y decía: Pequeño amigo humano Sabemos todo de ti y creo que cada noche tú nos observas desde tu terraza. Esta noche esperamos verte de nuevo, pero por favor no te vayas a dormir tan temprano, si no nunca podremos estrecharnos las manos. Atte: Tus amigos invisibles -¿quiénes son mis amigos invisibles? – se preguntó, pero en fin, esa noche estaba ahí como siempre, pero esta vez se quedó ahí hasta la una de la mañana. Desesperado e intrigado estaba a punto de irse a dormir, hasta que una luz muy blanca iluminó sus ojos, no podía creerlo estaba un poco temeroso pero intrigado por saber de quién se trataba en cuestión de segundos sintió como si le arrancaran el alma, se iba hacia esa enorme nave espacial. Por el gran impacto reaccionó hasta el tercer día, estaba ya en júpiter. Al abrir los ojos, estaba una persona verde lo estaba observando. ¿Eran extraterrestres?. -¡Si!- eran extraterrestres, acostado en una mesa de metal con cientos de cosas y aparatos conectados a él. Se sentó en el mismo cito, tallo sus ojos, echó un vistazo a todo el lugar, no podía creer lo que estaba viviendo. Eran de colores con uno dos y hasta tres ojos, el lugar era frío y muy avanzado, en el sentido de que tenían maquinas, computadoras y cosas extrañas, típicas de marcianos. De inmediato los extraterrestres se acercaron a él y mediante un aparato se comunicaron, se presentaron, aunque para él era increíble estaba emocionado por saber más de ellos ya que eso siempre le había interesado la existencia de vida en otros planetas. Conforme fue pasando el tiempo fueron charlando, pues tenía muchas preguntas que hacer, ellos le comentaron que cada noche lo veían observando estos meteoritos tan enormes a los que llamas estrellas nos caíste bien y por eso llegamos a ti. Era obvio que los extraterrestres sabina todo de él y él nada de ellos, pero en fin. Se hicieron amigos y después de un tiempo lo regresaron a la tierra, pero claro el no debía decir nada, estaba muy emocionado porque sus amigos le habían ofrecido trabajo en JÚPITER, estudiando el universo y parte de ese planeta. pero el no podía dejar a su madre sola y enferma, así es que se comunicó con ellos con un aparato que le dieron y acepto el trabajo, pero les propuso que trabajaran todas las noches, ellos vendrían 12 en punto por el, en la terraza de su casa. Y así fue llegaron a un acuerdo y empezó a trabajar en júpiter, feliz de la vida, resolviendo sus inmensas preguntas y ayudando a la investigación humana con sus amigos invisibles.
Revisado por: Sara Miriam Gayosso Martinez