Y la primera que descubrimos al llegar aquí es el concepto tan diferente de lo que viene siendo el espacio-tiempo. Eso lo descubrimos el segundo día, cuando nos dijeron que el viaje en autobús sería de 3 horas y 7 horas después aún no habíamos llegado. Uno se va haciendo una idea, de que el reloj en África no es una prioridad. Esta tarde sin ir más lejos, habíamos quedado con varias personas, y aún no se han presentado, y ayer que no quedamos con nadie, tuvimos una visita esperando 3 horas y media en la puerta de casa, claro está que era negro, porque nosotros habríamos muerto. Y es que hoy hemos sacado el termómetro a la calle y ha petado porque la temperatura era de más de 50ºC que es lo máximo que alcanza.
Luego está lo de que el comandante en jefe de la policía de Banikoara se calce en tu casa a las 9 de la mañana de un sábado, diciendo que son amigos, que lo serán, pero no me digais que no acojona el tema...
Y para tradiciones africanas, tuvimos el sábado las ferias del rey baribá de Banikoara. La verdad es que mucho no entendimos. En un momento dado estábamos en un banco, sentados en la casa del rey, Javi, Ire (por cierto, aprovecho para decirles a sus padres que o comentan o su pelo corre peligro...jejeje), la petit Cristina et moi, y un tipo con un percentil negativo para el cante, tocando un instrumento desconocido mientras una mujer nos echaba agua en los pies, y los scouts, que están en todas partes, saludaban a la petit Cristine con la promesa scout. No contentos con esto, aparece un tipo, que se tira al suelo, abre una cajita con algo sospechoso que se pone en la nariz (ahí lo dejo) y empieza a fliparlo delante de todos. Al rato llega el rey, que más bien pareciera un patriarca gitano, montado a caballo con una capa amarilla, y unas gafas de sol, saludando a la peña. Mientras la gente nos miraba como si no hubieran visto un blanco en su vida y nos tocaban para ver si desteñíamos. Y el de ahí abajo es el rey:
Después de tan pintoresco momento, nos llevaron al Carrefour de los reencuentros, que era un barecito, que podría ser una caseta de la feria, para servirnos una cerveza tradicional, en una especie de calabazas, que nos bebimos asumiendo cualquier posible gastroenteritis posterior, aunque después de un par de tragos, nos dejo de importar el peligro.
Tras esto, nos fuimos a la zona VIP, que es como la versión africana de la campana en Sevilla, para ver los bailes que le hacían a la ministra, y a la versión beninesa de Corleone, que repartía billetes a cholón (imaginaros quien me ha pegado este dicho).
En fin, que da para muchas entradas sobre momentos surrealistas. Mañana os contaré sobre como el ñame absorbe todo el agua y no da nada a cambio.
No os lo vais a creer pero acaban de llegar las visitas.
Un abrazo.