Revista Cultura y Ocio

Traducir poesía

Publicado el 15 noviembre 2010 por Hellman

Sobre traducciones
Fabio Morábito.
Traducir poesía es quizá el oficio más difícil de realizar en el ámbito literario, ya que conservar las diferentes sensaciones y la naturaleza de cada voz es particularmente complejo. Al respecto, y sobre las ediciones de traducción bilingûe, El poeta mexicano fabio Moravito dice:

Siempre me han molestado los libros de poemas en edición bilingüe, sobre todo los que llevan el texto original a un costado. Gozan de un falso prestigio, el del rigor comparativo, y lo único que hacen es estorbar la lectura, convirtiéndonos en improvisados filológos, cuando sólo queremos leer poesía. Para los que quieren echar un vistazo a los poemas en lengua original, éstos deberían ir al final del libro, en letra pequeña por añadidura, y dejar en paz a la pobre traducción, que sólo pide respirar a sus anchas. Con los poemas originales a un lado se crea un tipo de lectura estrábica: ni se disfruta la traducción, porque se la mira como una especie de copia mal lograda, ni se penetra en los originales, que la mayoría de los lectores no puede leer (pues si pudiera hacerlo no necesitaría de la traducción). No sé otros, pero cuando leo un libro de poesía me gusta sentir que el poema que estoy leyendo está acompañado por el que lo precede, y con frecuencia interrumpo la lectura del nuevo poema para releer el anterior. La lectura, en vez de algo lineal, se va haciendo a base de avances y retrocesos, de contaminaciones entre los poemas, de mezclas e interrupciones que dan vida a una conversación apretada. Por esta razón, leer un libro de poemas es muy distinto a leer una antología de poemas, donde los nexos entre un poema y otro han sido cortados por el antologador. Pero esta conversación subterránea, que el autor ha construido ponderando cuidadosamente el lugar de cada poema en el libro, se ve todavía más neutralizada, por no decir estropeada, en las ediciones bilingües que traen la traducción a un costado, donde los originales se interponen como gendarmes entre un poema y otro, arrojando sobre la traducción una sombra de sospecha, parecida a la de un reo en libertad condicional. Por eso, pese a la cantidad estratosférica de traducciones que existen, seguimos traduciendo con pesar y no con alegría, como quien aplica una prótesis, un remedio extremo a un mal incurable, y no con la emoción de una segunda chance, de un recomienzo.

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