Revista África

Tráfico de gasolina en Benín y Togo

Por Aurora Moreno Alcojor @Alcojor

El asalto y robo al ‘Mattheos I', petrolero en el que viajaban varios españoles a bordo, ha destapado el negocio de las bandas que asaltan barcos en el Golfo de Guinea con el objetivo de robar el combustible y revenderlo en el mercado negro de la zona. Pero más habitual que esta actividad es la del contrabando de gasolina desde Nigeria, un negocio muy próspero en el que están implicados numerosos actores locales.
Con la mitad de su territorio rodeado por Nigeria -el primer productor de petróleo de África-, no es de extrañar que las calles de Benín estén inundadas de gasolina de contrabando del país vecino. Pero que el Gobierno no haga nada por evitarlo y los puestos ambulantes de gasolina ocupen toda la carretera entre Cotonou y Porto Novo, las dos ciudades más importantes del país, indica que se trata de algo más que de un mercado negro. En Togo, la situación es similar aunque ni mucho menos tan evidente; de hecho, está oficialmente prohibido. Pero basta esperar a que caiga la oscuridad para ver cómo los taxis, las motos y las furgonetas privadas que hacen los servicios de transporte corren raudos a llenar sus tanques en lo que a priori son bares, tiendas o talleres mecánicos.

Tráfico de gasolina en Benín y Togo

De esta forma tan llamativa se vende la gasolina en las calles y carreteras de Benín. Foto: Aurora M. Alcojor

  Un negocio muy próspero  
Son muchas las investigaciones que apuntan a que la venta de gasolina robada, y convenientemente adulterada con agua u otras sustancias, es un negocio boyante que no sólo da trabajo a muchos sino que mantiene a otros tantos en el poder. En principio, además, todo parecen ventajas: la población disfruta de un combustible barato que ayuda al desarrollo y unos pocos se forran a cuenta del oro negro.
En los puestos ambulantes, el precio final de la gasolina es la  mitad del que luce en las estaciones de servicio y la compraventa se ha extendido ya tanto que el Gobierno es incapaz de tomar medidas contra ella. Si las Fuerzas de Seguridad se dedicasen a perseguir la venta al por menor dejarían sin medio de vida a miles de personas, encareciendo además la gasolina a un número todavía mayor que depende de ella para moverse por todo el país.
Así las cosas, la gasolina se sigue vendiendo a chorros sin medidas de seguridad ni control alguno por parte del Estado. Una anomalía que tiene sus consecuencias en la vida diaria de los benineses y en las arcas públicas.      Contaminación y pérdida de ingresos
Según un estudio del Ministerio de Comercio de Benín, hasta un 70 u 80% de todas las importaciones de petróleo corresponden al sector informal, lo que supone una enorme pérdida de ingresos y aumenta los problemas sanitarios. De hecho, en la lengua local a esta gasolina se la conoce como “kpayo” (gasolina sucia) porque no ha pasado los filtros de las gasolineras y su transporte se realiza en bidones de cualquier tipo. Esto afecta directamente a los motores de coches y motocicletas pero, sobre todo, provoca un aumento de la polución que expulsa cada uno de estos vehículos. Contaminación perceptible a simple vista en las grandes ciudades del país, como Cotonou o Porto-Novo, situadas muy cerca de la frontera con Nigeria y donde el 95% de las gasolineras oficiales no tienen más que un empleado, que pasa el día limpiando o sesteando, a la espera de que algún adinerado conductor con coche nuevo quiera pasarse por allí.   

Tráfico de gasolina en Benín y Togo

Este tipo de 'gasolineras' permite a los usuarios rellenar sus depósitos con muy pequeñas cantidades. Foto: Aurora M. Alcojor


Porque la ‘gasolina barata’ es lo que todo el mundo usa, salvo muy contadas excepciones. Samil, que regenta su propio negocio de comidas, admite que él también rellena su coche en estos vendedores ilegales. “Al principio de comprarme el coche no lo hacía, pero un par de veces me encontré sin gasolinera a la vista, así que no tuve más remedio que probar.  Y a partir de ahí, ya siempre. Es mucho más barata que la otra”.
Pocos surtidores   
Efectivamente, el limitado número de surtidores en el país es otro de los problemas que hacen que, al final, los conductores se decanten por la gasolina ilegal. Esta escasez es especialmente flagrante en las zonas del norte, donde las carreteras son malas y la llegada de suministros muy irregular. Al mismo tiempo, la venta ambulante permite al conductor rellenar su depósito con cantidades ínfimas, como medio litro de gasolina, lo necesario para muchas ‘taxi motos’ que  llegan a final del día con lo justo para regresar a casa y volver a empezar el trabajo el día siguiente.
Según el Departamento de Medio Ambiente, el coste de las infecciones respiratorias en las ciudades es enorme, así como el de las intoxicaciones por plomo. Por no hablar de las docenas de accidentes que se producen cada día a lo largo de todo el país y el peligro que supone la venta de gasolina al aire libre.
De todo esto son conscientes tanto el Gobierno como los propios vendedores implicados y ambas partes están de acuerdo en que hay que buscar una solución a este problema. Tanto que los distribuidores y vendedores, que a pesar de ser ilegales se han agrupado en torno a la AITRPP (Asociación de importadores, transportistas y vendedores de productos petroleros, según sus siglas en francés) apoyan la idea de reconvertirse en negocios legales. Así lo ha explicado en más de una ocasión Joseph Midodjoho, alias Oloyé, una de las caras más visibles de este conglomerado medio legal medio mafioso. “Hemos hecho propuestas concretas al Gobierno en este asunto, y estamos estudiando la posibilidad de que se concedan préstamos a interés bajo para iniciar los nuevos negocios”, declaraba a un periódico local hace unos años. La idea es que los vendedores se pudieran asociar en pequeñas cooperativas y establecer nuevas gasolineras. 
Financiación de partidos
Pero lo cierto es que el tiempo ha pasado y nada cambia, principalmente por falta de voluntad política y, sobre todo, porque hay muchos intereses en que este negocio no sea nunca legalizado.   Como por ejemplo, los de los propios partidos políticos. Tal y como explica el politólogo Mathias Hounkpè: “la financiación de los partidos políticos no está regulada por ley, así que se hace de forma totalmente informal, poco transparente”. Aquí entran en juego los grandes comerciantes de gasolina, “criminales que pesan mucho en la política nacional”, como los define el periodista Kokouvi Eklou . “Llevan a cabo una actividad ilegal, pero influyen mucho en el ámbito político a través de su capacidad de movilizar el electorado y la animación de movimientos políticos”.

En el mismo texto, (muy recomendable), Eklou habla directamente de las relaciones entre contrabandistas y políticos, aunque por supuesto todos los partidos lo niegan. Sin embargo, “se trata de un sistema clientelista en el que cualquier fuente financiera está tolerada”, explica Camille Amouro, escritor y periodista beninés.

Por su parte, en un interesantísimo artículo que forma parte de la serie “Piratas, contrabandistas y magnates: bandidos sociales en África” realizado por la asociación FAIR,  (Forum of African Investigative Reporters) se subraya que detrás de toda la inmensa red de pequeños traficantes, vendedores y ladronzuelos se encuentran los contrabandistas a gran escala “políticos, oficiales del Gobierno y el Ejército que usan a terceros partes para dar la cara”.

Además, se pregunta este informe, ¿quién se atreve a matar la gallina de los huevos de oro? Un sector que, según datos de 2004 –imagínense lo que podrá significa ahora– suponía unos beneficios de 23 millones de dólares. Un dinero equivalente al que se gasta el Estado de Benín en educación.
Publicado originalmente en GuinGuinBali.
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