¿Qué serías capaz de hacer por la persona que amas...? Cristianno no desiste en su empeño por encontrar a Kathia. Sabe que está en manos de Valentino y que corre peligro su integridad física. Tortura, mata, y se desespera intentado dar con una pista que la lleve a ella junto a sus fieles compañeros, Mauro, Alex y Eric, que le seguirán en esa dura travesía.
¿Quién traiciona? ¿Quién miente? Kathia cuenta las horas lejos de Cristianno en su cautiverio. No sabe que ocurrirá ni si volverá a verle. Pero la distancia no hace que su amor por él mengüe, mientras que su odio hacia Valentino crece cada vez más.
¿Qué perderá en el camino? Todo cambia con el evento que Adriano Bianchi organiza para conmemorar la toma de posesión de la alcaldía.
Kathia y Cristianno se reencontrarán sin saber que las consecuencias les llevará a atravesar un dura situación. Su amor era imposible desde el principio, pero no se darán cuenta hasta ese momento.
Más pasión, más intriga, más traición... ...Continua Mírame y dispara...
CRISTIANNO
Supe quién me apuntaba segundos antes de que hablara.
-¡Basta! -gritó Angelo. Todo el aeródromo se silenció de golpe. Kathia dejó de disparar al cuerpo de su primo Marcello, se giró y apuntó hacia nosotros sin saber que yo estaría en la trayectoria de su revólver. El brillo que habitaba en su mirada antes de que estallara todo aquel desastre desapareció de golpe. Kathia gimió aterrada y yo empalidecí ahogándome en su mirada.
Nunca me había importado morir. Arriesgaba mi vida día a día sabiendo las consecuencias que acarreaba y admitía que sentir ese tipo de adrenalina me volvía loco. El peligro me seducía constantemente, y me gustaba sentirlo. Me gustaba saber que era capaz de vencerlo y manipularlo a mi antojo. Había nacido para la mafia.
Nunca me había importado morir... hasta que en ese momento la miré y supe que si moría, algo de Kathia sucumbiría conmigo.
No quería ese destino para ella. Fue inevitable especular. Pensé en cómo habría sido todo si yo hubiera sido un chico normal; del tipo de chavales que te recogen para ir a cenar o al cine, que te regalan flores el día de San Valentín o que te sorprende con un mensaje de amor. Le hubiera pedido una cita y habríamos paseado de la mano sin miedo a que su maldito padre me apuntara con una pistola. Nuestro primer beso habría sido en la puerta de su casa, al despedirnos, y no en su habitación después de haberme colado a hurtadillas y descubierto que se casaba con Valentino.
Kathia jamás habría conocido el peligro con alguien así, y yo no me sentiría tan culpable por haber arriesgado su vida. Mi deseo y amor por ella nos había llevado hasta ese momento. Kathia cogió aire entrecortadamente y apretó los dientes tensando los brazos. Sabía que sería capaz de disparar a Angelo si la tentaban demasiado.
-Suéltale -masculló, adelantándose lentamente un par de pasos-. Juro que te mataré si no le sueltas, papá. -Estaba muerta de miedo, pero ello no evitó que sentenciara con decisión.
-¿Estarías dispuesta a matar a tu padre por un Gabbana? -Angelo hizo una mueca de fingida desolación. -Sí. -Rotunda e inquebrantable, Kathia habló entre dientes-. Una y mil veces si hacen falta. Ahora, suéltale. -Terminó exigiendo.
De reojo, vi a mi padre. Su silencio me indicó que atacaría si era necesario, pero no quería que los míos arriesgaran su vida en un enfrentamiento que ya habíamos perdido. Todo estaría más o menos controlado si yo no intervenía como Angelo esperaba. Miré a Kathia y entrecerré los ojos intentando analizar los suyos. Pero no me lo permitió porque me esquivó nerviosa. Supe que su mente había encontrado una solución al problema y no me hizo ni puta gracia reconocer lo que se proponía.