Revista Educación
Con mis sueños de reina ilustrada puedo vencer las soledades más oscuras del alma. Tengo mis trucos, mil pociones mágicas. Sólo pretendo escapar de una hipocresía que me desgarra, de una realidad que no me convence, de una dictadura que convierte a mis príncipes en rana. Soy una niña disfrazada de cuento de hadas, una palabra que nadie fue capaz de susurrar, el eco del amor reclamando una segunda oportunidad, esa clase de certezas que de seguro buscarás. Las quimeras resbalan por mis mejillas, por ingenuas, por ficticias, y todo aquello de lo que equivocadamente renegaste envuelve mi varita, esperando la magia de otra vida. Prefiero mis verdades, mis silencios, mis negativas. Son más valiosos que las mentiras que cuelgan de los dedos y obligan a seguir con la farsa. Mi traje de fantasía no está hecho para discursos victimistas porque hoy todo parece limitar las posibilidades del hombre. Y yo sigo buscando esa rebeldía que antes se podía tocar, esas ilusiones que se perdieron entre la bruma matutina de una ciudad colosal, esas mentes prodigiosas que no parecen querer despertar, esa voz injustamente exiliada que me enamore una vez más. Vivimos tiempos de escasez, tiempos de renuncia, de promesas fracturadas. La varita oxidada pero yo me niego a capitular. Apuesto por los finales felices, por los planes que quedaron esperando, por los besos que aún no me han dado, por las palabras que, usadas correctamente, son capaces de expresar tanto. Empezaré el año así, con mi traje de fantasía, con mis letras por bandera, con la eternidad apoyada sobre mi barbilla. Luchando por mis ideales, fracasando con estilo, convirtiendo mis palabras en arte. Con una honestidad brutal, con unas ganas locas de volar, con una aficionada pluma crítica que, por soñadora y vital, sé que me deslumbrará.
¡Feliz año para todos!