Mi actual trabajo como director de una librería-espacio cultural en Barcelona (www.e-excellence.com) me permite asistir a eventos culturales y sociales de todo tipo. Con perdón, debería calificarlo como circo cultural, en la que las más de las veces la cultura es una simple coartada o disfraz. Son actos sociales, muchos con tintes políticos en los que el “besamanos” y las conversaciones, lejos de hablar de cultura, son meras transacciones sociales, económicas o comerciales, cuando no sentimentales…
Y es que estamos en un mundo en que la cultura en su definición más pura apenas existe, es un simple producto o una imposición política o institucional, en el que el valor principal no es su contenido literario -en el caso de los libros- ni el arte, ni siquiera el enriquecimiento cultural. Es un escenario ficticio que favorece las transacciones de todo tipo. Gente y gentecilla, algunos con ínfulas de Vip’s, para los que el cargo que ostentan -y ostentado, con creces- es más importante que la persona en sí. Gentes -alguna de ellas, incluso personas- que charlan distendidamente sin mirar a los ojos y, en cambio, mirando de reojo -y sobre el hombro- a su interlocutor, para seguir con la vista a esa personalidad que desea abordar, en cuanto su coorte de seguidores lo dejen vacante…
Viendo tal espectáculo de “chupafarolas” (como decía antaño José María Garcia, un famoso periodista deportivo) y de engreídos y presuntos pro-hombres de la cultura, de la política o de la sociedad, pienso en un mundo que está cambiando… o que, sin lugar a dudas, debe cambiar… y pronto! Solo hay que ver sus rostros insanos y enrojecidos por el alcohol y la vida de excesos, enfundados en sus lustrosos trajes de marca, que apenas disimulan su dejadez física, cuando no espiritual. Muchos de ellos, antaño poderosos e imparables, hoy sumidos en el ostracismo y en la mediocridad de un Sistema que decae día a día…
En mi vida siempre he intentado ser una persona -como profesional- riguroso, exigente, pero independiente… en un mundo en que la independencia penaliza y es duramente castigada. No estar alineado -y alienado- con poder político o económico alguno, es una provocación o casi un delito, para un Sistema que, ante todo, anula al individuo, se sirve de él y lo esclaviza, supeditándolo a un presunto bien común o colectivo, que siempre le es ajeno. Ni que decir tiene que esa posiblemente es la causa de esos rostros envejecidos y decrépitos que regatean modales y se codean con el poder del tipo que sea… obviamente renunciando a su individualidad, su responsabilidad y su libertad como personas. Y ese precio -como todo en la vida- se paga, con creces! Qué pocas personas libres te encuentras en esos fastos de lujuria disimulada -la erótica del poder- y de transacciones de todo tipo…
Conversaciones de conveniencia, relaciones sociales de conveniencia, parejas de conveniencia… todo un mar de convencionalismos sociales, en el que el dinero es el único y común denominador! Todo eso regado -claro está- con vinos espumosos, sabrosas tapas y pretendido glamour, falsa intelectualidad y una gran dósis de ego e hipocresía! Sonrisas artificiales, alguna licencia sutil a la seducción y, sobre todo, mucho vacío! Un conocido mío presumía de ser “el hombre más profundamente superficial que puedas conocer”. Muchas veces antes había dudado de si eso es lo mejor en este mundo de cartón piedra y zapatos lustrados, de marca… claro está! Mujeres engalonadas y algo ajadas, que pretenden una juventud quirúrgica de silicona y botox, para mantenerse junto al presunto poder; jovencitas y bellas azafatas que, con su ingenuidad juvenil, sus tacones altos y su mejor sonrisa, reciben trasnochados piropos de los viejos verdes con alto cargo del lugar, que por la edad podrían ser sus abuelos en la vida real; ex altos cargos que ya solo conservan su pensión vitalicia, su chófer y su vanidad, pero que demasiados perdieron su dignidad por el camino hacia el éxito; camareros acalorados que vienen y van con bandejas, navegando entre los invitados y soportando las bromas de mal gusto de algún que otro truhán o intoxicado etílico…
Ahora recuerdo el día en que me reencontré con mi amigo Carlos Ruíz-Zafón en un acto público literario y rodeado de esos presuntos “autores” de medio pelo mediático que tienen el valor de escribir -y vender- miles de libros, en un país en el que se compran libros, pero que apenas se lee. Y, a la vista del desolador panorama, le comenté al oído “Si esta es la intelectualidad y la cultura de este país, no vamos bien“! Y es que, cada día más, deberíamos diferenciar la industria cultural o la cultura-fashion, de la verdadera cultura! La verdadera cultura es espontánea y nace del inconformismo y la rebeldía, ayuda a trascender al ser humano y lo enriquece, mientras la industria cultural y otras emulaciones institucionales y/o solo mercantiles le envilecen y empobrecen!
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