Revista Coaching

Transferencia emocional: ¿Qué es?

Por Un Tipo Con Suerte @untipocnsuerte

¿Te suena la palabra transferencia? Pues a la Infanta no, y eso que hay un montón de tipos de transferencias. Están las que recibe Urdangarín, que son bancarias, y las hay que son electrónicas, con las que pagas el alquiler. Pero también hay otro tipo de transferencias que no tienen nada que ver con el dinero, por ejemplo la transferencia de competencias… Bueno, éstas a veces también tienen que ver con el dinero, sobre todo cuando son competencias autonómicas. Pero de las que te quiero hablar son otro tipo de transferencias, éstas sí, libres de significado económico: las transferencias de emociones.
Como vimos de la mano de mi compadre Fernando, el científico más enrollado desde Beakman, el cerebro funciona con ondas electromagnéticas capaces de influir en los demás. A veces, estas ondas sirven para compartir la coherencia neuronal, lo que los mortales llamamos buen rollo. Pero no sólo se comparte el buen rollo. Aunque no tenga la misma base científica que la famosa coherencia neuronal, la transferencia emocional funciona de una forma parecida y nos afecta bastante más en nuestro día a día.
¿De que va esto? Pues tan sencillo como literal, de transferir emociones. Se trata del fenómeno de hacer que otra persona sienta la emoción que tu sientes en ese momento o viceversa, que una persona te haga sentir la emoción que siente ella. Además, una característica de la transferencia emocional es que la emoción transferida no se corresponde con el estado en el que se encuentra el que la recibe. ¿Claro? Mejor un par de ejemplos:
Una hora antes de un examen, tu estás tranquilamente en la biblioteca pegando el último repaso. Por una vez has estudiado bien y sabes que lo vas a sacar. De pronto, irrumpe en tu mesa el típico agobiao de última hora. Lleva los apuntes en la mano medio arrugados y nada más sentarse empieza a preguntar mil cosas. De vez en cuando da un soplido y se lleva una mano a la cabeza mientras anota las respuestas en el lateral de un folio y repite: es imposible que apruebe. Tú, que estabas en paz con el mundo, te empiezas a poner de los nervios nada más de verle. Además, al oír tantas preguntas y verle resoplar, empiezas a preocuparte y a pensar que el examen es muy difícil y que tú tampoco lo vas a aprobar. Efectivamente, acabas de ser víctima de una transferencia emocional. Tu querido amigo te ha pasado una emoción que no era tuya, su estrés.
El típico día que todo sale mal. No suena el despertador y te levantas tan tarde que no te da tiempo ni a ducharte. Vas a desayunar pero te das cuenta de que sólo queda medio vaso de leche que además esta agria. Para colmo, te vas a lavar los dientes y te acuerdas de que tenías que haber comprado pasta ayer por la tarde. Llegas tarde al trabajo lo que te hace ganar la primera bronca del jefe. Otra bronca del cliente y una discusión con tu compañero que es incapaz de hacer su trabajo. A la hora de comer te das cuenta que te has dejado el tupper en la encimera de la cocina así que no tienes nada que llevarte a la boca. Para más INRI, la comida se pondrá mala y no podrás ni cenarla. Dos broncas más por la tarde y un estúpido que se salta un ceda y te da un susto de muerte. Llegas a casa y encuentras a tu pareja, compañero de piso o hermano tirado en el sofá más a gusto que en brazos. No sabes bien que pasa pero al cabo de 10 minutos estáis los dos gritando. Él, que parecía tan tranquilo, lleva un cabreo de tres pares de narices. ¿Por qué? Pues porque ahora has sido tú quien has transferido tu emoción a la otra persona.
La transferencia de emociones se puede hacer con cualquiera del amplio abanico de posibilidades que tenemos. Se puede transmitir enfado, pena, alegría, miedo, asco… ¿Porqué pasa esto? ¿Se puede evitar? ¿Qué podría hacer para evitarlo? Eso mejor lo dejamos para otra entrada. Hoy te dejo una ginquestion:
¿Eres consciente de las emociones que transmites a los demás?

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