Revista Coaching

Transfórmate en lago

Por Ipiera68 @Iciar_Piera
Transfórmate en lago
Un anciano maestro se cansó de las quejas de su aprendiz. Una mañana, tras unos días en los que el alumno había estado especialmente quejumbroso, le envío a conseguir un poco de sal. Cuando regresó, el maestro le dijo que mezclara un puñado de sal en un vaso de agua y se lo bebiese. El alumno le miró con extrañeza, a punto de protestar, pero obedeció a su maestro.
¿A qué sabe? Preguntó el maestro con gesto serio.
"Amarga y salada", dijo el aprendiz dudando si comenzar de nuevo su retahíla de quejas.
El maestro sonrió e instó al joven a tomar un puñado de sal equivalente y a arrojarlo en un lago próximo. Los dos caminaron en silencio hacia el hermoso lago. Una vez que el aprendiz arrojó su puñado de sal en el agua, el anciano dijo:
"Ahora bebe del lago".
A medida que el agua goteaba por la barbilla del joven, el maestro preguntó con una leve sonrisa:
¿A qué sabe el agua?
Agradable y fresca, comentó el aprendiz.
¿Te supo a sal?, preguntó el maestro.
No, dijo el joven.
El maestro se sentó junto a su aprendiz, y explicó:
"El dolor de la vida es pura sal, ni más ni menos. La cantidad de dolor en la vida de cada uno de nosotros va a ser exactamente la misma. Sin embargo la cantidad de amargura que probamos depende del recipiente en que ponemos la pena. Así que cuando está el dolor, la única cosa que puedes hacer es agrandar tu espacio interior. Deja de ser vaso. Transfórmate en lago."

Este cuento me recuerda a la reflexión de Jeff Foster que compartimos en este mismo espacio sobre el océano y las olas donde explica de una manera bellísima lo mismo que este cuento.
Al hilo de esta reflexión hay una meditación que se ha convertido en algo habitual en mi día a día. La primera vez que surgió estaba tranquilamente viendo la televisión cuando escuché una voz interior que me decía: "Siéntete y Extiéndete". Como si fuese lo más natural del mundo eso es lo que empecé a hacer, poner conciencia en la respiración, sentir y extender. ¡No me preguntéis como sabía hacerlo!
Me fui relajando, aflojando el cuerpo, al mismo tiempo que sentía como un espacio se abría dentro de mí. La sensación era muy agradable. Me resulta un poco difícil ponerle palabras y prefiero que tengas tu propia experiencia en lugar de que la mía pueda condicionarte cuando lo pongas en práctica. Entonces sentí un ligero toque, una especie de empujoncito acompañado de un escalofrío, como cuando alguien te hace cosquillas o te susurra al oído. Y una sonrisa apareció en mi rostro. Una sonrisa que no podía controlar. Simplemente estaba ahí, sin causa aparente, y venía acompañada de la alegría. No paraba de sonreír, y las carcajadas explotaban como fuegos artificiales que celebrasen que alguien le había quitado la máscara a la existencia para descubrir que lo que había debajo era puro goce, disfrute. Esa sensación duró hasta el día siguiente. Nunca me he ido a la cama con tanto amor y felicidad. 
Desde ese día sé que la alegría vive dentro de mí. Aunque no siempre la esté experimentando, sé que está ahí y que solo tengo que extenderme, convertirme en lago como dice el cuento, y ella vendrá a hacerme cosquillas en el alma con sus alas.
Y sé que esa misma alegría también vive en ti independientemente de la situación que estés atravesando en tu vida, y que simplemente está esperando que purgues todo tu dolor para acariciarte y regalarte su sonrisa.
En la próxima entrada os explicaré la meditación que hago y comparto con mis clientes. Es muy sencilla y espero que la disfrutéis tanto como yo.
Transfórmate en lago
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