Revista Opinión

Transgénicos progresistas y Miguel, el Gran Quetzal

Publicado el 20 mayo 2016 por Cronicasbarbaras

Después de tres décadas de investigaciones exhaustivas la ciencia ha confirmado que las plantas transgénicas son tan sanas como las llamados naturales, y que gracias a ellas erradican el hambre y algunas enfermedades en áreas pobres del planeta.

Lo que demuestra que quienes han defendido las mutaciones genéticas de los alimentos eran progresistas, y que quienes se han opuesto, reaccionarios, responsables de millones de muertes por hambre al dificultar el progreso.

Una ideología progresista es la que trata de conseguir el bienestar humano mejorando la calidad de vida de las personas y sin dañar a la naturaleza, y es reaccionario lo que retrase lo que mejore el bienestar humano, aunque se diga ecologista.

Por eso es progresista, por ejemplo, el arroz dorado, transgénico que ha alimentado a grandes masas de personas y evitado la ceguera a millones de niños. Fue creado en 1999 por Peter Beye, profesor de la Universidad de Friburgo e Ingo Potrykus, de la Escuela Politécnica Federal de Zurich.

Además de crecer en terrenos antes improductivos y con enorme productividad, genera beta-caroteno, precursor de la vitamina A, cuya ausencia causa cegueras, muertes y malformaciones.

El aval a los transgénicos se basa en miles de ensayos con centenares de equipos de científicos de diferentes centros de investigación coordinados por la Academia Nacional de Ciencias de EE UU.

No apareció prueba alguna negativa en la salud de las personas, ni crean problemas medioambientales más allá de que los cultivos son resistentes a algunos plaguicidas, igual que a numerosas enfermedades que causaban la destrucción de cosechas.

Debe negársele el progresismo a los izquierdismos que en su día fueron motor del progreso científico luchando contra criterios religiosos reaccionarios, pero que ahora son nuevas religiones antiprogreso tan reaccionarias como las viejas creencias más obtusas.

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SALAS

Tira Salas 5462

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MIGUEL, EL GRAN QUETZAL

Casi todo el mundo puede presumir de haber sido amigo de Miguel de la Quadra-Salcedo, que acaba de morir en su casa de Madrid a los 84 años, vida lo suficientemente larga como para conocer a la mitad de los habitantes del planeta, pero ante todo en América, tierra que conquistó con el conocimiento y el afecto.

Miguel era uno de los seres más abiertos, fascinantes, sabios, bondadosos y a la vez heroicos que puede haber conocido cualquiera: era tan generoso con la amistad y poseía tal bonhomía que era imposible no quererlo y admirarlo.

Era como un héroe legendario al que además le ayudaba su impresionante físico, enérgico, poderoso, como creado por los dibujantes de seres excepcionales, de los superhombres.

Las  aventuras de sus dos últimas décadas estaban inspiradas por el quetzal, el ave de mayor belleza, libre y quizás en peligro del mundo, por el que era capaz de emprender las aventuras más misteriosas, mágicas y peligrosas.

Fue uno de los grandes narradores de la era heroica de la televisión en guerras y mil historias humanas contadas con neutralidad, pero siempre con emoción y veracidad.

Después, y junto a su familia y amigos más cercanos --entre ellos el rey Juan Carlos -- se centró en dar a conocer España con su "Ruta Quetzal" en la otra España que es Hispanoamérica, sin olvidar otros hermanos como Portugal, EE.UU. o Israel, y  a la inversa, para que los jóvenes de esos lugares conocieran España.

De antepasados navarros y vascos fue un aventurero, como algunos de ellos, que llegó tan lejos en su empeño legendario que hasta se murió casualmente, pero con exactitud de viejos relojes y sextantes, el mismo día que Cristóbal Colón, pero 510 años después.

Entre los verdaderos Grandes de España cuyo espíritu creó generaciones amantes de la humanidad y de otros seres nadie debe olvidar a Miguel y a su coetáneo y gran amigo Félix Rodríguez de la Fuente, fallecido en 1980 todavía joven en un accidente de aviación en una de sus aventuras.

Si se observan las redes sociales, esas máquinas de despedazar anónimamente a las personas, se descubrirá algo insólito, que sólo puede darse con los verdaderos seres superiores: nadie, absolutamente nadie, pronuncia una palabra contra Miguel.

Sólo hay muestras de admiración y afecto, sobre todo, de quienes vivieron con él sus aventuras, unos 10.000 jóvenes de ambos sexos de Iberoamérica, que aprendieron a lo largo de muchos años a convivir en armonía.

Tus amigos seguiremos queriéndote siempre, Miguel.

MIGUEL


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