Revista Viajes

Tras 10 días en Bogotá

Por Bbecares

Llevo ya diez días en Bogotá aunque siento que fueran mucho más. Lo primero que os digo de esta ciudad, así para no engañaros como yo fui engañada, Bogotá, fuera de la Candelaria, la zona antigua de la ciudad que es donde vivo ahora, es una ciudad feísima. Y además caótica y contaminada. Creo que nunca había visto una ciudad tan fea.

La veo una ciudad hostil, difícil de adaptarse a ella. La vida finaliza a eso de las 8 de la tarde, cuando las calles, que durante todo el día son un alboroto de gente y trasiego, quedan casi vacías, por lo que no te apetece mucho andar de un lado a otro si tienes que hacer cosas por tu cuenta.

Bogotá, según Google.

Bogotá, según Google.

Yo digo que me sentí engañada, porque si buscas fotos de Bogotá en Google, todo lo que aparece son imágenes de la Candelaria o de las montañas que rodean a la ciudad o vistas desde ángulos demasiado bonitos y poco realistas (eso son buenos fotógrafos, que saben sacar la belleza de la fealdad, supongo). Pero esas montañas viven cubiertas por nubes y, aunque altísimas, no consiguen dar un poco de aire fresco al terrible y negro humo que sale de los tubos de escape.

También leí y me dijeron antes de venir que Bogotá estaba preparada para moverse en bici. Y ya me imaginaba yo que lo primera que iba a hacer era comprarme una bicicleta de segunda mano, como hice cuando viví en Alemania, y me iría de un lado a otro con ella. Otro engaño. Sólo hay ciertos carriles específicos para las bicis que, por lo que he visto, ni peatones ni coches suelen respetar. En el centro hay zonas sin coches pero los peatones se meten en todos lados. Sólo los domingos por la mañana se cierran más calles para que los bogotanos usen las bicicletas pero eso es más para hacer deporte que para transportarte de un lugar a otro. Ah, y por no decir, que con el humo contaminado que se respira, si vas en bicicleta al lado de los coches, no quiero ni imaginarme el color de unos pulmones tras dos meses bicicleteando Bogotá,

Por otro lado, en Bogotá, una ciudad de nada menos que ocho millones de personas, no hay metro. Imaginaros el caos del tráfico en las horas punta. La gente que no usa coche se puede mover en el Transmilenio, que es la red de autobuses oficial más nueva y que tiene unas paradas marcadas,  o con las busetas, movido por empresas que no es la estatal y que, aunque tiene un recorrido fijo, puedes pedirle que pare en cualquier lugar dentro del camino trazado.

Yo, os aviso, por si a pesar de todo seguís queriendo visitar Bogotá.  No intentéis tomar un Transmilenio a eso de las 5 y media o 6 de la tarde, cuando la gente sale de trabajar. Es un caos completo. Empujones, apretones, golpes para intentar entrar el primero en el autobús, colas larguísimas, interminavles esperas a autobuses que nunca llegan y además, me supongo que, con todo eso, también más riesgo de que haya personas dispuestas a tomar cosas de los bolsillos ajenos.

Como todo tiene algo positivo, par mí lo mejor de esta ciudad es que la gente es amable, casi siempre dispuestos a ayudar y, a pesar de ser un lugar tan grande si, por ejemplo, sucede algo gracioso en el autobús, siempre va a haber quien haga un comentario al vecino desconocido y se rían juntos. Algo que a veces en las ciudades se nos olvida hacer. El pasado sábado me perdí volviendo a casa en buseta y acabé en un barrio peligroso, así que la mitad de los pasajeros se volcaron con mi causa y todos muy preocupados se encargaron de dejarme en el lugar adecuado para tomar un transmilenio seguro.

Y yo aquí, sumida en este caos, en el puro asfalto y en los humos contaminantes, recuerdo cuando estaba en la Isla de Borneo, rodeada de naturaleza, haciendo rutas de montaña un día sí y otro día también.

¿Inseguridad en Bogotá?

Ni el humo, ni los ruidos incesantes de la ciudad ni el caos en ciertas calles han conseguido llamarme tanto la atención como el hecho de no ver en la calle a ninguna persona con Smartphone. Haberlos, haylos, pero el temor a que alguien te lo pueda quitar de las manos, que se dice que es una opción probable, hace que los teléfonos buenos se dejen para usar en casa o lugares seguros y que si hay la necesidad de realizar una llamada en la calle, se use un teléfono viejecillo, de los que me gustan a mí.

Por el mismo motivo, no ves ningún turista sacando fotos y, mira que yo vivo en la zona turísitica, pues sólo he visto a una persona un día sacando fotos. Yo aún no he hecho ninguna lamentablemente, lo que es una pena, porque este barrio es realmente bonito (y ya os digo que lo único).

Más sobre la inseguridad en Bogotá, vendrá en el siguiente capítulo.


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