Revista Coaching
Esta mañana había una niebla muy densa en la carretera. Iba conduciendo despacio, poniendo atención a la conducción, reduciéndola al pequeño espacio de visión que tenía, prácticamente por el que transitaba mi vehículo. En ese estado de concentración, y cierto miedo, he visto una semejanza con esos momentos oscuros en los que tienes un problema y te centras tanto en él que no ves más allá. Tras la niebla, he pensado, viene la claridad. Esto acaba, no es eterno. Lo mismo sucede con las situaciones difíciles con que nos encontramos, que, a veces, son sólo señales para una mayor apertura. Son enseñanzas pasajeras, que percibimos como encerronas limitadas, pero que pueden ser la ventana de luz para una vida más universal y feliz.