Bien es sabido que J.K. Rowling comenzó a escribir la historia de Harry Potter en los años 90 y que esbozó una buena parte del primer libro “Harry Potter y la piedra filosofal” cuando viajaba en un tren de Londres a Edimburgo. Pero fue allí en la capital escocesa donde las aventuras del niño mago terminaron de cobrar sentido. Edimburgo se convirtió en el escenario ideal para inspirar a una mujer que, día tras día, se iba a diferentes cafeterías a escribir sin saber si su historia mágica llegaría a ser leída por otros.
Conmueve la imagen de una J.K. Rowling sentada en una esquina de cualquiera de esos cafés, refugiada en su libreta y con su hija al lado, en el coche, esperando. Luego, uno la puede imaginar también caminando la ciudad, anotando y recreando imágenes en su cabeza que, más tarde, convertiría en hechizos y pasadizos oscuros. Por eso, estar en Edimburgo es reconocer algunas huellas que están plasmadas en los libros de Harry Potter, porque es en esa ciudad donde la historia nació y terminó, casi en un ciclo perfecto. Pero vamos en orden…
The Elephant House. Este café, justo al lado del puente George IV, colgó la bandera de ser el lugar donde J.K. Rowling escribió su primer libro. Eso no es del todo cierto, porque el sitio abrió en 1995 cuando ya Rowling tenía parte de la historia escrita; pero sí es verdad que pasaba gran parte del día sentada en una esquina, frente a la ventana que da hacia el Castillo de Edimburgo -que está en una colina- escribiendo en su libreta (pero no era el único café que visitaba). En este lugar, hay fotos y pinturas de Rowling escribiendo abstraída y los baños son casi igual de importantes que el sitio en sí, pues los fieles lectores de Harry Potter se han encargado de dejar mensajes de agradecimiento y emoción. La mayoría de las veces para entrar a The Elephant House hay que hacer una larga fila, pues todos llegan allí movidos por la curiosidad y las ganas de desayunar, almorzar o merendar, mirando hacia el castillo. Yo lo hice.
Victoria Street. Se conoce como la calle más colorida de Edimburgo, no solo porque sus fachadas muestren unos matices distintos a los comunes de la ciudad, sino también porque está llena de tiendas. Uno la ve y se enamora, por eso se sabe que J.W. Rowling se inspiró en esta calle para crear el famoso Callejón Diagon, en el que Harry Potter y sus amigos van a hacer sus compras mágicas antes de comenzar las clases.
El cementerio Greyfriars. Es normal que en Edimburgo muchos vayan a pasear al cementerio, porque es un lugar tranquilo para leer y pensar. Éste, que es uno de los cementerios más importantes de la ciudad, tiene tres puntos interesantes relacionados con Harry Potter. Se cree que su aspecto inspiró la escena de lucha entre Lord Voldemort y Harry Potter en el cuarto libro (“Harry Potter y el caliz de fuego”). Además, al pasear por las tumbas nos encontramos con dos bien peculiares. La primera es la de William McGonagall, conocido como el peor poeta de la historia de Reino Unido y cuyo apellido usó Rowling para una de las profesoras más brillantes de su historia: Minerva McGonagall. La segunda tumba sostiene la lápida de dos personas -padre e hijo- que se llamaban igual: Thomas Riddell. Para quienes conocen bien los libros, saben que el verdadero nombre “del que no debe ser nombrado” es Tom Marvolo Riddle y que la historia con su padre está llena de rencor.
George Heriot’s School. Desde lejos -y de cerca también- éste colegio se ve un poco tétrico, pero en él se basó Rowling para crear el famoso Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. No fue por su aspecto físico, sino porque en la actualidad este colegio funciona bajo el mismo método que la escritora. Tiene cuatro casas, divididas en colores: Lauriston (verde), Greyfriars (blanco), Raeburn (rojo) y Castle (azul) que deben ir sumando puntos durante todo el año escolar, para al final ser premiados por sus logros académicos. De allí vienen Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytheryn. La entrada al colegio está prohibida para los curiosos.
Hotel Balmoral. La historia que comenzó a escribirse en libretas y en cafeterías, vio su fin en la habitación 552 del Hotel Balmoral, el más lujoso de Edimburgo. Allí, J.K. Rowling dejó grabado sobre el marmol: “El 11 de enero de 2007, J.K. Rowling acabó de escribir ‘Harry Potter y las Reliquias de la Muerte’ en esta habitación”. Se sabe que después del éxito que alcanzó Rowling con sus primeros libros, ella siguió visitando los cafés y escribiendo allí, pero tuvo que dejar de hacerlo por el asedio constante de los fans.