Desde el inicio de la Historia, el ser humano no ha dejado nunca de moverse por los cinco continentes, y el pueblo gitano es el máximo exponente de ello. El origen de este pueblo nómada no está del todo claro, pero lo más probable es que el largo viaje de los gitanos comenzara en la India hace unos mil años. Existe un largo debate sobre si los romanís vienen de allí o si la India fue simplemente una etapa más de su viaje y su origen es anterior. Por un lado, su lengua materna, el romaní, está indudablemente emparentada con el sánscrito, del que derivan otros idiomas indoarios como el hindi o el urdu. Sin embargo, los hábitos y costumbres más significativos de su cultura nada tienen que ver con los que se practican en esta región del mundo y prácticamente la única conexión que tienen con el subcontinente indio se limita al lenguaje.
Lo que sí está claro es que el pueblo gitano no ha parado de moverse desde entonces, un viaje que los ha llevado a recorrer el mundo entero y a estar presentes en prácticamente cada rincón del planeta, desde las montañas de Nepal hasta el mar Caribe. Los romanís o rom —como se conocen en su lengua— se expandieron hacia Oriente Próximo, donde establecieron comunidades, principalmente, en Turquía y Egipto —el término gitano proviene de egiptano—. Desde Turquía cruzaron el estrecho del Bósforo para adentrarse en Europa hace ya más de 600 años.
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Su presencia inicialmente genera curiosidad entre los europeos, pero el exotismo de sus costumbres y su lenguaje extraño hacen que pronto las élites cristianas comiencen a tratar el asunto como un problema. Además, su estilo de vida nómada chocaba frontalmente con la producción establecida en Europa, de carácter feudal y sedentario, donde cada señor feudal controlaba a los campesinos de su territorio y administraba todos los recursos. Los gitanos se vieron forzados a decir que eran peregrinos como única manera de conservar sus costumbres y hábitos.
Una persecución olvidada
Esta situación no era sostenible a medio plazo: el pueblo gitano no iba a renegar de una forma de vida que era parte esencial de su cultura y las excusas pasajeras no iban a contentar a ninguna de las dos partes. Ni los reyes y señores feudales concebían que hubiese gente viajando por sus territorios sin rendir pleitesía a nadie y sin trabajar para ellos ni la Iglesia toleraba otras religiones, y además ambos necesitaban crear un enemigo que distrajese a las masas de campesinos hambrientas para evitar cualquier intento de alterar el orden. Este cóctel puso inmediatamente en el punto de mira a los gitanos, que desde la segunda mitad del siglo XVI fueron brutalmente perseguidos por toda Europa, En Alemania se redactaron leyes que aprobaban la impunidad del asesinato de romanís, en España se organizaron grandes redadas para masacrarlos y, en general, se los expulsó de un buen número de territorios.
El pueblo romaní malvivió en estas condiciones durante varios siglos, hasta que bien entrado el siglo XVIII surgieron las primeras revueltas gitanas, que afectaron especialmente a Rumanía, donde había más de medio millón de gitanos esclavizados. Ahí comenzó la gran lucha por conseguir la igualdad legal con el resto de los ciudadanos y eliminar la gran cantidad de leyes antigitanas que existían. En España, por ejemplo, hubo hasta 250 leyes de este tipo en 479 años de Historia. Esta lucha todavía continuó por dos siglos y no fue hasta casi al final del siglo XX cuando los romanís consiguieron el estatus de ciudadanos de pleno derecho en toda Europa, tras la que ha sido una de las mayores persecuciones étnicas de toda la Historia.
Paralelamente a estos acontecimientos, muchas familias gitanas emigraron de Europa hacia otras partes del mundo en busca de un lugar seguro donde poder continuar su estilo de vida. Esa búsqueda las llevó a explorar los cinco continentes, aunque la mayoría de sus comunidades emigrantes se asentaron, sobre todo, en Asia central —donde había familias gitanas desde la primera migración— y América. En general, por mucho que los países en los que viviesen no tuvieran leyes antigitanas, esa igualdad nunca llegó a alcanzarse de facto y el pueblo gitano continuó —y continúa— siendo objeto de muchos estigmas y prejuicios que les dificultaban sobremanera el acceso a los medios para ganarse la vida.
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El Holocausto gitano
Uno de los episodios más terribles y olvidados del nazismo fue la limpieza étnica a la que sometieron a los gitanos, encerrados en los campos de concentración, esterilizados y masacrados. Las tres cuartas partes de los gitanos que vivían en Alemania fueron asesinados por el Tercer Reich, que junto con sus aliados acabó con la vida de más de medio millón de romanís en toda Europa y dejó una cicatriz imborrable en la memoria colectiva gitana en un capítulo conocido como Porraimos o Samudaripen
Esta persecución fue eclipsada por la que sufrieron los judíos —la llamada Shoá—, frente a la que la comunidad internacional sí mostró una gran voluntad de restaurar el daño en la medida de lo posible apoyando una de sus mayores aspiraciones históricas: la creación del Estado de Israel. Estas diferencias en la manera de reconocer las penurias sufridas esconden la eterna estigmatización hacia los gitanos como ciudadanos de segunda. La propia Alemania no reconocería que los romanís fueron objeto de persecución nazi hasta 1982, casi 40 años después de la caída de Hitler.
Para ampliar: “El Holocausto, de la indefinición al negacionismo”, Meng Jin Chen en El Orden Mundial, 2018.
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Las heridas abiertas fueron transmitiéndose de generación en generación mediante tradición oral hasta llegar a las generaciones actuales, que todavía reivindican su memoria histórica y su cultura. Tras la barbarie, se encontraron con un nuevo mundo de apariencia más justa y tolerante que hablaba de libertad y derechos humanos, pero aquello nunca llegó del todo. Donde los romanís esperaban autocrítica la sociedad paya devolvió más racismo y discriminación, que fomentaron la desconfianza entre un pueblo desconfiado de sus antiguos perseguidores.
No obstante, estos intentos por erradicar su forma de vida y su cultura no hicieron más que reafirmarlos y defenderlas ferozmente de la represión. Durante cientos de años, el pueblo gitano mantuvo sus medios de vida tradicionales a pesar de las dificultades, pero hubo una entidad —la más poderosa de los siglos XX y XXI— que finalmente los hizo abandonar muchos de sus hábitos: el mercado.
Los gitanos en el siglo XXI
Desde que se tiene constancia de la presencia de gitanos en Europa, este pueblo ha sido descrito como una comunidad nómada e itinerante. Su modo de vida tradicional coincide con el de otros pueblos nómadas del mundo, aunque con el tiempo lo han ido adaptando a los territorios en los que se movían. Por siglos, los gitanos destacaron en la producción artesanal de diferentes objetos, como la cestería o la herrería, que luego vendían de forma ambulante. También han destacado históricamente por su faceta artística, que han sabido explotar a través de representaciones en calles y plazas.
Al igual que muchas otras comunidades nómadas, los romanís eran ganaderos itinerantes y en sus caravanas se podían encontrar todo tipo de animales domésticos, como caballos, cabras u ovejas. También eran reconocidos por su capacidad manual, que les permitía arreglar los objetos rotos de la gente a cambio de una compensación. Sin embargo, muchos de estos oficios fueron perdiendo su valor por culpa de la Revolución industrial, que cambió por completo el modelo de producción y desterró la artesanía a un lugar marginal. Las cestas o los utensilios de hierro pasaron a fabricarse masivamente en las grandes factorías, al igual que productos como el textil, y los gitanos se vieron obligados a buscar otros medios de vida.
Para ampliar: “Oficios y profesiones”, Asociación Secretariado General Gitano, 2000
El trabajo realizado por el pueblo romaní, basado en la producción artesana y centrado más en la supervivencia que en el beneficio económico, no terminaba de casar con la nueva industria capitalista, necesitada de mano de obra barata y fija, disponible en cualquier momento; en una palabra, sedentaria. El capitalismo industrial no concebía que estas comunidades nómadas fueran productivas y condicionó su acceso al trabajo a que se establecieran y adoptaran un oficio asalariado. Especialmente a partir de los años 60, la población gitana se fue asentando progresivamente en las ciudades para trabajar en fábricas y en mercadillos ambulantes, donde vendían el excedente que no se comercializaba en centros comerciales o tiendas textiles
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Los romanís fueron incorporados al mercado laboral como mano de obra no cualificada y en unas condiciones peores que sus semejantes payos. En Europa, a pesar de que dos tercios de la población gitana activa desempeña algún trabajo pagado, el 90% del conjunto de los romanís viven bajo el umbral de la pobreza. Sus principales ocupaciones son el trabajo doméstico, la construcción, la venta ambulante y la recolección de chatarra, trabajos que se encuentran entre los peor pagados. Una de las principales razones es la baja escolarización de los romanís: en Europa solo el 15% de ellos han completado la educación secundaria, por lo que su acceso a trabajos cualificados —incluidos los poderes del Estado— es muy limitado. Los menores comienzan a trabajar para la familia desde muy pronto y se ven obligados a dejar la escuela, aunque tampoco ayudan los episodios de racismo que sufren en ellas.
La influencia gitana en el mundo
A pesar de la falta de educación secundaria y universitaria, los romanís han desarrollado y perfeccionado ciertas actividades en las que se han convertido en auténticos referentes mundiales. La inventiva zíngara que describía García Márquez en Cien años de soledad no es mera ficción: la prueba está en la cantidad de disciplinas que hoy en día no serían lo mismo sin el pueblo rom. La música o el baile son las primeras que nos vienen a la cabeza, pero también han influido enormemente en otras artes, como el cine y la moda. Charlie Chaplin, una de las primeras superestrellas del cine mundial y una de sus figuras más reconocibles, nació en un campamento gitano a las afueras de Birmingham. Elvis Presley, el rey del rock, también posee orígenes romanís por parte de su madre, miembro de una familia de gitanos alemanes que emigró a Estados Unidos
Sin embargo, el verdadero legado de los gitanos se encuentra en sus artes populares, surgidas de los campamentos itinerantes y perfeccionadas por maestros que les dieron fama mundial. Los mayores exponentes los encontramos por un lado en el flamenco y por otro en el jazz manouche o gypsy jazz —‘jazz gitano’—, géneros musicales respectivamente creados por los romanís españoles y franco-belgas. Entre estos músicos encontramos algunas de las figuras más relevantes de la música del siglo XX, como Django Reinhardt, que conquistó el mundo con su jazz a pesar de haber perdido de joven dos dedos en un incendio de su caravana. La música y baile flamencos, por su parte, han influido en España hasta fundirse por completo en su cultura y adquirieron fama mundial cuando gitanos como Camarón de la Isla o Diego el Cigala la interpretaron por los escenarios del mundo.
Su arte y costumbres también han influido en algunos de los mayores artistas de la Historia, como Picasso o Van Gogh, y en el mundo de la moda con los vivos colores y las formas originales de sus vestidos. En general, el colorido y exotismo de los romanís y la romantización de su estilo de vida fueron una continua fuente de inspiración para una gran cantidad de artistas. El Romancero gitano, de Lorca, es otro buen ejemplo que además contribuyó a la internacionalización del gitano flamenco español.
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Un futuro lleno de incógnitas
Aunque seguramente lo peor ya ha pasado, el pueblo gitano sigue siendo objeto de prejuicios y estigmas racistas que lastran su acceso a unas condiciones generales de vida digna y que ocasionalmente se plasman de nuevo en leyes y decretos. En Francia resucitaron viejos demonios cuando en 2010, en pleno estallido de la crisis financiera, el Gobierno de Sarkozy culpabilizó a los romanís de todos los problemas del país e inició un plan para expulsar a los gitanos en situación irregular
La ascendente ultraderecha supone, por ello, un gran problema. El avance de posiciones racistas en algunos de los países con más gitanos del mundo, como Brasil, Francia o Grecia, vuelve a poner en el punto de mira a los romanís, acusados de causar unos problemas económicos y sociales que son precisamente aquellos que más sufren los propios gitanos, y se los intenta condenar a la marginalidad más absoluta o a la deportación. Estas posiciones refuerzan los estereotipos negativos sobre los romanís y fomentan una división que se basa en gran parte en el desconocimiento.
Esto no afecta exclusivamente al pueblo gitano; es algo que comparten muchas comunidades pobres en los países occidentales. Como sucede en la mayoría de las ocasiones que juntamos esta mezcla de pobreza y marginalidad, el resultado es que algunos romanís han visto la salida en la delincuencia al ver denegado su acceso a trabajos de calidad. Este pequeño porcentaje, dentro del cual la mayoría practica delitos menores, como el narcomenudeo, ha definido la imagen de los gitanos a ojos del resto de la sociedad y ha servido de combustible para reforzar las visiones de quienes los consideran delincuentes y culpables de los males sociales —un grupo, desgraciadamente, no tan pequeño—.
Para ampliar: “En la ‘casa común europea’ no hay sitio para los gitanos”, Marcos Ferreira en El Orden Mundial, 2015
Los romanís nunca han sido muy proactivos a la hora de integrarse en otras comunidades, en parte por el miedo y la desconfianza y en parte por su propia idiosincrasia. Aun así, siempre se han relacionado con las comunidades en las que se asientan intercambiando productos e incluso vocabulario. El romaní es una de las lenguas más vivas del mundo, adaptada de mil formas a los idiomas con los que ha convivido, una muestra más de la habilidad de este pueblo para adaptarse a diferentes entornos.
La integración exitosa del pueblo gitano depende de las dos partes y debe partir de un reconocimiento no solo de las diferencias, sino también de su memoria histórica. Dentro de la propia comunidad gitana se están desarrollando importantes cambios que pueden ser aprovechados para mejorar la integración, como el empoderamiento de sus mujeres con las ideas del feminismo gitano. Del resultado de estos cambios y de los que deben llegar en el resto de la sociedad depende en gran medida una integración sana y duradera. Los modos de vida del pueblo gitano y los de las sociedades donde conviven no tienen por qué confrontarse necesariamente, pero para ello será imprescindible el entendimiento y el respeto mutuos. La recompensa puede ser enorme para ambas partes.
Tras las huellas del pueblo gitano fue publicado en El Orden Mundial - EOM.