Revista Cultura y Ocio
Recorrer las tierras manchegas siguiendo alguna de las etapas de la Ruta del Quijote supone realizar un viaje en el tiempo que combina tradición, arte, naturaleza y gastronomía. Este recorrido, declarado en 2007 Itinerario Cultural Europeo, permite visitar La Mancha y a la vez seguir fácilmente las correrías del «caballero de la triste figura» y su inseparable Sancho Panza, ambos protagonistas del Quijote, una de las obras cumbre de la literatura universal, que fue escrita por Miguel de Cervantes en el siglo XVII.
El mapa de la excursión tiene Consuegra como punto de partida. Esta localidad de origen romano invita a pasear por rincones como el cerro Calderico, donde se ve un puñado de molinos de viento que se han convertido en el icono de estas comarcas. Junto a los molinos se erige el castillo de La Muela (siglo XII), majestuoso centinela erigido durante la Reconquista, entre cuyos muros murió en 1097 don Diego, hijo del Cid Campeador.
Olivares y cultivos acompañan en el corto trecho de nueve kilómetros hasta Madridejos, pueblo que reúne casas palaciegas, conventos y un museo dedicado al aromático azafrán manchego.
El viaje prosigue por la CM-42 hacia el sur, a través de un horizonte huidizo que se extiende hasta Tomelloso. Huella de su pasado es la Posada de los Portales, que en el siglo xvii era un hospedaje para muleros y hoy es un centro cultural. La originalidad de este pueblo son las casi cuatro mil cuevas que se usan, en muchos casos, como bodegas.
La cárcel de Cervantes
A un paso de Tomelloso se alcanza Argamasilla de Alba, para muchos el «lugar de cuyo nombre no quiero acordarme...», que exhibe varios escenarios cervantinos. Destaca la cueva de Medrano, en la que el escritor estuvo preso y donde se dice que empezó su libro. Vale la pena acercarse al castillo de Peñarroya, a doce kilómetros. Del siglo XIII y con una ermita que es destino de romerías, Peñarroya es un excelente mirador de las lagunas de Ruidera.
Retomando la CM-42 hacia Campo de Criptana, se puede hacer parada y fonda en Alcázar de San Juan y disfrutar de guisos que aparecen en la novela, como las migas de pastor y los «duelos y quebrantos» (huevos, chorizo y tocino).
Alcázar de San Juan empezó a crecer en tiempos de Roma al estar situado cerca de la calzada que unía Mérida y Zaragoza, por lo que recorrer sus calles equivale a repasar un libro de historia. En su visita destacan el torreón del Gran Prior, vestigio de la alcazaba del siglo XIII y hoy sede del Museo de los Caballeros Hospitalarios; las iglesias de Santa María (XII) y de Santa Quiteria, ésta trazada sobre planos de Juan de Herrera; sin obviar el museo de mosaicos romanos del siglo VI y el de alfarería manchega.
Luego llega Campo de Criptana, villa evocadora por esos molinos centenarios que necesitaron toda la fuerza del viento para vencer a don Quijote. El más célebre es el llamado Burleta, aunque el Culebro recibe muchas visitas pues acoge un nostálgico museo dedicado a la actriz Sara Montiel, hija ilustre del lugar.
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