Revista Psicología

Traspasa el miedo a los banqueros y al poder político y financiero

Por Gonzalo

En Publico, diario español, publican una entrevista con el historiador Josep Fontana, experto en el siglo XIX y sorprendido por el acontecer actual. La firma PEIO H. RIAÑO y me resulta interesante. De ella entresaco lo que sigue:

Reconoce que la crisis de 2008 abrió los ojos a muchos, porque entendieron que “era un fenómeno de una dimensión mucho mayor”. Por eso añade que leer varios periódicos al día es necesario para entender el mundo que vives.

“¿Cómo vas a entender el siglo XIX si no entiendes el mundo actual?”. “Desde los años setenta hemos vivido una involución, que rompió con la evolución iniciada con la crisis de los treinta”, dice. “Buena parte de las concesiones sociales se lograron por el miedo de los grupos dominantes a que un descontento popular masivo provocara una amenaza revolucionaria que derribase el sistema”, describe Fontana.

“A partir de los años setenta, los ricos pierden el miedo. Y hoy, ¿a qué revolución van a temer los banqueros? Han perdido el miedo, y desencadenan el empobrecimiento global y el enriquecimiento de su grupo. Porque es una crisis desigual, que afecta sólo a los más pobres”, cuenta. Para demostrarlo señala a los beneficios alcanzados por grupos como Citigroup o el conglomerado de lujo LVMH (Louis Vuitton y Moët Hennessy).

“Las clases dominantes han vivido siempre con fantasmas: los jacobinos, los carbonarios, los masones, los anarquistas, los comunistas. Temían unas fuerzas oscuras que medraban para un día cambiar el mundo y quitarles todo. Eran amenazas fantasmales, pero los miedos eran reales”, explica.

Con esos miedos los trabajadores obtenían de los gobiernos concesiones, y las clases dominantes mantener el orden social. El primero en introducir medidas de seguros sociales en Europa fue, justamente, Bismarck, con el objetivo de calmar los ánimos.

Así que, para el profesor, el factor que desencadena la fase crítica, que atraviesa en estos momentos el Estado del bienestar, es la pérdida del miedo de las clases dominantes a una revuelta popular. Hasta los setenta se vivió el impulso que “permitió el reparto equitativo de sus frutos y un cierto avance de libertades”. “El modelo construido en Europa como fruto de siglo y medio de luchas sociales era destruido. Ni siquiera el fascismo logró lo que ha conseguido el capitalismo”, sentencia.

La prueba está en que “hay un momento en que la amenaza de una revolución subversiva del comunismo ya no existe y los poderosos entienden que ya no tienen amenazas”. Esas intimidaciones, para Fontana, han permitido transformar la sociedad europea desde la Revolución Francesa hasta los años setenta del siglo XX. Justamente, una de las ideas claves de la obra de una ambición inédita en la historiografía española es la creación del aparato económico de organizaciones empresariales que se aúnan para plantarle cara a la agitación.

Hasta aquí la entrevista. Me ha parecido muy interesante la idea central del miedo que, según  nos explica el historiador, ha sido clave, cuando las clases dominantes lo han sentido, para la construcción del llamado Estado del Bienestar y para, cuando lo han perdido, su desmantelamiento.

Podríamos decir, por tanto, que desde los años 70 del pasado siglo se ha producido un intercambio fatal en el mundo occidental (tan dado a mirar por encima del hombro o ignorar directamente al resto de la humanidad) entre sus clases populares y medias y sus clases dominantes. Éstas han transferido su miedo a aquéllas y aquéllas la parte del león de la riqueza generada a éstas. Y así estamos.

La izquierda política busca su base social, en medio de la confusión de clases sociales y demás, y no entiende o se asombra de que ésta, o una buena parte de ella, apoye de buen grado, política, cultural, económica y electoralmente a la derecha.

La derrota, en mi modesta opinión, no se debe sólo al miedo, (si bien éste tiene una capital importancia, en la medida en que las clases dominantes han dejado de tenerlo y, por tanto, no creen en la necesidad de negociar un nuevo pacto social y las clases dominadas están paralizadas por el mismo), sino al avance imparable del individualismo, que es, junto al miedo, la piedra angular sobre la que el neoliberalismo ha edificado su triunfo.

Esta victoria no tienen por qué ser irreversible. Bastaría cambiar el modelo. Es decir, transfiramos a las clases dominantes nuestro miedo y comprobaremos, algunos quizás asombrados, que ellos empiezan a ceder riqueza, medios y a cambiar de actitud y dar por buena la negociación de un nuevo pacto social que supere, con creces, lo que hemos tenido hasta ahora y que, según nos cuentan los medios de comunicación y los políticos serviles, en las actuales circunstancias es insostenible.

Necesitamos un rearme moral y cultural. A esta labor están llamadas todas las inteligencias críticas sin excepción. La hora de pasar al ataque ha llegado. Y una de las primeras acciones es dejar de ser cerebros disponibles, rechazar los mantras, consignas, eslóganes y campañas que los neoliberales, a veces disfrazados, nos van a lanzar encima. Otra, formarse. Necesitamos formadores (y esto puede entenderse como una crítica a las organizaciones políticas de izquierda y a los sindicatos de clase), que nos ayuden a recuperar el terreno, mucho, muchísimo, cedido y perdido (aunque recuperable).

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