LOS BOSQUES SERÍAN DEMASIADO SILENCIOSOS SI CANTARAN SÓLO LOS PÁJAROS QUE MEJOR LO HACEN. H. van Dike
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Los países del Norte suelen reclamar los Tratados de Libre Comercio para sus intercambios mercantiles con países de economías generalmente intervenidas por los gobiernos. Para los primeros se trata, a la sombra de acuerdos que les favorecen, de ejercer un colonialismo en el que colocar sus productos, en países emergentes y con grandes posibilidades de crecimiento.
El sistema capitalista, unido al proceso de globalización de la economía, anima a que los países menos favorecidos se vean sometidos a unas relaciones asimétricas en las que resultan perjudicados. De este modo, mientras se exige a las naciones del Tercer Mundo que abran sus fronteras al comercio y terminen con el proteccionismo de su aparato productivo, EEUU y Europa no hacen lo mismo en sectores tan sensibles para los primeros como son los subsidios a la agricultura y al sector ganadero. De la misma manera, resulta llamativo cómo al mismo tiempo que se les exige tener una conciencia ecológica, países como EEUU -uno de los países más contaminantes del mundo- no firman los acuerdos de Kioto o Copenhague.
Los estados ventajistas exigen respeto a los derechos humanos, pero algunos de ellos torturan con el beneplácito de sus jueces, disponen de la pena de muerte o campean a sus anchas en intervenciones militares llevadas a cabo en terceros países, que consideran extratégicos para sus intereses comerciales.
Es muy probable que, si quienes reclaman con tanto ahínco los Tratados de Libre Comercio, cumplieran con lo mismo que exigen a otros, se encontrarían con una fuerte contestación en ámbitos como el agrario, lo que llevaría a perder muchos votos a los partidos gobernantes. De la misma manera, el sector industrial y energético se vería mermado si sus industrias contaminantes tuvieran que cumplir las mismas directivas, independientemente del lugar en el que se encuentren ubicadas sus empresas.
En momentos de incertidumbre económica global, no resulta muy equitativo pedir a países menos favorecidos liberar su economía, mientras los estados occidentales más golpeados por la crisis realizan políticas proteccionistas sobre su sistema financiero, al tiempo que liberan recursos para sostener sus sistemas productivos estratégicos.