Sin embargo, ¿cuál es realmente el impacto de las informaciones sobre alimentación contenidas en las revistas en la génesis y mantenimiento de los hábitos alimentarios de las lectoras? Cabe mencionar que la adolescencia y los primeros años de juventud son las etapas evolutivas en las cuales se consolidan casi definitivamente los patrones alimentarios que predominarán durante la vida adulta [7, 8]. A pesar de que desde la primera infancia los hábitos en materia de alimentación que las criaturas observan en casa van impregnando, en la adolescencia y la juventud se produce una progresiva independización de los padres que propicia un control cada vez mayor de la persona respecto a su propia ingesta alimentaria. Este cambio, influido evidentemente por agentes como la escuela, las amistades o los mass media, no siempre es para mejor y parece que juega un papel muy importante la información que la/el adolescente tenga sobre los hábitos alimentarios correctos, así como la percepción que tenga de la propia salud y las expectativas de control sobre la misma [9]. Especialmente, la última de las variables que acabamos de mencionar parece ser de vital importancia, ya que si una persona percibe que no puede hacer nada para mejorar su salud es previsible que tampoco hará nada para mejorar sus hábitos alimentarios. A mi parecer, la asociación entre salud y peso puede estar reforzando la idea falaz de que no es posible mejorar la salud a través de la alimentación, al igual que no es posible obtener el aspecto de las modelos sólo a través de ésta.
“Si una persona percibe que no puede hacer nada para mejorar su salud es previsible que tampoco hará nada para mejorar sus hábitos alimentarios”
Es sabido, además, que tanto el género femenino como la edad joven son factores de riesgo para el desarrollo de trastornos alimentarios, tales como la anorexia y la bulimia. Factores de género, como la inculcación de la preocupación por agradar a los demás, aumentan la vulnerabilidad a los mensajes del entorno. De esta manera las jóvenes interiorizan, en menor o mayor grado, el ideal estético actual, encarnado por mujeres delgadas, con aspecto enfermizo y de formas masculinizadas. Desde hace ya varios años parece que la tendencia aún a peor, dado que cada vez se impone más el modelo corporal generalmente delgado pero con un pecho voluptuoso (prácticamente imposible de conseguir desde un punto de vista fisiológico). Paralelamente, ya no se observan tantas modelos con aspecto típicamente enfermizo sino que, encima, algunas parecen saludables y felices [6]. Esto nos hace pensar que se puede estar acentuando la relación ficticia entre cuerpo delgado y apariencia saludable, cuando realmente una persona que goce de buena salud suele situarse en el peso que le corresponde por altura. En este sentido, en un trabajo [8] en el que se consideraron variables biológicas (como el IMC), psicológicas (como la autoestima) y sociales (como la peer pressure hacia el adelgazamiento), se encontró que la insatisfacción corporal era la variable mediadora entre el IMC y las dietas restrictivas. Es decir, no es tanto el estado objetivo de la persona como la representación mental de este estado la que la conduce a uno u otro patrón alimentario. De hecho, se encuentran imágenes corporales alteradas y las consecuentes prácticas dietéticas restrictivas entre adolescentes de todas las franjas de peso, incluyendo las que se encuentran objetivamente en un peso saludable [10].
“La insatisfacción corporal es la variable mediadora entre el IMC y las dietas restrictivas”
Todo esto, sin embargo, nos remite a una pregunta fundamental: ¿cómo se alimentan actualmente las personas jóvenes, entre las cuales se hallan las consumidoras potenciales de las revistas “femeninas”? Un estudio llevado a cabo con población turca nos da la primera pista: en casi un tercio de la muestra analizada se observó un patrón anormal de actitudes alimentarias de acuerdo con el Eating Attitudes Test (EAT), concretamente, en un 25 % de los chicos y casi un 40% de las chicas [11]. Lo más interesante de este estudio, sin embargo, es que las actitudes alimentarias anómalas y el deseo de perder peso se relacionaron positivamente con un consumo elevado de frutas y verduras, consumo en principio deseable. No obstante, cabe decir que el consumo de estos alimentos experimenta un descenso notable desde la adolescencia temprana (cuando la dieta es aún controlada en gran parte por los padres) hasta la adolescencia tardía (cuando la persona ya decide en mucha mayor medida sobre la su alimentación) [12]. En la misma línea, se ha visto que esto ocurre también con otros nutrientes, con lo que la calidad final de la dieta tiende claramente a la baja. Además, la dieta es más pobre entre las mujeres de clase baja y en aquellas que no finalizan estudios secundarios.
“El consumo de frutas y verduras experimenta un descenso notable desde la adolescencia temprana (cuando la dieta es aún controlada en gran parte por los padres) hasta la adolescencia tardía (cuando la persona ya decide en mucha mayor medida sobre la su alimentación)”
En general, parece ser que los conocimientos de salud de las jóvenes no son tan buenos como sería de esperar considerando la información que tienen al alcance en la actualidad procedente fuentes fiables [13]. Es probable, pues, que otras fuentes de menor calidad estén ejerciendo una fuerza hacia el sentido contrario. El papel de las revistas dirigidas a mujeres jóvenes, que no han demostrado ser agente de promoción de una alimentación saludable sino más bien todo lo contrario, seguramente sea central en esta inecuación, que de momento no parece decantarse hacia el lado óptimo.
Referencias
7. Larson, N. (2008). A longitudinal investigation of diets in transition: What influences dietary patterns during the transition from adolescence to young adulthood? Dissertation Abstracts International: Section B: The Sciences and Engineering, 68(8-B), 5146.
8.Bain, N. (2007). A biopsychosocial model of dieting behaviors in adolescent females: A longitudinal study. Dissertation Abstracts International: Section B: The Sciences and Engineering, 68(6-B), 4122.
9. Wills, T., Isasi, C., Mendoza, D. & Ainette, M. (2007). Self-control constructs related to measures of dietary intake and physical activity in adolescents. Journal of Adolescent Health, 41(6), 551-558.
10. Malinauskas, B., Raedeke, T., Aeby, V., Smith, J. & Dallas, M. (2006). Dieting practices, weight perceptions, and body composition: A comparison of normal weight, overweight, and obese college females. Nutrition Journal, 5:11.
11. Bas, M. & Kiziltan, G. (2007). Relations among weight control behaviors and eating attitudes, social physique anxiety, and fruit and vegetable consumption in Turkish adolescents. Adolescence, 42(165), 167-178.
12. Larson, N., Neumark-Sztainer, D., Hannan, P. & Story, M. (2007). Trends in Adolescent Fruit and Vegetable Consumption, 1999-2004: Project EAT. American Journal of Preventive Medicine, 32(2), 147-150.
13. Rivas, R. & Fernández, P. (1996). Conocimiento y creencias sobre la salud en la adolescencia. Psicología Conductual Revista Internacional de Psicología Clínica y de la Salud, 4(1), 97-108.
El artículo Tratamiento de temas alimentarios en las revistas dirigidas a mujeres: ¿fuente de (des)información? (y II) apareció publicado primero en Dietistas-nutricionistas, portal de nutrición.