Revista Comunicación

Tratando a la gente como cosas

Publicado el 13 febrero 2014 por Libretachatarra

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DOCE AÑOS DE ESCLAVITUD
data: http://www.imdb.com/title/tt2024544
Hay un mucho respeto por la historia que se está contando. Por eso, “Doce años de esclavitud” no es un gran guión, en el sentido de que no vamos a ver ninguna novedad estilística, ningún truco dramático que no hayamos visto ya. La película es muy lineal. Seguramente porque la historia de Solomon Northup merecía el respeto de no innovar. Simplemente mostrar los hechos por más descarnados que fueran. Y dejar reflexionar al espectador sobre lo que está viendo. Ése es el mayor logro de la película de Steve McQueen, aunque atente contra la originalidad del film.
Solomon Northup era un negro libre que, en 1840, fue secuestrado y vendido como esclavo a un traficante en Nueva Orleans, donde pasó doce años en esclavitud hasta que fue rescatado. En el sur, Northup pasa a ser propiedad de dos dueños: uno relativamente bueno y otro completamente malvado. Si con el primero tenía alguna posibilidad de mejoría, con el segundo sólo era un mero intento de sobrevivir, ante el sadismo de un dueño con fama de ser un “quebrantador de negros”.
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La descripción de esos años de esclavitud es todo lo dura que debe ser. La película no ahorra los azotes, la violencia de la vida cotidiana. No es gratuita ni tampoco algo que no hayamos visto. No hay regodeo en el dolor. Pero la historia amerita que se cuente ese lado. (Paradigmática, la escena de los azotes a Patsy).
Hay un recurso que vale destacar en la historia. El modo en que se muestra cómo reaccionan las personas cuando culturalmente han sido condicionados para considerar normal lo que no debe ser normal. Personas que pueden considerarse a sí mismas buenas, temerosas del Señor, son capaces de hacer maldades sin detenerse a pensar lo que están haciendo. Una escena es significativa al respecto. Northup es castigado por pegarle a un capataz. Lo dejan colgando del cuello, en medio de un barrial, atadas las manos a la espalda. Sólo puede sostenerse en puntas de pie, para no ahorcarse. En esa posición queda varios minutos, mientras van a buscar a su dueño. Los otros esclavos pasan al lado, realizando las tareas de la granja, sin molestarse a mirarlo. Eso forma parte del paisaje. Corrijamos: el horror forma parte del paisaje cotidiano.
Podemos mencionar otras escenas, como la esclava que es obligada a separarse de sus hijos o el consejo de la madre de Patsy de dejarse ser un objeto sexual de su amo. En todas ellas, las personas decentes realizan actos indecentes, sin registrar lo que están haciendo.
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Ese punto es motivo de reflexión. Porque historias como la de Northup nos pone en perspectiva como ninguna creencia debe ser seguida sin autoexaminarse si es apropiada o es una superstición de la época. ¿Cuántos de nuestros principios, nuestros dogmas, no resistirán el paso del tiempo? ¿De cuánto podemos estar seguros, de cuánto no tendremos que avergonzarnos en el futuro?
Otra observación que se repite en la historia de Northup es que las mayores canalladas se producen cuando uno deja de considerar al otro como una persona. En varios diálogos del filme, los personajes se autojustifican con el argumento de que cada uno hace lo que quiere con su propiedad. La propiedad son seres humanos. Pero eso no es percibido como una limitación. Porque hay una ley que permite traficar con seres humanos. La ley es una aberración. Pero da tranquilidad de conciencia a los perezosos. Si es legal, no debe de ser malo. Así que podemos seguir haciéndolo aunque no sea ético.
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Un punto muy fuerte de la película es el puñado de muy buenas actuaciones. Soberbio Chiwetel Ejiofor como el protagonista, en el mismo escalón que Lupita Nyong’o en su rol de la atormentada Patsy. Michael Fassbender da otro personaje memorable, un villano atormentado por el deseo sexual a su esclava, que no termina de desarrollarse dramáticamente porque la liberación de Northup lo deja en paréntesis. ¿Qué será de su vida o la de Patsy?
¿Por qué ver películas como “Doce años de esclavitud”? No para condenar la esclavitud que ya está históricamente condenada. Sino para anticiparse, mediante esta gimnasia mental, de las nuevas formas de esclavitud, las actitudes nacidas del prejuicio que desarrollamos con tranquilidad porque nos creemos que somos muy superiores a los esclavistas del siglo XIX. Toda generación tiene sus supersticiones. Es obligación de cada uno identificarlas y curarse de esa enfermedad del prejuicio. Racial, sexual, religioso o político. Para el caso, es igual.
En suma, una película para ver. Sin grandes fuegos artificiales, pero correcta y digna.
Mañana, las mejores frases.


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