En pleno 2019, en España, en la capital del país hay frases y imagenes que uno oye y ve a diario que sorprenden y que recordamos incontrolablemente. Algunas de estas imágenes o frases que pillas al vuelo te hacen rememorar épocas de tu vida, de la vida de otra gente, te hace recordar épocas de la humanidad, a veces agradables y otras, por desgracia, totalmente opuestas.
En España como en el mundo entero era muy normal tener algún esclavo trabajando bajo las órdenes de algún conde, duque, algún mercader adinerado, y cualquier otra persona de clase alta, remarcó que el la época que los esclavos eran legales era una sociedad muy clasista. Pero en España concretamente fueron desapareciendo estos hacia 1766, más correctamente, en la Península Ibérica, ya que en territorio español en “las Américas” era algo exageradamente común. Pero definitivamente en se prohibió la posesión de estos en 1837, considerando al fin todo ser humano merecedor de ser tratado por igual, afirmación que actualmente sigue siendo falsa como bien se sabe. Es muy triste que se deba hablar de esclavitud y de clasismo en pleno siglo XXI, ya lo es ver la historia marcada por esa degradación del ser humano que encima sea un concepto que se debe escuchar a día de hoy.
Es que aunque la esclavitud fuera abolida no a llegado a oídos de todos, no todo el mundo es consciente que todos somos hijos de alguien, que más o menos adinerados todos tenemos derechos, todos deberíamos ser tratados como iguales, no debería sentirse nadie con derecho de faltar al respeto a una persona, ni por su sexo, ni por su religión, ni su color de piel ni su forma de ganarse el pan. Pero tristemente he podido hablar con gente de hostelería, que seguro no son los únicos, que aseguran sentirse esclavos, sentirse personas inferiores al ser tratados como tal por clientes que se creen con ese derecho y que nosotros apoyamos con la falsa afirmación propia de este sector: “El cliente siempre tiene la razón”.Hablando con camareros de diversos locales de gran parte de España he comprobado que la educación es más abundante en un territorio que en otro pero que nadie se salva de ser humillado un mínimo de dos o tres veces al mes por clientes que quieren ahorrarse un dinerito, por gente que que llevan un mal día y quieren desahogarse o, peor, por gente que se cree superior. Tras todo trabajador, sea del sector que sea hay una historia, una persona que trabaja para pagarse sus estudios, para mantenerse y/o mantener a seres queridos, personas que optan por trabajar y ganarse su propio dinero en lugar de robarlo o adquirirlo de formas moralmente debatibles, y no lo hacen para conseguir el desprecio de otros. Hablando con Jaume, un chico de Barcelona, estudiante, me comentó la anécdota que le tocó vivir recientemente, la de un chico que atiende a una mesa intentando ser simpático para pasar una jornada más alegremente y acaba recogiendo tazas del suelo porque a unos señores bien trajeados no les gusto el café y negándose a pagar decidieron arrojar sus bebidas al suelo exigiendo hablar con el encargado. También me llegó el despido de un amigo en Granada por saludar a unos clientes, dándoles los buenos días y al no obtener respuesta repitió el deseo de que tuvieran un buen día, ante la mirada de los clientes de arriba a abajo y ver que el trabajador que los atendía llevaba un brazo tatuado y una dilatación en cada oreja le ordenaron ser atendidos por una persona “decente” acabando la frase de una “hermosa forma”: llama a un camarero de verdad y tu ve a pincharte y no molestes, delincuente. Duras palabras para una persona que no llegó a pronunciar más que un deseo de que tuvieran un buen día y pedir en que les podía ayudar. Y aquí no acaban las historias de despreció en la hostelería, porque hay gente que juzga por la imagen pero hay gente que no duda en llamar ladrón o insultar a familiares de trabajadores por normas de empresa o por precios impuestos, obviamente, por los dueños, porque creo que ha más de uno le iría genial recordar que la persona que lo atiende rara vez es el dueño, lo cual significa que no tiene ni voz ni voto a la hora de tomar decisiones como que precio tiene el café. Pero es que tampoco podemos ver a un camarero actuando correctamente, os explicaré la historia para que lo entendáis; hace poco, en Madrid, una camarera tuvo que presenciar una humillación de un padre acia su propia hija, una niña de apenas 5 o 6 años, que delante de sus amigos tuvo que oír a su progenitor llamarla “trozo de mierda”, “gilipollas” le gritó su deseo de no haberla tenido nunca y que no la quería ver más en un rato, que se fuera a jugar o le “giraría la cara”, también por lo que supimos la niña había guardado en su estuche unos bolis que habían derramado su tinta manchando su mochila, como si se acabara el mundo, pero lo triste era ver al público indiferente a su alrededor, pero la camarero no lo quiso tolerar y aprovechando que estaba sentado en una mesa se aproximó y dió las buenas tardes, interrumpiendo la bronca del padre, y dirigiéndose a la niña le ofreció unas chuches que tenían en el local, pidiendo al padre si deseaba algo de beber y repitió la pregunta a la niña, el “amable señor” le cogió las chuche y las lanzó al suelo, ordenandole que le pusiera un café solo, con hielo y sacarina, pero con mucho hielo, afirmando que ya los conocía y que era una ladrona y advirtiéndole de que no se acercara a su hija, que quien se creía que era. Ante la exaltación del cliente el dueño del local regaño a la trabajadora diciéndole que atendiera, pusiera el café y dejara tranquilos a los clientes. Dió igual el hecho de que acabarán de amenazar a una de sus trabajadoras, que le hubieran faltado al respeto o que su cliente estuviera amenazando de golpear a una niña pequeña que obviamente salió corriendo con la carita llena de lágrimas hasta resguardarse detrás de un banco y seguir con su llanto desenfrenado.
Estás histórias por exageradas que puedan parecer son reales al 100% y han transcurrido este 2019, y no son las únicas,, como decía todo trabajador de hostelería afirma sentirse humillado y totalmente desamparado por su jefe unas tres o cuatro veces al mes. Y es cierto que la esclavitud fue algo horrible, no comparable, ciertamente que hoy en día no se trabajan 24 horas por una cama de paja y un trozo de pan, pero tampoco creáis que se trabajan 8 horas y 40 a la semana, eso es algo poco habitual, lo normal en la hostelería es superar las 50 horas semanales, por un sueldo para nada correspondiente a la cantidad de horas y al trato recibido en el puesto de trabajo, porque aunque alguno es diferente y racionalmente correcto, la mayoría de los jefes y/o dueños intentarán evitar conflicto con cualquier cliente, aunque en el momento esto implique que su empleado sienta una mayor humillación, que intentará calmar a la marcha del consumidor diciendo que haga oídos sordos, algo que cura cualquier humillación como podéis deducir. Hay miles de páginas hablando de si un camarero ha sido borde, si el trato a sido correcto, opinando sobre la comida el servicio y el local, pero lo que los lectores de estas páginas nunca se plantean es si hizo algo el escritor para merecer un mal trato, quizás tratan sin ningún respeto al trabajador, humillarlo o tratarlo imperativamente sin llegar a reflexionar que tras la camisa y el mandil hay un ser humano.
El clasicismo existe y convivimos con él a diario, según nuestra riqueza o posición social o según nuestro trabajo puede que no lo notemos, pero hay gente que vive a diario con este,con las humillaciones y la total inexistencia de respeto hacia él. Al igual que nos gusta que el camarero sea simpático y tenga un buen trato hacia nosotros ¿nos hemos planteado nunca que a la inversa pueda pasar lo mismo?¿Cuántas veces hemos intentado defender a un trabajador que está sufriendo por culpa de un cliente? Hoy en día he visto llorar a muchos trabajadores por culpa de clientes, de jefes que interponen ganar un euro antes de defender a su camarero o camarera, de jefes que se burlan de situaciones humillantes para sus empleados. El dueño de un local me contó entre carcajadas que un cliente había sacado una foto por debajo de la falda de una camarera, nadie más se rio, no volvimos a coincidir, no valía la pena. Hay gente que hace años vendería esclavos y azotaría hasta matar a familiares por estupideces, hoy no lo hacen por miedo a la prisión, pero no se ha erradicado este comportamiento, este tipo despreciable de personas que se creen superiores a otros por el motivo que sea, ninguno es suficiente.
Vivimos en una época en que agradezco pasar por una calle de un pueblecito andaluz y ver un cartel indicando que al dar los buenos días el café te saldrá un euro más barato, para motivar a la gente a saludar a la persona que estará allí ocho horas, de pie, para conseguir labrarse una vida digna, para que éste sea tratado como una persona, como un ser vivo.