Otro libro del gran John Hawkes (de quien ya recomendé El caníbal y La pata del escarabajo). Monólogo de un hombre acompañado de su hija y del amante de ésta mientras se dirigen por carreteras hacia la extinción. Prefiero no desvelar más y os emplazo al epílogo de su traductor, Jon Bilbao, y a lo que apunta sobre el sentido metafórico de la narración. No me gustó tanto como los otros dos libros, pero engancha en seguida. Un extracto: Sí, creo que una de las cosas más gratificantes de conducir de noche es, precisamente, lo poco que puedes ver, y al mismo tiempo lo mucho que ves. El niño que habita dentro de nosotros vuelve a despertar cuando conducimos de noche; las antiguas sensaciones de miedo y seguridad hormiguean una vez más. El coche está oscuro, oímos voces que no provienen de ningún sitio, los indicadores del salpicadero relucen, y simultáneamente nos movemos y no nos movemos, repantigados en los cómodos asientos igual que una noche, mucho tiempo atrás, nos repantigábamos en la cuna, con la diferencia de que la suave textura de la tapicería nos transmite la espeluznante vibración del viaje que hemos emprendido. Cuando éramos niños teníamos confianza absoluta en el conductor, aunque siempre existía la deliciosa posibilidad de un giro equivocado, de un fallo mecánico, de lo mucho de desconocido que alberga la noche. Y entonces veías algo, a un lado del vehículo o enfrente del mismo, siempre dependiendo de los faros, y cuanto más reducida y fuera de tu control fuera la visión, más significativo y placentero era lo que veías.