Perdonad, no es que me gusten los títulos soeces. Parece que vayas a ser un maleducado y a empezar a soltar ordinarieces a diestro y siniestro. Pero a ver si no es para cabrearse:HBO ya le ha dicho a David Simon que tiene cinco capítulos de una reducida cuarta y última temporada para resolver la serie. Que todo tiene que quedar finiquitado de alguna manera. Y David Simon, educado él (seguro que él no pondría palabrotas en los títulos) agradece a HBO su comprensión y que le otorguen esa posibilidad. Viejo zorro. Sabe la de series a las que no se les ha concedido esa moratoria: “no se hacen más temporadas y fuera”. Pero con ‘Treme’ no parecía haber otra salida. Apenas medio millón de espectadores es la audiencia media en USA en su tercera temporada. Aunque la reacción crítica es excelente, su visionado por canales alternativos más que aceptable y su repercusión en Europa nada desdeñable, su vocación coral y su coste de producción parecen haberla condenado de antemano. Simon lo acepta con tranquilidad, sabe que, también esta vez, el mundo acabará dándole la razón. Como con ‘The Wire’, por si alguien no lo sabe.
La tercera temporada de ‘Treme’ discurre con cierta placidez, que es propia del ritmo narrativo de la serie. Ni siquiera se reserva el socorrido recurso de la muerte de alguno de sus protagonistas como golpe final. Para qué. La esencia de una serie como ‘Treme’ no reside en golpes de guión, efectismos de ningún tipo, acción o relaciones personales marcadas por circunstancias especiales. Esa calma tensa, que es el atractivo de la serie, es al mismo tiempo su hándicap. Quien quiera escapismo pues que se mire la pléyade (vaya, nunca había escrito pléyade antes) de series en catálogo que hay por todas partes y elija otra. Con lo que me gusta, por ejemplo, ‘Entourage’, que es el reverso cool de ‘Treme’, no hay nada más opuesto, aunque estén en el mismo canal.
Por si alguno no lo leyó el no muy lejano día que la presenté en NHN, ‘Treme’ sigue las vidas de unos cuantos habitantes de Nueva Orleans tras la catástrofe del Katrina. Gente de todas clases, desde esposas de hombres adinerados obstinadas en sacar adelante la ilusión de su vida aunque esta sea un barucho de mala muerte (Ladonna, excelente composición deKhandi Alexander, conocída por CSI) hasta músicos mediocres pero entusiastas a cambio de salarios de mierda (Antoine Batiste, Wendell Pierce de ‘The Wire’) pasando por una serie de personajes propios de la ciudad, relacionados con los iconos más destacados de su cultura: la música en vivo, las tradiciones del Mardi Gras (martes de Carnaval), pero, ojo, esto es una serie de David Simon, también con su tejido social: abogadas de causas perdidas (o que parecen perdidas), policías con sentido del rigor y, claro, empresarios que son aves de rapiña dispuestos a enriquecerse a cuenta de la desgracia de la gente y del dinero destinado a mitigarla. Sí, mucha gente por el medio.
Hay que ver Treme, creedme, no esperéis a que en tres o cuatro años el boca a oreja empiece a definirla como pasó con el anteior trabajo de su creador, y entonces a correr, a zamparse sus cuatro temporadas de una sentada. Ambas son series gracias a las cuales se aprende y se comprende no sólo sobre la sociedad americana en sus escenarios, seanBaltimore o New Orléans, si no genéricamente sobre el funcionamiento de las ciudades de tamaño medio, de los barrios y de la gente que, yendo y viniendo, comparte el destino común. Salpimentada con una constante presencia de músicos actuando en vivo (actuaciones reales, los bares y los clubs son el trasfondo de muchas de sus escenas), ‘Treme’ seguro que no es una de esas series que oirás comentar mientras tomas el café, ni sobre cuyos personajes y sus acciones vayas a sostener una encendida polémica en un foro. No se trata de eso, sino de muchísimo más.