Nueva Orleans fue prácticamente destruida hace seis años por el paso del huracán Katrina. La fuerza de la naturaleza se alió con la incompetencia de muchos seres humanos y casi consiguen llevarse por delante una urbe palpitante de vida.
Pero no pudieron con ella. La creativa ciudad criolla va resurgiendo de la inundación. Y una de sus primeras expresiones de vida es justamente esta serie casi documental en la que cuenta de dónde sacó fuerzas para sobrevivir.
Treme no es una serie autocomplaciente. Los habitantes de este barrio de Nueva Orleans no son ángeles de sonrisa beatífica viviendo en el mejor de los mundos imaginables. Al contrario: tienen dificultades para no atravesar la delgada línea que separa placer de adicción; sufren la violencia de los que atentan contra la ley y también las de aquellos que se supone que la salvaguardan; se sienten como una mierda cuando les fotografían turistas desde un “autobús de la tragedia” y se pelean con los que aman en vez de enfrentarse a los que temen… Son, como nosotros, personas que envidian, mienten, se avergüenzan y se traicionan; individuos que eligen hacer un contrato con lo real en vez de alardear de su sometimiento a un conjunto abstracto de ideas moralistas.
Pero desde ahí, desde esa individualidad vulnerable, consiguen entretejer un montón de historias que les llevan a sacar adelante su comunidad. Toni, Davis, Albert, Terry, Annie y todos los demás vecinos de Treme son un ejemplo de la diversidad de caminos que llevan a la resiliencia, a la capacidad que tenemos todos los seres humanos para proyectarnos en el futuro cuando las circunstancias presentes nos putean.
Hay quien sobrevive por su sentido del compromiso (Sin esfuerzo no se forma el carácter, dice un adagio popular) y hay quien tira para adelante gracias a su capacidad para divertirse continuamente (Sin placer no se forma el espíritu, añade el mismo proverbio). Algunos de los protagonistas de la serie parecen más interesados en buscar la virtud ensalzando la vitalidad, sin empequeñecer nunca sus vidas, sumando vivencias sin restar nada. Otros se centran en luchar contra los carroñeros: se agarran fuerte a su sentido de la justicia y convierten en un desafío sacar adelante su pequeño negocio o defender a cualquier víctima de abusos.
Todos, en en fondo, buscan recuperar el control de sus vidas, volviendo a hacer aquello que mejor hacen y que más les gusta, retomando los rituales que daban sentido a su vida o sintiendo placer y dándose a los demás a través de la cocina, la música o el sexo.
Me recuerdan a muchos de los seres humanos que he conocido mientras vivían momentos duros.
No eran ángeles, no tenían alas, pero sí un par de cualidades de las que tirar para seguir adelante.
Y eso hicieron: usarlas para salir del agujero.
Con un par.