Como todos los 26 de noviembre, llega la ocasión de aprovechar el momento para reflexionar sobre las peripecias de un bloguero, sumido en el espacio intangible de un formato, que se me antoja como un regalo, como la salida de todo escritor en ciernes que había perdido la esperanza y como la vía de escape de lo cotidiano.
Cuando perpetré el blog que nos ocupa, pensé que sería un medio por el que comunicar mis conocimientos de cine y, en menor medida, del mundo del cómic, aunque, en el fondo, siempre dejé la puerta abierta a la ampliación de temáticas más diversas. De ahí el título de "Cine, cómics y otras malas artes". Esas malas artes eran en realidad una especie de salida de emergencia por la que colar, poco a poco, otras inquietudes. No pasaron demasiados días sin que diera rienda suelta a otras temáticas, convirtiendo un blog que supuestamente había sido concedido como cinéfilo, en toda una suerte de cajón de sastre. Anécdotas, relatos, actualidad, política, historia y otras materias fueron desfilando por aquí, e incluso me atreví con la publicación de algunas tiras cómicas realizadas por mí. Aproveché el formato para dar salida a un borrador que tenía escrito desde hace un buen puñado de años, que se suponía sería un libro en un futuro tan lejano como poco probable. La diversificación ha hecho que "La guarida del eremita" sea un proyecto muy personal, en donde me he dejado no se si el alma, pero si un pequeño esfuerzo lleno de buenas intenciones. Supongo que para muchos de nosotros un blog es así, un rincón de nuestras aspiraciones y de nuestra forma de ser, un lugar en donde dar rienda suelta a muchas de las cosas que nos corretean en la cabeza. Por eso, es parte fundamental de la personalidad de cada uno y es evidente que la mayoría no lo trata de disimular.
Otro aspecto a destacar es la disciplina que un blog puede imponer a su autor. Probablemente, sin este invento singular, jamás hubiéramos sido capaces de escribir tantas cosas y en tanto tiempo. Cuando comencé recuerdo que imprimía los artículos. Una manía personal de quien tiene la necesidad tangible de tocar con sus propios dedos el papel impreso. Al poco tiempo, me di cuenta de que el volumen de papel era más considerable de lo que nunca hubiera pensado y, para ser sinceros, de lo que jamás hubiera sido capaz de escribir. Los que llevamos tres o cuatro años publicando regularmente, nos sorprendería el espacio que podrían ocupar nuestros artículos si, en vez de este medio, hubiéramos utilizado el formato de la encuadernación tradicional.
Lógicamente la suerte de un blog y su éxito dependen del contacto con los demás. Aislado y solitario moriría de aburrimiento. Y eso es lo bueno de esta posibilidad de publicar, el permanente contacto con quien te lee y la reciprocidad hacia los demás. Nos enlazamos, nos hacemos seguidores, intercambiamos comentarios, sugerencias, y eso nos hace formar una comunidad singular. Algunos critican que esa interrelación entre blogueros está basada en el propio interés, en la necesidad de cada uno de llegar lo más lejos posible. Bueno, no creo que eso sea nada malo, al fin y al cabo es una forma más que válida de relacionarse y, de hecho, no son pocas las amistades que se realizan a través de este vínculo especial. Si, de acuerdo que no son relaciones al uso, que tienen sus peculiaridades, sus límites y sus propias reglas, pero eso no impide que un afecto sincero se haya forjado a través de las palabras. Por todo esto, siento la necesidad, una vez más, de agradecer con un simbólico abrazo a todos los que pasan por aquí, a los que pasean entre líneas, a los que comentan y a los que no lo hacen, porque, entre todos, hacemos que nuestro blog sobreviva en el océano inmenso de la blogosfera.