Revista Cultura y Ocio

Tres bóvedas

Publicado el 25 abril 2021 por Rubencastillo
Tres bóvedas

Me leo Tres bóvedas, de Leonardo Sanhueza, que obtuvo el XVII Premio Unicaja de Poesía y que publicó Visor, y lo cierto es que me ha gustado. Se trata de una obra cuajada, de bella factura, donde el autor demuestra la solidez de su escribir en varios planos: desde la adjetivación al equilibrio estrófico, desde la música verbal hasta la lírica eficacia de sus títulos.

Dueño de una poderosa inventiva para la creación de imágenes, Sanhueza sorprende en cada página con el brío metafórico y con su pirotecnia surrealista. Y nos comunica todo ello manejando un lenguaje transparente, pulcro y eficaz. Se interroga sobre el sentido de la creación poética y sobre sus misterios más insondables (“¿Cuándo se transforma en vuelo la imaginación de la ceniza?”, p.20); intenta entusiasmarnos con el vigor de los vocablos, que parecen dotados de vida propia (“El gran ruido de la palabra catarata”, p.27); y nos formula varias preguntas sobre los arcanos sentimentales, en las que la emotividad y la filosofía avanzan juntas (“Una lágrima detenida sobre la mejilla, ¿es todavía una lágrima?”, p.61).

Dominador, coherente y enérgico, Leonardo Sanhueza deja que la música de las palabras se derrame por las páginas de este libro y nos vaya contagiando su temperatura de fiebre o de susurro, haciéndonos ver que nuestra memoria es la salvaguarda que nos evitará la extinción (“Si los muertos habitan, habitan en el porvenir”, p.29); y otorgándole a la auténtica poesía una función notarial (“El poema es el testigo del absoluto”, p.68). En esa línea, el autor chileno consigue un maremoto de versos memorables, donde adivinamos el torrente de bellezas que puede estarnos reservando para producciones futuras, y que ya se advierte con nitidez en esta obra inicial (“La nieve es azul cuando está desnuda”, p.60).

En general, podríamos concluir que dos tipos de poemas aparecen en este libro: los más extensos (que ocupan las partes primera y tercera del volumen) y los breves (que se concentran en la segunda). Personalmente, prefiero estos últimos, porque, aunque entiendo que Sanhueza demuestra solvencia en ambas distancias líricas, me gusta de singular manera el vigor que transmite al versículo, llenándolo de imágenes lúcidas, rompedoras. “La copa en otoño” (el espléndido poema de siete páginas con el que se abre el volumen) me parece un delicioso ejercicio de buena literatura, que conviene leer al menos dos o tres veces.


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