Uno de los grandes ideólogos del power-pop, Nick Lowe, en sus años dorados.
La nómina de bandas que han caminado por ese terreno es verdaderamente kilométrica, de hecho, raro es el grupo con guitarras y baterías que no pueda presentar alguna pieza construida en esa clave. Asimismo, muchas son las canciones que han obtenido el sello de clásico combinando melodías y estribillos ‘poperos’ y pegadizos con distorsiones y ritmos enardecidos, múltiples voces y coros ‘sixties’, composiciones más bien cortas y claras (con los arreglos imprescindibles) con una gran pegada rítmica y, ocasionalmente, ambientes saturados.Todo aficionado y conocedor del paño podría indicar una docena de títulos imprescindibles con mitad de una cosa y mitad de la otra. Pero si se rebusca un poco más se pueden encontrar auténticas maravillas que han quedado más olvidadas, aunque seguro que el rockero vocacional será capaz de identificar todo lo que haya tenido una mínima repercusión en los años del vinilo. Aquí van tres temas que encajan bien en las exigencias del power-pop (también vale pop-rock o pub rock…): ‘Blood & roses’ de The Smithereens, ‘Summer fun’ de The Barracudas, y ‘I´m the man’ de Joe Jackson.
Joe Jackson creo el ‘I´m the man’ en 1979 para el álbum del mismo título, segundo de su longeva trayectoria. El tema es un portento de fusión de melodía y potencia; su ritmo es electrizante y se presenta adornado con algunos cortes que añaden efervescencia y dinamismo (ideales para hacer ‘air guitar’ pero con batería); el bajo machaca desde la primera nota y también tiene sus segundos de prota, y a todo esto, guitarras. El resultado es trepidante y causa el mismo efecto hoy que cuando salió, hace ya ¡35 años! El alopécico y prolífico multiinstrumentista británico lleva en escena desde entonces, y a él se deben discos absolutamente imprescindibles, y no sólo en la esfera de la new wave o el pop-rock, pues también ha brillado en ambientes tan dispares como el jazz o la música clásica.
El ‘Summer fun’ (1980) de los también ingleses The Barracudas es otra canción señalada. Para empezar, el single original comenzaba con la reproducción de un hilarante spot publicitario que se hizo en los años sesenta para el automóvil Plymouth Barracuda, en el cual los locutores mostraban dificultades para pronunciar eso de Barracuda (sin embargo, el nombre del grupo se refiere a una canción de The Standells, otro grupo de los sesenta). El tema exhibe múltiples matices: desde potentes guitarras garaje hasta coros en la ola más surf, frenéticas secuencias rítmicas, estribillo muy sesentero e incluso apuntes psicodélicos. Se trata de una canción que se queda adherida para siempre tras la primera escucha, a pesar de lo cual no alcanzó gran difusión internacional lejos de Inglaterra.
El grupo estadounidense The Smithereens es uno de los mejores y más académicos representantes del power-pop. De ellos se llegó a decir que venían a fundir canciones creadas al modo Beatles o Byrds con sonidos fácilmente definibles como heavy metal pesado y ruidoso; su fantástica pieza ‘Blood & roses’ (1986) encaja a la perfección en esos parámetros: el inicio con ese bajo tan elocuente, la entrada de la percusión y resto del grupo, los cortes y puentes, el estribillo fácil y las distorsiones… El resultado final es muy contundente, muy sólido: un tema que transmite energía de principio a fin.
Curiosamente, por regla general, los grupos de pop-rock no suelen gozar de aceptación masiva, aunque hay excepciones; normalmente no consiguen más allá de uno o dos éxitos medianos en las listas de ventas, así que hacen del escenario su fortín, y desde allí consiguen muchos fieles; además, lo habitual es que su hábitat sea el local de aforo más bien reducido, con lo que están muy cerca del público, lo que redunda en una mayor intensidad. En fin, que este tipo de bandas lucen mucho en vivo y al alcance de la mano. Ni que decir tiene que pueden recordarse muchos otros nombres fácilmente encuadrables en eso del pop-rock; no hay que olvidar a los esforzados Dr. Feelgood, a los más sofisticados The Cars, al emblemático Graham Parker, a los olvidados The Romantics, a The Knack, a Brinsley Schwartz, Rockpile o Nick Lowe (uno de los grandes padrinos del género), y a tantísimos otros. Elvis Costello merece capítulo aparte.
CARLOS DEL RIEGO