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París, 1944, en plena dominación nazi un condenado a muerte trata de escapar de su obstinado perseguidor, un inspector de merecida fama del que ningún malhechor han logrado escapar. En todo momento nosotros como espectadores vivimos el duelo entre ambos con la duda de saber cuáles son las verdaderas intenciones del primero, que en ningún momento están claras ¿Es un canalla o un héroe? Raoul Walsh, cuyas películas con Errol Flynn (y sin él) siempre son atractivas de ver, juega con la duda y crea un suspense que se mantiene de inicio a fin. La pena es que la película no deja de ser un título hecho a mayor gloria de lucha contra el nazismo y por tanto, en cierto modo propagandístico, y eso afecta al tramo final de la película, en el que, a mi juicio, no se aprovecha bien el contexto en el que se desarrolla la acción, ni el dilema ético que se llega a plantear y tampoco los hilos argumentales que se han ido entretejiendo, conduciéndonos a una conclusión que no acaba de funcionar.