Revista Deportes
FICHA DEL FESTEJO
Ganado: seis toros de Arcadio Albarrán, bien presentados y de aceptable juego, destacando el cuarto.
Fermín Bohórquez: rejón atravesado (una oreja); y rejón caído y delantero y seis descabellos (saludos desde el tercio).
Pablo Hermoso de Mendoza: rejón y dos descabellos (una oreja); y rejón trasero (dos orejas y rabo).
Manuel Manzanares: medio rejón caído y contrario y un descabello (una oreja); y rejonazo (dos orejas).
Plaza: Cabra. Casi tres cuartos de entrada en tarde-noche de calor. Tras el paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria del aficionado local Eusebio Muriel.
La joven empresa cordobesa Campo Bravo se anotaba ayer en Cabra un nuevo éxito al conseguir que por segunda vez consecutiva en una misma temporada el más que sesquicentenario coso de la Avenida de la Constitución registrase una gran entrada de público, algo no muy habitual, por desgracia, en el planeta toro. La fórmula, como ya ocurriera en Semana Santa, se basa en carteles con tirón para el aficionado, buena presentación del ganado y precios asequibles.
Con estos argumentos, en el tradicional festejo que la localidad de la Subbética celebra con motivo de las fiestas en honor a su patrona, María Santísima de la Sierra, se volvían a casi llenar los tendidos gracias al atractivo de un cartel de rejoneo en el que se pudieron ver tres estilos diferentes del toreo a caballo, y en el que destacaba la presencia de Pablo Hermoso de Mendoza.
Con una cuadra de auténtico lujo, el navarro realizó dos exhibiciones haciendo en muchos casos que lo difícil pareciera fácil e incluso hasta sencillo. Elegancia sobre las cabalgaduras, un dominio absoluto de las distancias y un conocimiento casi milimétrico de las necesidades que demandan sus oponentes han convertido a Hermoso en uno de los revolucionarios del toreo a caballo de las dos últimas décadas y responsable de que el rejoneo se abra a un público que hasta no hace mucho ni le prestaba atención. Ayer en Cabra, con algunas de sus "estrellas", como Disparete , Chenel , Pirata o Mazantini , cuajó dos faenas de peso, con pasajes ciertamente estimables cuanto toreó de costadillo a su primero, un toro que aguantó con un tranquito hasta el final de la lidia y en el que perdió los máximos trofeos por el mal uso del rejón de muerte. Faena ésta con más poso que la del quinto de la tarde, en la que tal vez contagiado por el trotar andarín del astado, al de Estella le faltó un puntito de picante para redondear su actuación, en la que destacaron varias banderillas de poder a poder y, particularmente, un par a dos manos que fue de lo mejor de la calurosa tarde-noche. En esta ocasión, al estar más acertado con los aceros, el palco le concedió los máximos trofeos, a todas luces excesivos.
Pero la participación en el festejo de Pablo Hermoso no se limitó ayer a su actuación ante sus dos toros, sino que pudimos ver la evolución de varios de los ejemplares de su amplía cuadra en manos de otro rejoneador que intenta abrirse camino poco a poco con un estilo mucho más enérgico y a la vez fresco que el del centauro navarro. No en vano, Manuel Manzanares, con una doma y una ejecución de las suertes a las que aún faltan por pulir detalles, supo conectar con los tendidos de salida, mostrándose más firme y certero tras clavar las banderillas, con un elegante toreo de costadillo y arriesgadas piruetas en la misma cara del toro, que en los prolegómenos de la ejecución. Sin duda, el menor de la saga Manzanares se las tuvo que ver con el peor lote de la tarde, particularmente el sexto, que se rajó por completo mediada su lidia, lo que provocó que tras pasar un auténtico calvario para clavar las cortas, optara por un par a dos manos como preámbulo a un certero rejón que le sirvió para desorejar al que cerraba plaza y acompañar a Pablo Hermoso por la puerta grande.
Completaba la terna todo un clásico de los festejos a caballo, Fermín Bohórquez, representante de un rejoneo de la vieja escuela, sobrio, directo, sin concesiones a la galería, casi siempre clavando a la espuela y destacando, en sus dos toros, en los pares a dos manos. Una manera de entender y ejecutar este arte que por momentos pudo parecer frío hasta para un público como el de ayer en Cabra que, de haber estado más certero con el rejón de muerte, también hubiera premiado la faena de Bohórquez a su segundo, el toro con más motor del encierro de Arcadio Albarrán, y en el que estuvo por momentos más enfibrado que en el que abría plaza, al que sí que cortó una oreja tras una aseada y correcta actuación.
En definitiva, entretenida tarde con tres estilos de rejoneo y satisfacción generalizada entre el numeroso público que se dio cita en el coso egabrense.