El fino sonido de Camel, perfecto representante de los primeros setenta, ha quedado sólo para especialistas.
Formaciones como The Moody Blues, Camel y Ultravox fueron en otro tiempo influyentes, vivieron en puestos altos de las listas de ventas y gozaron de escenarios abarrotados, pero hoy apenas tienen quien las recuerde. Su estilo e intención, su sonido, sus títulos emblemáticos son, a diferencia de muchos de sus contemporáneos, perfectos desconocidos; así, apenas son recordados por los que vivieron el momento, de modo que aquello que en su día fue éxito no aparece hoy ni en los recopilatorios, y ni el cine ni la tele se acuerdan nunca de ellos. A pesar de todo, los que tuvieron la suerte de vivir y conocer los años gloriosos del rock, esos viejos aficionados que permanecen fieles a la causa, esos sí, esos sí que recordarán los nombres y los temas de aquellas bandas que han quedado para auténticos especialistas. ¡Cuántos grandes del pop y el rock de la década de los sesenta mantienen vigencia tantos años después!, ¡y cuántas melodías de aquellos tiempos vuelven una y otra vez! Por el contrario, ¿cuánto hace que no se escucha una de The Moody Bues? Cierto que en su repertorio aparece una pieza emblemática, ‘Nights in white satin’ (1967), pero pueden pasar años antes de que ésta se deje escuchar en algún sitio (a pesar de las muchas versiones que se han hecho); el resto de su amplia producción queda reservado en exclusiva para quienes conserven sus vinilos…, al menos por estas latitudes. Siempre muy cuidadosos con la elaboración (desde la composición hasta la mezcla final), Moody Blues eran capaces de recrear mundos oníricos, sicodélicos, cuando la mayor parte del personal optaba por el pop más fácil y directo; asimismo, también trabajaban intensamente la parte lírica, de modo que sus canciones suelen presentar un acabado impecable. Además de la maravillosa ‘Noches de blanco satén’ (con su inusual duración para la época, su pasaje orquestal, sus innovaciones instrumentales y su preciosa melodía), el grupo puede presentar muchos otros méritos, como la elegante y vigorosa ‘Ride my see saw’, la arrolladora, estilosa y reivindicativa ‘I´m just a Singer (in a rock & roll band)’, ‘The voice’ con su tono épico… El caso es que la banda (lo que queda) sigue existiendo y actuando (en 2015 estuvieron de gira por Inglaterra y Usa), recibe honores y distinciones, la prensa especializada reconoce su aportación y, en fin, los estudiosos la califican como héroe del rock sinfónico y sicodélico… Pensándolo bien, tal vez sí que haya traspasado las fronteras de su tiempo. Mejor. De los años setenta del siglo pasado se recuerdan infinidad de formaciones de rock: desde las sinfónicas y progresivas hasta las puramente heavy, pasando por las travestidas del glam-rock, las de pub-rock o, ya al final de la década, las de punk y ‘new wave’. Todo interesado podría mencionar, sin pensar, unos cuantos imprescindibles de los primeros años del decenio, pero hay que ser un iniciado para reconocer a Camel. A pesar de tratarse de un grupo bastante olvidado, los más exigentes paladares lo tienen como un auténtico manjar en el menú del rock. Sin embargo, su estilizado sonido y sus largos pasajes instrumentales resultan demasiado… distinguidos y cerebrales para lo que se estila a estas alturas, de modo que Camel sí que parece anclado en su época, al menos para el gran público. A pesar de ello, colocar el Lp en el plato (el imprescindible ‘The snow goose’, por ejemplo) y dejarse llevar por sus idealizados mundos, imaginarse los paisajes descritos sin palabras, la plástica de guitarras y teclados…, es algo que aun funciona, algo que tiene una química muy especial y que, con el tiempo, ha adoptado un cierto aire de nobleza… La enloquecida y desprestigiada década de los ochenta aportó gran cantidad de canciones que no han dejado de sonar desde entonces, así como muchas bandas de primera división. Pero también descubrió algunos nombres que en aquel momento parecían destinados a mayores logros y que, finalmente, no lograron salir de su espacio y su tiempo. Uno de estos fue Ultravox, grupo con músicos excelentes amarrado a los tiempos de los nuevos románticos y el establecimiento definitivo del tecno. Sufrió varios cambios de rumbo hasta que la fortuna le sonrió con el álbum, ‘Vienna’ (1980). Es un disco notable, con sólidas piezas capaces de combinar rock y tecnología con clase y eficacia. La canción que da título al Lp mantiene su atractivo; con una atmósfera teatral y melodramática como corresponde al ideario neorromántico, con violines y pianos, graves densos y cambios de intensidad, la pieza va ‘in crescendo’, cautivando al oyente y llevándolo hasta un aparatoso final. De todos modos, hoy da la impresión de que el resultado final está demasiado sujeto a su ochentero contexto. Sea como sea es innegable que estos tres grupos (con interesantes y atrevidas propuestas) son perfectos representantes de otras tantas circunstancias, de otros escenarios que tuvieron su oportunidad en algún momento de la evolución de este negocio del rock.
CARLOS DEL RIEGO