En el artículo de hoy, que va a ser ligerito, veremos tres carteles colgados en la vía pública por personajes espontáneos (presumiblemente extranjeros, ya que los reclamos están en inglés) que me he encontrado este verano por Amsterdam y alrededores. Todos ellos están buscando algo que no encuentran (y ojo, no es un gato perdido pues anuncios de este tipo los ves en este país cada cuatro farolas). Sin más dilación, vayamos con las tres historietas de gente que no encuentra lo que busca que hoy nos ocupan.
1- Más vale pájaro en mano
Un campito verde, un jardín bucólico, ¡qué tranquilidad! … ¿o no?
En Holanda, aunque tu casa esté en plena ciudad, es difícil escapar por completo de la madre naturaleza. Zonas verdes por doquier, aguas semiestancadas y edificios antiguos de madera hacen que incluso en lo que se consideraría núcleo urbano vivas asediado por mosquitos, arañas, ratones e incluso... gansos. ¡Si hasta tenemos periquitos tropicales que sobrevuelan Amsterdam! Si aún por encima vives en el extrarradio… bueno, por tu bien espero que no seas de sueño ligero porque las vas a pasar canutas.
2- ¡Emergencia! ¡Que alguien avise a este hombre!
Atentos todos. Muy pronto se celebrará una boda en Den Haag. O Willemsbug. ¡O Rotterdam!
Tenemos que impedirla cueste lo que cueste. ¡¡Ella es una mentirosa y este hombre no lo sabe!! ¿No te ha quedado del todo claro? ¿Quieres discutir el asunto con el despechado/a autor del cartel frente a una taza de café? ¡Llama al número que indica el cartel!
3 - Acoso a primera vista
Érase que se era un
Esta nota estaba en una parada de autobús. La vi en el trayecto de ida, cuando iba de excursión a un pueblecito cercano a Amsterdam. Y quiso la casualidad que para volver a casa acertara a tomar en esa misma parada el bus 327 de las 21:34. Tenía que ser él. Bajito, incluso diría que con un ligero problema de crecimiento, muy (demasiado) moreno y con cejas pobladas. ¡Y una bolsa de deportes! De Ella por supuesto, ni rastro. Creo que se lo pensará dos veces antes de volver a coger un autobús.
Os voy a contar una historia. Hace poco mis amigas estuvieron en Londres y se alojaron en un hostel, en una de esas habitaciones baratas en que uno comparte cama con desconocidos. Al entrar en el dormitorio con sus maletas lo encontraron prácticamente vacío: sólo había una china jovencita agazapada en un rincón. Nada más verlas le cambió la cara. ¡Qué suerte! ¡Sois chicas¡ Me da mucho miedo que vengan chicos, ¡menos maaaal! Al día siguiente, tras dar un paseo por la ciudad, mis amigas volvieron al hotel y se encontraron con la china. Esta vez estaba en la recepción, con todas sus maletas a cuestas y berreando entrecortadamente. Sí; al final llegaron chicos. Concretamente los típicos borrachillos de hostel que en vez de montar la juerga en el bar la lían parda en la habitación. Como no, nada más entrar por la puerta se dedicaron a importunar a la chavala, llegando al extremo de darle un beso sobre un tatuaje que ésta tenía en el empeine del pie. Los de recepción no se tomaron el asunto a broma; llamaron a la policía de inmediato. Así que allí se presentaron cuatro agentes londinenses, con la mayor seriedad del mundo, para tomar declaración a la víctima. Nada menos que una hora que duró el procedimiento, y debió de parecerles un asunto de lo más grave porque lo que hicieron a continuación fue llamar refuerzos. Pronto vinieron cinco hombres más, con lo que al final un total de nueve agentes se impersonaron en el hotel para hacerse cargo de los peligrosos agresores.
Por favor policías holandeses, ya sé que a vosotros os preocupan más otros temas como que la gente viaje sin luz en la bicicleta, pero si alguno habla español y me lee, echad un ojo a Krisztian que es canela de la fina.