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Roberto Hernández MontoyaEl imperialismo nos atribuye una estupidez indestructible. Veamos las tres más recientes operaciones ideológicas globales. El costo de la Boda Real no importa, sobre todo al (jajá) Imperio Británico y le importa un pepino frito, además, que haya una pelazón. Sí importa el cuento de hadas, la diégesis, la novelita rosa, variante de Cenicienta que casa con Príncipe Azul. Refrescar la monarquía inglesa a punta de hadas, puesto que ya nadie cree en el Derecho Divino. Nos estuvieron machacando cómo el príncipe Guillermo se prendó de Kate Middleton porque la vio (des)vestida con un traje transparente y que tienen amores idílicos desde hace años. Detalle picante y machista: es la primera vez que una novia real no da prueba de virginidad, lo que da que pensar, porque no hay muchas alternativas de demostrar físicamente eso. Están insinuando entonces que Lady Di pasó por una inspección medieval de membrana tan dudosa como el himen. Y se supone que somos tan bolsas claras que nos tragamos hasta eso. Claro, ya hoy es difícil encontrar gafos tan de oposición venezolana como para creer en la doncellez de Catalina Middleton, de modo que desistieron de ir tan lejos. Aunque me extraña, porque su especialidad es ir cada vez más lejos, hasta como para meternos el cuentazo de la «Lista de Asistencia» a Miraflores durante el golpe de 2002. Pero igual unos chiquilicuatros de Globovisión se preguntaban de qué color sería el traje de la novia, que ya no podría ser blanco, pues obviamente no era mozuela. La otra operación es más grotesca. Beatifican a un pontífice que apoyó dictaduras y encubrió pedófilos, entre ellos el Pederasta Mayor: Marcial Maciel, uno de los seres más abominables de la historia, ¡y mire que la historia está llenita! Carmen Aristegui le dedicó un libro, Historia de un criminal (México: Grijalbo, 2010). Baste decir que Maciel violaba a sus propios niños. O sea. Y a ese caballero fue el que Juan Pablo II sacó de México para el Vaticano, para evitarle la justicia. Claro, el propio papa Juan Pablo II redujo en 1983 a casi nada el papel del llamado Abogado de Diablo. ¿Para aligerar su propia elevación? Es por una duda que tengo. Quien beatifica a ese papa es otro, Benedicto XVI que dice que cuando era joven no se consideraba anormal ni dañino violar niños. Tampoco era malo pertenecer a las Juventudes Hitlerianas y pelear en el Ejército Nazi. Con razón proliferan los amparos a pedófilos, en una institución en donde esa depravación no es accidental sino metódica. Entre otras razones porque un niño varón puede todavía aparentar feminidad, puesto que no ha desarrollado los caracteres sexuales masculinos secundarios, vello, voz profunda, etc. No queda encinta, costumbre bastante común en las mujeres. Y porque una vez atrapado el santo varón en la práctica nefanda, la Iglesia tiene a un militante a quien no controla por votos sino por chantaje, mucho más confiable, como sabe todo cínico. Pero hay imbéciles que aún confían sus hijos a esta gente. ¿Imbéciles? ¿O perversos? Pero divago. De todos modos la operación más atroz de las tres es la supuesta muerte del supuesto Osama Ben Laden que supuestamente coordinó una operación tan delicada y rebuscada como el derribo de las Torres Gemelas desde unas supuestas cuevas afganas. Ahora parece que no fue de una cueva rodeado de ovejaskarakul, sino desde una cómoda fortaleza en Paquistán. Y entonces ¿para qué invadieron a Afganistán? Ah, para eliminar la burqa, ya sé. Pero ahí siguen las burqas y continúan lapidando adúlteras, como en Arabia Saudita y otros países, que no importan porque son aliados de los Estados Unidos. O sea, que luego de un millón de muertos en toda la región en bombardeos humanitarios, luego de literalmente quemar tres billones de dólares, durante casi diez años, el Nobel de la Paz logra al fin matar a un individuo, saudita por cierto. Ah, pero rápidamente aparece Colin Powell y, contando con nuestra imbecilidad inflexible, amenaza que no se acabó la guerra «contra el terrorismo» sino que ahora es cuando la cosa se pone sabrosa, porque cabe esperar un recrudecimiento de Al Qaeda, con mártir tan vistoso. Ah, se tira el cadáver al mar para que no haya santuario y tenemos que creerles porque no lo mostraron. Le toman una muestra de ADN, pero ¿cómo sabe uno que ese genoma es de Ben Laden? ¿Tú les crees? El Guionista Mayor decidió matar al protagonista de la telenovela. Podemos hablar de otras operaciones similares: la elección del mulato Barack Obama, su Nobel de la Paz, etc. ¿Hablamos de las masacres en Libia para evitar masacres? ¿Hablaremos de Siria? El problema operativo no es perder tiempo en refutar patochadas, sino saber que ellas sirven para anunciar el millón de muertos que costó la supuesta muerte del supuesto Ben Laden, las supuestas armas de destrucción masiva que justifican el nada supuesto linchamiento de Sadam Husein, los supuestos cuentos de Manuel Antonio Noriega y de Granada. Todas historias bien imbéciles. Pero al menos podemos sacar algo en claro de todo esto: cada vez que veas que los medios imperiales propagan una imbecilidad exorbitante, ponte en guardia porque viene un sangrero. [email protected]
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