
Su desplome es casi inevitable. Pero hay tres caminos: uno es la emisión de eurobonos “solidarios”; esta es la medida defendida por la socialdemocracia europea, en retroceso.
Evitando la huida de capital a paraísos fiscales, esta medida sería la menos mala y podría permitirnos soñar con salir de esta crisis.
La segunda es la disolución, y que cada uno tire por su lado. Los países del sur de Europa declararían la suspensión de pagos enseguida, y podrían arrastrar a otros. A Alemania tampoco le sería sencillo volver al marco después de haber comprado tanta deuda soberana de los “pigs”.
La tercera es la pretendida por algunos sectores neoliberales de peso: establecer una línea divisoria entre dos Europas, norte y sur, con dos euros, uno para ricos y otro para pobres. Fomentando el turismo en el sur intentarían que la UE sobreviviera manteniendo las desigualdades propias de su sistema neoliberal. Este camino, tan injusto, puede ser viable, pero contiene un peligro inminente, que es seguir hacia delante durante un tiempo, analizando la situación de un modo cortoplacista. Esto significa seguir rescatando, que la contaminación continúe. Al no coger el toro por los cuernos, el riesgo está en que una vez que el diferencial de deuda se dispare nuevamente y los “mercados” entren a degüello, ya no quede margen de maniobra ni dinero para financiar deudas extremadamente infladas. Entonces asistiríamos a la quiebra de una nación tras otra. Este es el peor escenario posible, pero viene posibilitado por la intención neoliberal de salvar su modelo. El primer camino, el social-demócrata, tiene muchos detractores y significaría renunciar a la tendencia actual, con todos los intereses que se han creado. El segundo parece una carrera directa hacia el precipicio, que a nadie conviene. Así que lo más probable es que tomemos el tercer camino, que lleva implícito el riesgo que les hago ver a ustedes. El del colapso y la quiebra total.
J.D.A.
