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Tres son Multitud. Capítulo 18

Publicado el 22 enero 2014 por Pfroche @RochePF
Tres son Multitud. Capítulo 18
  CAPÍTULO 18

   El Viaje


>> Por_una_sonrisa comenta: ¡¡Qué alegría!! No sabes la ilusión que me hace que hayas vuelto, es casi como si fuésemos amigas íntimas. ¡Te deseo mucha suerte en tu viaje!

>> Arietta comenta: Jamás creí que estaría tan enganchada a un blog, pero tu historia, Sara, me ha llegado al corazón. Espero de verdad que consigas recuperar a A.>> Cansado_D_todo comenta: Desde luego, no te faltan “ovarios”. No sé si yo sería capaz de recorrer medio mundo para encontrar a una chica, por muy enamorado que estuviera. ¡Mucho ánimo, compañera!>> Cecilinah comenta: Me siento tan orgullosa de ti, Sara. Ojalá te salga todo bien. Nosotros estaremos aquí esperando ansiosamente tu regreso para que nos cuentes el desenlace de tu historia.


Con ánimos renovados, desconecto el portátil. Haber leído los comentarios de mis amigos virtuales me ha dado energía. Cuando les conté que Abel se había marchado, casi pude sentir la decepción colectiva. No esperaban que fuese a ir tras él, y no los culpo. Hasta ahora mi actuación ha sido contenida, tímida y desde luego nada arriesgada, era de suponer que volviera a aterrorizarme y a esconderme en mi caparazón en lugar de luchar.¡Pero no, esta vez lucharé!En ese momento escucho el golpe de los nudillos de Nerea en mi puerta. -¡Eh, tardona! Espero que estés preparada, ya vamos con el tiempo justo. -dice. -Pero el avión no sale hasta dentro de tres horas -replico, abriéndole la puerta. Ella ya está completamente vestida y maquillada, y sus maletas esperan en el recibidor. -Se nota que no has viajado nunca en avión -se burla -Hay que llegar con bastante antelación si no quieres destrozarte los nervios recorriendo una terminal inmensa a la carrera.-Vale, vale... Dame sólo cinco minutos.Finalmente, casi un cuarto de hora después, Nerea y yo salimos por la puerta del piso. Ella emocionada y llena de energía, yo lánguida y nerviosa. Hana, relativamente triste, nos despide desde la puerta. -Llamádme -pide -Todas las noches.-¿Qué eres, nuestra madre? -ríe Nerea, con un espléndido estado de ánimo.-¡Quiero saber cómo va todo! -protesta nuestra amiga -Me fastidia mucho no poder acompañar a Sara.-¿Crees que no voy a ser capaz de cuidarla? -replica Nerea, ácidamente.-No estoy tan segura...-Venga chicas, que no es para tanto -interrumpo, no muy segura de la veracidad de mis palabras -Sólo voy a reunirme con Abel para charlar. El hecho de que para eso tenga que recorrer tanta distancia es sólo un detalle, no cambia nada.-Si tú lo piensas -murmura Hana.Yo me acerco a ella y la beso en la mejilla.-Te agradezco mucho tu apoyo, no sé qué habría hecho sin ti -le digo, y veo como sus ojos se humedecen.-Está bien, par de cursis -declara Nerea, poniendo fin a la sensiblera escena -Tenemos que irnos. -Te llamaré -le prometo a Hana, y sigo a Nerea escaleras abajo, cargando las dos con sendas maletas preparadas para pasar al menos una semana en Chicago.En breve me doy cuenta de la razón que Nerea tenía con respecto al tiempo. Cuando por fin llegamos a la terminal, después de haber cogido dos autobuses con un transbordo de varios minutos, tan solo nos queda una hora y media para facturar el equipaje, pasar el control de seguridad y encontrar la puerta de embarque de nuestro vuelo. En realidad, yo no sé cuánto se supone que vamos a tardar en hacer todo eso, pero confío en Nerea cuando dice que vamos muy justas. Y, de nuevo, he de darle la razón...En el mostrador de facturación hay una fila de al menos treinta personas. -¡Quédate aquí guardando el sitio! -me pide Nerea -Yo iré a cambiar dinero.-Pero ¿Y si me toca? ¿Qué tengo que hacer? -inquiero, histérica. Sin embargo mi amiga ya ha desaparecido entre la multitud. Nunca me han gustado los sitios abarrotados, pero ahora es peor. No solo hay gente por todas partes, sino que además parecen empeñados en empujarme y tropezar con mis maletas constantemente.La fila va menguando progresivamente. Al cabo de unos cuarenta minutos, ya sólo quedan dos pasajeros por facturar, y uno de ellos soy yo. Me pregunto dónde se habrá metido Nerea.Entonces la veo aparecer y el alivio me invade. -¡Madre mía! Pensé que ya habrías facturado.-¿Estás de broma? -río.Con prisas, conseguimos entregar a la azafata del mostrador toda la documentación necesaria, y por fin, ella se lleva nuestras maletas y nos entrega los billetes.-Rápido, al control -insta Nerea.Yo la sigo entre la masa de gente que nos rodea, sorteando carritos y evitando chocar contra niños extraviados hasta que por fin alcanzamos el control de seguridad. Varios guardias nos dan instrucciones.Quítense los abrigos. Dejen en las bandejas cualquier objeto metálico. No está permitido llevar líquidos. Extraigan los ordenadores portátiles de sus bolsos.”Creo haber seguido estas directrices al pie de la letra, y contenta, compruebo que el arco detector de metales no pita. Me dispongo entonces a volver a colocarme el cinturón y el abrigo, pero cuando voy a coger mi bolso, me percato de que ha desaparecido.-¿Vamos?-oigo que dice Nerea a mis espaldas.-Mi bolso, no está -respondo.-¿Cómo que no está? -inquiere.-Lo dejé en una bandeja, y ha desaparecido.-¡Sólo a ti podrían robarte un bolso delante de las narices de una docena de guardias de seguridad! -replica mordazmente mi amiga. -¡¿Y qué hago ahora?! -farfullo, comenzando a hiperventilar a causa de los nervios -Tenía dentro el pasaporte, el dinero y los billetes.-¡No me lo puedo creer, Sara! -añade Nerea, trasformando la tensión del momento en enfado -¡1500 euros tirados a la basura!-No me grites, no es culpa mía que me roben -replico, también furiosa.-¡No grites tú, que estás montando un espectáculo!En ese momento me doy cuenta de que casi toda la gente que espera para pasar el control, y también algunos de los que han pasado antes que yo, nos observan a Nerea y a mí con una mezcla de curiosidad y de vergüenza ajena. Automáticamente, me sonrojo hasta las orejas. -Disculpen, señoritas -dice entonces una voz tras nosotras -¿Es este bolso de alguna de ustedes?No puedo reprimir un suspiro aliviado al ver mi bolso color beige entre las enguantadas manos de una mujer del personal de seguridad.-Sí -contesto -Es el mío.-Tengo que inspeccionarlo, señorita, si no le importa.-Claro.Poco a poco, los espectadores que nos observaban comienzan a disolverse y Nerea me espera en un rincón mientras la mujer-guardia saca todas y cada una de mis pertenencias del bolso, y las examina cuidadosamente. Al final, encuentra mi set de manicura y me anuncia que no está permitido llevar un cortauñas a bordo del avión.-¿En serio? -replico confusa -¿Cómo creen que voy a atacar a nadie con un cortauñas?-Es la normativa, lo siento.-Está bien -declaro, con el ceño fruncido y bastante irritada -¡Quédeselo! Espero que al menos lo aproveche.Sin esperar una respuesta por parte de la mujer, sigo a Nerea a la carrera (tal y como había vaticinado) hasta la puerta de embarque donde nuestros compañeros de viaje ya están accediendo al enorme avión.Durante unos instantes me quedo alucinada, pegada a la cristalera desde donde se puede observar la gran amplitud de la pista de aterrizaje. Hay muchos aparatos, unos más grandes que otros, pero el avión de America Airline que nos espera para embarcar es inmenso. -Vamos, que pareces una pueblerina -me indica Nerea resoplando.En el interior, el aparato es más amplio de lo que me imaginaba. Hay tres hileras de asientos, una a cada lado de la cabina y otra en medio. Por desgracia, nuestros puestos de tarifa económica nos obligan a colocarnos en la fila central, de modo que nos será imposible mirar por las ventanillas. Decepcionada tomo asiento, aunque enseguida me doy cuenta de que cada puesto tiene una pequeña televisión enfrente, y es personal. Al instante comienzo a teclear e investigar el artilugio. Tiene juegos y películas (aunque la mayoría están en inglés) y entonces reparo en que hay una gran cantidad de capítulos de una de mis series favoritas. -Bien, puedo ver Friends durante todo el viaje -exclamo, contenta.-¿Durante diez horas? -inquiere Nerea con sarcasmo -¡Suerte! Terminarás odiándola.-No creo que eso sea posible -replico -¡Me encanta!Pero tiene razón. Esa manía suya de tener siempre razón está empezando a sacarme de quicio.Aunque es posible que lo que en verdad me está empezando a sacar de quicio sea estar metida en este avión, que empieza a asemejarse cada vez más a una lata de sardinas volante, escuchando una y otra vez la melodía de la serie que creía imposible de odiar.A mi lado, Nerea se ha quedado profundamente dormida. Ojalá yo pudiera, pero soy incapaz. La adrenalina que fluye en mi organismo me impide dormir. Decido buscar el cuarto de baño, no porque tenga realmente ganas, sino por hacer algo que no sea estar sentada. Camino a lo largo de la cabina, observando a los pasajeros con interés. A muchos podría catalogarlos como “americanos” a simple vista por sus rasgos faciales, sus cabellos rubios y ralos y, en algunos casos, por su obesidad. Me detengo entonces frente al asiento de un chico joven al que me resulta difícil catalogar. Podría ser tan americano como el que más, pero igualmente podría ser español. En ese momento no puedo evitar imaginarme a Abel sentado en ese mismo asiento, quizá unas semanas atrás. Casi puedo verlo, y se me encoge el corazón.¿Realmente fui yo la culpable de todo? ¿De que decidiera marcharse, de que dejara el trabajo, el lugar donde nos conocimos, y se fuese a vivir a otro continente?Con un nudo en la garganta, una frase accede atropelladamente a mi consciencia: “Debía de dolerle mucho, para dejar atrás todo lo que le recordaba a mí.”-Excuse me -oigo entonces una voz a mi lado, sacándome de mi ensimismamiento -Do you need anything?Sin comprender, me vuelvo a mirar a la azafata de rostro armoniosos y amable que me está hablando. Sé que me he quedado plantada en mitad del pasillo, mirando con cara de besugo a ese pobre pasajero, imaginándome que era Abel y rompiendo a llorar en silencio ante esa dolorosa visión inventada. El pasajero en cuestión ha tenido que sentirse incómodo. -No la entiendo -replico, con las mejillas húmedas por las lágrimas y sintiéndome tonta.-¡Oh, yes! Wait a moment, please -insiste la azafata.Ella se marcha y poco después regresa con una azafata española.-Mi compañera dice que estabas llorando -declara, también parece amable -¿Te pasa algo?-No, es sólo que... Estaba buscando el baño.Con una mezcla de confusión y diversión, la azafata española me indica la situación del lavabo y se aleja, supongo que aguantando una carcajada.Desde luego, soy incorregible...
No importa que esté en mi ciudad, en mi casa o en un avión a miles de metros de altitud y volando hacia un destino inhóspito, vaya donde vaya, acabaré haciendo el ridículo.

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