Todos los veranos, desde hace ya bastantes años, mis primos Vicky y Víctor invitan a la familia a pasar el día en su chalet de Valdemorillo, prácticamente a la orilla del embalse de Valmayor. Como os podéis imaginar, siempre lo pasamos muy bien; hay barbacoa, piscina, partidas de mus y muchas cervezas, que disfrutamos mientras nos ponemos al día sobre lo que pasado en nuestras vidas durante el año en curso. En esta última ocasión ha habido algo diferente, Ramón y Dani han sacado sus guitarras y se han puesto a tocar; Ramón, más o menos de mi edad y con gustos musicales muy parecidos a los míos, sacó una libreta donde tenía apuntadas un puñado de canciones; Dani, un chaval de veintipocos años, lo tenía claro: "tú toca que yo te sigo". Luego me enteré que se maneja muy bien con este instrumento y que sus gustos musicales no son los habituales para un chico de su edad; en la selección musical de su dispositivo electrónico pudimos escuchar a Pink Floyd, a Gary Moore, a Scorpions o a Whitesnake, y he de reconocer que me quedé grátamente sorprendido cuando Ramón y yo mencionamos al guitarrista Alvin Lee, rápidamente dijo: "ese es el de Ten Years After, ¿no?" Yo estaba encantado con el plan y mi prima incluso nos animó para que hiciéramos una acampada, con noche de guitarras incluida.
En una reciente entrada de Territorio Sonoro, el amigo Vidal nos hablaba de la guitarra de su padre y de cómo la reparó; yo le comentaba que mi vieja guitarra española se rompió por el mástil y tuve que tirarla aunque, para entonces, ya no la tocaba, prácticamente estaba abandonada en un rincón. Pero hubo una época en la que lo intenté; entonces no existía internet, ni medios como los que hay ahora para aprender de manera económica, ni cacharritos que afinan cuando se enciende una lucecita verde, como los que llevaban Ramón y Dani; había que conformarse con lo que te pudiera enseñar algún amigo que sabía más y con algún manual donde poder ver la posición de los dedos en los diferentes acordes, lo de ir a clases particulares quedaba fuera de mis posibilidades financieras. Cuando más practicaba era durante los veranos en Almendral de la Cañada, lugar del que ya os he hablado en otras ocasiones; a veces tocaba con algún amigo, a quien acompaña en sus punteos utilizando acordes sencillos. Uno de los temas que mejor nos salía, y de los que más gustaban a quienes nos escuchaban, era "Una Noche de Amor Desesperada", de Triana.
Esta canción formó parte de su quinto álbum de estudio (" Un Mal Sueño", 1981), un trabajo de pop-rock melódico bien alejado de lo que fueron sus tres primeros discos: " El Patio" (1975), "Hijos del Agobio" (1977) y "Sombra y Luz" (1979), tres elepés excelentes, de lo mejor que ha dado el rock progresivo patrio, que apenas fueron promocionados mediante campañas de márketing o en programas de radio y televisión, al menos los dos primeros. Con el cuarto disco, "Un Encuentro" (1980) ya eran muy conocidos, aunque el estilo primigenio se había perdido; también dejaron de contar con el productor Gonzalo García Pelayo y, por qué no decirlo, Jesús de la Rosa, su líder, ya nunca estuvo ni tan creativo ni tan brillante como en esos tres míticos primeros discos. " Tu Frialdad" y "Una Noche de Amor Desesperada" fueron los dos temas más destacados de esta segunda etapa de Triana, ésta última canción incluso ha sido versionada por otros artistas, como Medina Azahara, El Barrio o Lori Meyers.