Tributo a la mujer

Seguramente ya sabes que no me gustan las fechas señaladas, sin embargo debo admitir que, en su día, me casé un ya lejano 8 de marzo de 1997, como hoy presunto día de la mujer trabajadora… aunque no logró que mi matrimonio durara más de 4 años porque el amor hay que, también, trabajarlo cada día! No voy a insistir en lo de que, cuando este mundo nuestro celebra algo con una fecha señalada, en realidad es que lo ignora o le es completamente indiferente, aunque parezca lo contrario! En un mundo en que sistemáticamente se desprecian los valores femeninos, se menosprecia la capacidad intelectual y profesional de la mujer y se ignora su labor docente y doméstica, me parece una broma de mal gusto esta celebración en un día como hoy, por cierto, este año con el curioso presagio de ser, además, martes de Carnaval!!!

Reconozco que, desde siempre, he sido un devoto admirador de las mujeres. Ya en su día, cuando escribí mi primer libro (entonces de humor, con “mensaje”) “El Plan de Marketing Femenino”, algunos de mis escasos lectores masculinos me acusaron de ser un incondicional y casi obsesivo defensor de las mujeres! Algunos incluso insinuaron -con una cierta malicia… ¿o era envidia?- que esa presunta idealización de la feminidad se podía deber a mi supuestamente oculta tendencia sexual! La verdad es que me considero el hombre heterosexual más femenino y más feminista que conozco, es verdad… incluso más que la mayoría de mujeres con quien trato! Defiendo los valores femeninos como remedio en un mundo agotado, maltratado  y degradado debido al exceso de vanidad masculina, en el que la fuerza (hoy camuflada de falsas intenciones dialécticas y políticas, de poder económico o de fuerza bruta, a secas) sigue primando sobre el corazón!

Pero antes, de soslayo, he afirmado mi presunto feminismo. Creo que debo matizarlo, para no llevarte a engaño! No creo en el victimismo femenino, ni en la institucionalización de su lucha (equiparación…) ni en su sectarización, creando un lobby de presión que algunas mujeres utilizan para lucrarse! Sobre todo cuando veo que gran cantidad de mujeres aún utilizan las armas clásicas y presuntamente femeninas (la seducción, el físico y el sexo) para beneficiarse en un mundo dominado por hombretones con poder, siempre dispuestos a dejarse seducir por bellas ninfas; o mujeres políticas o institucionalizadas, cuyo mayor cometido es que figure la letra “a” en los documentos y rótulos profesionales; o las estresadas y sumisas madres de familia acomodada, cuya máxima preocupación muchas veces es ajustar en la agenda su Pilates y la hora concertada en la peluquería; o, lo que es peor, esas jovencitas de nueva generación que, en vez de desear cambiar el mundo de sus madres y abuelas, aún sueñan con encontrar su príncipe azul para alcanzar su retiro dorado, sin saber que, en esta vida, todo se paga… incluso ciertos besos a ciertas ranas que quieren seguir siéndolo! 

Creo, eso sí, en la mujer que cree en ella misma, que lucha cada día por cambiar este mundo desde su trabajo, su hogar y desde la educación de sus hijos… y, cuando es posible, de su marido! Creo en la mujer que se siente persona y no solo un objeto de deseo. Creo en la mujer que, sutilmente como ella solo sabe hacer, aplica sensibilidad y sentido común a su trabajo y a su entorno, en silencio. Creo en la mujer que no necesita un hombre para respirar, pero que desea compartir con él su propio crecimiento personal. Creo en la mujer que se crece ante las dificultades, pero no se regodea en ellas para sentir pena de sí  misma o provocarla. En fin, creo en la mujer que se ama a ella misma, que busca su propio sentido a la vida… y por eso la admiro, cada día!

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