Plaza del Mercado
Desde siempre la he llamado Trier, como se dice en alemán; aunque su nombre en español sea Tréveris y en francés, Trèves. En todo caso, Trier es conocida como la ciudad más antigua de Alemania (año 16 a.C.) Tiene en sus calles vestigios romanos y medievales; caminos llenos de historia que invitan a mirarla con atención. Es pequeña, pero sus rincones están llenos de detalles, de números que llevan a otras épocas, de pinturas, esculturas y construcciones que, fácilmente, pueden estar ahí desde el año 180 d.C. No es de extrañar entonces, que la UNESCO haya nombrado a Trier un Patrimonio Cultural de la Humanidad, así como a varias de sus edificaciones. Basta con estar ahí para entenderlo.
La ciudad de Trier es la única en toda Alemania que tiene la particularidad de hacer frontera con cuatro países: Luxemburgo, Bélgica, Francia y Suiza. Está rodeada de bosques y viñedos y por eso me gusta mucho imaginar que estoy en medio de un cuento; que salgo del bosque para viajar a esa ciudad donde hay un poco de ruido, semáforos, trenes, gente que camina y va en bicicleta; que se sienta a tomar un café no importa a la hora que pases. En Trier los días avanzan con tranquilidad y así, despacio, me he dispuesto a conocerla.
Entonces, ¿Qué ver y hacer en Trier? Vamos a hacer este recorrido que puede tomar uno o dos días, según la prisa y la curiosidad que cada quien lleve en los pasos. Comienzo por la Puerta de la Ciudad y su paseo peatonal, hasta llegar a la casa natal de Carlos Marx. Aunque la ciudad de Trier tiene autobuses turísticos que llevan a las principales atracciones, para mí la mejor manera de conocerla es caminando y eso fue lo que hice, mapa en mano.
La Puerta Negra es la entrada a la ciudad
La Puerta Negra. Es la puerta de la ciudad, pero no cualquier puerta: es la entrada de estilo romano más grande que se conserva en el mundo (29, 30 m de alto y 36 m de ancho). Fue alzada en el año 180 d.C. para proteger la ciudad y ahora luce con un color negro que no es propio de la piedra, pero sí de la contaminación. La llamaron “puerta negra” desde el año 1060, cuando la convirtieron en iglesia. Hoy sigue allí, fiel a su historia y es posible subir para asomarse en alguna de sus ventanas y ver Trier desde un poco más arriba, si pagas 3 euros. En lo personal, me gusta más verla por todos lados, sin subir. La Puerta Negra es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Entrada al Convento de San Simeón
El Convento de San Simeón. No sé porqué razón, me parece curioso el café que está a la entrada de este convento; debe ser porque desde ahí también se ve la Puerta Negra y me causa gracia el contraste de las edificaciones. San Simeón es un claustro -el más antiguo de Alemania- que se construyó al momento de convertir a la Puerta Negra en iglesia doble. Hoy es sede del Museo Municipal y si llegan a Trier atraídos por el esplendor de la Edad Media, entonces hay que pasar por aquí.
La casa de los Reyes Magos. Caminar por Trier significa hacerlo mirando con atención sus edificios. Éste es el más antiguo de Alemania (¡Me encanta! ¡El más antiguo del país entero), data de 1230 y aunque solo se puede ver desde afuera, tiene un café en el que venden un capuchino muy cremoso. Sus ventanas mezclan el estilo romano y el gótico y el nombre de la casa responde a una pintura de la Epifanía que se encontraba ahí al momento de iniciar la construcción.
Fachadas en el barrio medieval judío, donde ahora hay bares
Barrio medieval judío. Si caminan muy rápido, se pierden el acceso: un callejón que conduce a una parte de la historia judía de Trier. En el año 1235, cuatro familias judías construyeron sus casas en el lado izquierdo de este acceso con un túnel en común para huir si se veían en la necesidad. En la tercera de estas casas, aún hoy existe una entrada a ese túnel y funcionan allí algunos bares bastante peculiares.
La fuente de San Pedro
Plaza del Mercado. Me atrapa el ritmo de esta plaza: la fuente de San Pedro en el medio (del año 1595), la Cruz del mercado (del año 958), el montón de casitas alrededor construidas en diferentes siglos, con sus cafés abiertos, la gente pasando de un lado a otro; comprando en el mercadito bien sea flores o frutas o verduras. Puedo pasar muchas veces por aquí y siempre me detengo a hacer una foto, a tomar una cerveza sentada en un café, o un vino blanco en el medio de la plaza en un bar improvisado que me encanta. En esta plaza se arma el mercado navideño y debe ser una fiesta de olores y sonidos.
La Catedral y la Iglesia Nuestra Señora
Catedral de San Pedro. Todas las miradas se van siempre hacia la Catedral que también es Patrimonio Cultural de la Humanidad. Está llena de altares y tumbas episcopales; conserva sus muros originales con 25 m de altura y fue levantada entre el siglo X y el XI. La iglesia romana original albergaba 12 mil personas, pero esta catedral es apenas la cuarta parte. Explorarla con detenimiento lleva un buen rato. Mientras escribía esto, me contaron una historia: al parecer, en una de las escaleras que conducen a las tumbas que están en la parte baja de la Catedral, hay en un rincón un pequeño ratón de cobre al que consideran el guardián por las noches. Tendré que pasar de nuevo y buscarlo. Y ya que están aquí, pueden dar una vuelta por el museo para ver objetos encontrados durante las excavaciones, pinturas y varias cosas más. Otro detalle, durante la temporada alta hay visitas guiadas por la Catedral, todos los días, a las dos de la tarde (y es gratis).
Iglesia de Nuestra Señora. Al lado de la Catedral, vemos esta construcción que es la iglesia gótica más antigua de Alemania (del año 1235) Tiene bóvedas, esculturas y doce pilares en los que están pintados los doce apóstoles y que solo pueden verse si te paras en el punto señalado en el suelo con una piedra negra. Esta iglesia, también es Patrimonio Cultural de la Humanidad y me gusta mucho cómo se ve desde las áreas externas de la Catedral.
El Palacio del Príncipe Elector y de fondo, la Basílica de Constantino
Basílica de Constantino. Aunque en la actualidad es una iglesia evangélica, fue concebida en el año 310 como una galería romana y sigue siendo el espacio individual más grande que se conserva de la antigüedad (67x27x33). El ábside, que está casi en su forma original, alberga el trono del emperador romano. Aunque la entrada es libre, de enero a marzo el acceso es solo de una hora (de 11am a 12 pm) y los demás meses es posible visitarla hasta las seis de la tarde. La basílica es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Palacio del Príncipe Elector. ¡Qué lindos los jardines del palacio! Amplios y verdecitos, son una invitación a sentarse (o acostarse) ahí a ver el día pasar. Y eso es lo que de un tiempo para acá hacen mucho de los jóvenes cuando hay días soleados. Aquí estaba el trono de Constantino y hoy es sede de la administración local y de acceso prohibido. Está considerado como uno de los palacios de estilo rococó más bellos del mundo. Sus jardines están rodeados por las esculturas de Ferdinand Tietz.
Las termas imperiales
Termas imperiales. Este lugar me transmite algo especial y aún no sé qué es. Quizá sea que estas ruinas están justo al lado de una carretera bien asfaltada y de un camino de patineteros; un constraste que me llama la atención. Estos baños romanos, del primer cuarto del siglo IV, son los segundos más grandes de Trier (250 m de largo) Por tres euros puedes pasar a ver este espacio que albergaba vestuarios, salas de agua caliente y fría y una zona deportiva. Son, también, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Casa natal de Carlos Marx. Desviándonos un poco de la zona peatonal (pero solo un poco) se llega a la casa natal del político Carlos Marx, ahí desde 1727 y hoy convertida en museo. Es considerado pieza clave para entender la historia del socialismo y comunismo. La entrada cuesta cuatro euros y confieso que llegué hasta aquí, llevada por la curiosidad. Por nada más.
¿QUÉ MÁS PUEDO VER EN TRIER? Mientras van caminando de un lado a otro, se pueden detener a ver varias cosas más: la Fuente de San Jorge, una fuente barroca que tiene su año de construcción oculto dentro de cuatro cronogramas; la parroquia de San Gangolfo, dedicada a un soldado romano; la Iglesia de los Jesuítas y el Seminario, construida en el siglo XIII y donde hoy funciona el seminario y una biblioteca; las Termas del foro, uno de los tres baños públicos hallados en Trier y están protegidos por un techo de cristal; las Termas de Santa Bárbara, los baños romanos más grandes de la ciudad, que datan del siglo II y son Patrimonio Cultural de la Humanidad; el Anfiteatro, una estructura del siglo II en la que se realizaban juegos sangrientos y ejecuciones ante 20 mil espectadores. Es también un Patrimonio Cultural de la Humanidad. Un poco más retirada está la iglesia de San Matías, que contiene la única tumba de un apóstol de Cristo al norte de los alpes.
Para ver más fotos de la ciudad de Trier, en Alemania, puedes hacer click en este ÁLBUM
Así se ve Trierweiler
PARÉNTESIS. Escribo esto desde Trierweiler, un pueblo a las afueras de Trier. Para llegar hasta acá hay que subir y bajar algunas colinas; hay verde por los dos lados del camino y el pueblo está allá abajo, en un valle en el que la iglesia parece alzar su mano para avisarnos que ya estamos cerca, a punto de llegar. Todos los pueblos que están cercanos a Trier y que dan la sensación de estar en el medio del bosque, son iguales: pequeños y callados. De fachadas grises, blancas, de amarillo breve, de azul tímido; jardines amplios, un cementerio pequeño, calles angostas por las que no puedes ir a más de 30km/h. Cuando sales de sus fronteras, que es lo mismo que dar una curva; el paisaje verde se abre de nuevo; huele a flores, a pasto mojado, a brisa fría. Huele a bosque. Ir a la ciudad desde aquí me gusta mucho, tanto como volver.
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