A Daniel Quinn, escritor de literatura policiaca, su equivocado interlocutor telefónico lo toma por un detective y le encarga un caso. Así comienza Ciudad de cristal,primera de las tres novelas que conforman La trilogía de Nueva York. Quinn, lejos de deshacer el malentendido, se mete en el papel y se ve envuelto en una historia repleta de enigmas, complicadas relaciones paternofiliales, locura y delirio. En Fantasmas, segunda de las piezas, un detective privado y el hombre al que tiene que vigilar juegan al escondite en un claustrofóbico universo urbano. Por último, en La habitación cerrada el protagonista se ve confrontado a los recuerdos de un amigo de la infancia cuando la mujer de éste le escribe una carta explicándole que su marido ha desaparecido misteriosamente.En La trilogía de Nueva York el escritor maneja, manipula y reinventa el género policiaco, del que hace una re-lectura posmoderna con tintes metafísicos. La trama detectivesca sirve para plantear al lector un fascinante juego de espejos, símbolos, guiños y sorpresas.
Nº de páginas: 344 págs. Editorial: ANAGRAMA, Barcelona 2008 ISBN: 9788433973290
Recuerdo algunos de los libros de Auster con verdadero cariño. Soy fan desde que me cautivó Leviatán. Y, de nuevo, esta vez retomando un volumen que recoge tres textos de sus primeras publicaciones, caigo rendida a su forma de atraparnos, a sus “desvaríos”, extrañas vueltas y reversos de situaciones imposibles que llevan a los protagonistas a oscuros abismos. Observar al otro para perderse en uno mismo. Apoderarse de la vida de un amigo de la infancia. Juegos de nombres, roles e identidades. Peligros mentales, escritores solitarios, y finales que se cierran de golpe, sin explicaciones, con varias posibilidades o ninguna.
Todo empezó por un número equivocado, el teléfono sonó tres veces en mitad de la noche y la voz al otro lado preguntó por alguien que no era él. Mucho más tarde, cuando pudo pensar en las cosas que le sucedieron, llegaría a la conclusión de que nada era real excepto el azar. Pero eso fue mucho más tarde. Al principio, no había más que el suceso y sus consecuencias. Si hubiera podido ser diferente o si todo estaba predeterminado desde que la primera palabra salió de la boca del desconocido, no es la cuestión. La cuestión es la historia misma, y si significa algo o no significa nada no es la historia quien ha de decirlo.