Revista Cultura y Ocio

Trilogía El veneno que nos separa

Publicado el 28 marzo 2016 por Ojolector @elojolector

Son incontables las veces que he dicho, por activa y por pasiva, que me he desenganchado de la novela erótico-festiva. Después del boom Grey y sus pseudocopias (que leí con cierta avidez, para qué negarlo), reconozco que me empaché y ahora huyo como-pollo-sin-cabeza-detrás-de-patata-caliente de las novelas de polvete fácil. De verdad, me aburren mogollón, aunque alabo la capacidad creativa de todas esas autoras que se saben de pe a pa el kamasutra y todo lo que se haya escrito sobre el sexo-más-allá-del-misionero.

Como sabéis, lo único que me permito son las novelas de Elisabet Benavent, y solo lo hago porque le tengo cierto cariño a su autora y porque el componente sexual en sus historias no es lo prioritario y está justificado. A ver, a veces las situaciones son un poco guarronas (qué le pasa a todo con el cumshot facial!!), pero todo se circunscribe en un contexto muy romántico... y, qué narices, ¡que un poco de picante tampoco está mal de vez en cuando, que parezco Sor Ojo Lector! Así que, bueno, condimento, sí; siempre que este sea del bueno y maride bien con el resto de los ingredientes del plato.

Supongo que cuando decidí leer la Trilogía El veneno que nos separa de Irene Hall, lo hice porque pensaba que me encontraría algo del estilo de Benavent. Los comentarios acerca de los libros eran realmente buenos y pensé que, después de todo el material de dudosa calidad que rula por ahí, si la gente los ponía por las nubes, deberían ser algo mínimamente potable. Lo que todavía no tengo muy claro es por qué seguí leyéndolos. Os puedo asegurar que hay libros mucho mejores que he mandado directamente al ostracismo. Supongo que me parecieron tan horrorosos que me hacía cierta gracia todo y, mientras me lo pasaba pipa, totalmente espantada con lo que leía, me imaginaba escribiendo esta reseña con cierta mala uva. (jijiji)

Sin embargo, antes de empezar con el grueso de mi opinión, me gustaría decir que, en lo relativo a la historia, (es decir, protagonistas torturados y medio majaras que expresan sus sentimientos mediante el sexo más explícito y se salvan por obra y gracia del amor), El veneno que nos separa no es peor que muchas de las novelas que podemos encontrar en el mercado. Tampoco es mejor, pero es que en el género de literatura guarrindonga es muy difícil destacar. O eres la punta de lanza, y te inventas a Cristian Grey, o te tiras por lo romántico y te haces unas cuantas sagas con nombre molón de chica (con esto me refiero a Benavent). El resto, como es el caso de El veneno que nos separa, son novelas que van sobre más-de-lo-mismo, que nos mantienen en cierto vilo con sus enredos y desenredos, y que enganchan. De hecho, la trilogía de Irene Hall engancha bastante, pero supongo que es como la comida basura, ¿no? La consumimos porque nos mola y luego nos sentimos un poco culpables porque no es lo más idóneo para llevarnos al estómago.

También me gustaría decir, de hecho esto se extiende a todas mis reseñas negativas, que para mí es digno de admiración eso de sentarse un día delante del ordenador, decir voy a escribir un libro y, al cabo del tiempo, terminarlo. Independientemente si el resultado es bueno o malo, es algo que envidio, alabo, y respeto muchísimo, a pesar de que me pueda gustar poco, mucho o nada lo leído.

Y a mí no me ha gustado ni poco, ni mucho, ni nada esta trilogía de Irene Hall... de hecho, me ha horripilado. No tanto por la historia en sí, que como digo es más de lo mismo; lo que no me han gustado han sido las formas. Me ha resultado todo muy naíf, demasiado pasado de rosca y salido del tiesto. Como si lo hubiera escrito un chico adolescente (y digo chico, eh?), y se lo hubiera entregado tal como lo terminó a una editorial, sin ser corregidos errores gramaticales, laísmos varios, lapsus mentales y errores de sentido común. Vamos, un variadito.

Como tengo tanto que decir al respecto, lo haré por puntos, y así no nos liamos con tanta miga.

Aviso!!! Aquí empiezan los spoilers, así que si te interesa leerlo, quizás consideres dejar la reseña en este punto...

Primero. Y lo más chungo del asunto. Igual que hay una ley (por lo menos en España) que prohibe que aparezcan cigarrillos o gente fumando en la televisión o en el cine, debería haber una ley que, en los libros (y en cualquier otro soporte o medio), prohibiera la existencia de relaciones sexuales ocasionales sin el uso de condón. De verdad, me parece una temeridad, ya no por el hecho de embarazos no deseados, sino por las muchas enfermedades de transmisión sexual que campan a sus anchas y que hoy en día matan a gente. ¡Que estamos en el siglo XXI! ¡Por favor!

De una manera u otra, casi todas las autoras y autores que he leído y han descrito relaciones sexuales hacen alguna referencia a este asunto: o se ponen el condón o se hacen análisis... Me da igual como se trate, pero creo que libros de este tipo, que llegan a un gran número de mujeres con la cabeza amueblada, a veces, un poco mal, pueden confundir. ¡Y qué narices! Hay que concienciar desde todo los ámbitos.

Por eso, me parece una salvajada que en esta Trilogía El veneno que nos separano aparezca ni un mísero condón y las menciones que se hagan al respecto de no usar ningún método de protección contra ETS sean vagas y absurdas. Pero poca lógica se puede pedir cuando ni la propia Irene Hall sabe cómo funcionan los anticonceptivos orales que, supuestamente, utiliza su protagonista.

En pocas líneas, se deja constancia, parece que para cumplir, que la protagonista toma la píldora. Lo sabemos porque en su agenda tiene anotado que debe tomársela. No sé si habéis tomado la píldora alguna vez, pero es algo que tienes que hacer a diario y que, desde luego, yo no anotaría todos los días en una agenda para no olvidarlo. Me pondría una alarma en el móvil, en cualquier caso. Creo que es algo que cualquier mujer organiza a su forma, pero desde luego no de esa manera. Aunque, bueno, la historia va tan a salto de mata que hasta es comprensible.

Sin embargo, lo que no es para nada explicable es que, en el transcurso de los tres libros de esta trilogía, solo se haga mención a la píldora en esa ocasión. A ver, no es reseñable, y de hecho sería un poco incordio terminar cada desayuno con un y me tomé la píldora, pero no hubiera estado para nada fuera de lugar alguna referencia al asunto sabiendo que la protagonista es bulímica... ¿Porque qué pasa cuando se vomita y tomas la píldora? Pues que el método pierde eficacia y por el ritmo de polvazos que se gasta la pareja, estadísticamente, deberían ser, al final del tercer libro, familia numerosa. Pero no, eso ni se tiene en cuenta...

Y esto conecta con el segundo punto.

Segundo. Los libros parecen escritos por un hombre; por uno bastante joven, si me lo permitís, que se manifiesta en toda su gracia en la propia protagonista. De verdad, nunca llegaré a comprender ese momento bipolar, en el que una chica de provincias, de la high class, que viste de firma y se comporta como una pija de bien, se transforma, como por arte de magia, en la niña del exorcista porno y de su boca solo salen sapos y culebras, las palabras polla y coño en negrita y a 18pt-color-rojo-putiferio, junto con un gran repertorio de sinónimos muy creativos sobre el gran pene de su pareja (en plan ariete, mástil, pértiga...)

No se vosotros, pero yo, si me pongo cachonda, no pierdo la cabeza hasta el punto de cambiar mi personalidad y chapurrear en arameo. Así que no entiendo los lenguajes camioneros que se gastan algunas protagonistas. De verdad, no los entiendo y me bajan mucho el rollo por lo chabacano y soez que se vuelve todo. Aunque entiendo que Carla, la prota, debe estar a la altura de su partener, Daniel Morales, que, probablemente, sea la reencarnación de Góngora. Aquí os dejo algunas perlitas de ambos:

- Déjame correrme en tu boca, por favor.¿Por favor? Nunca me lo han pedido por favor. Pensándolo bien, nunca se han detenido a pedírmelo. Me maravilla. Asiento.

***

***

- Sí, Carla -arrulla sin dejar de lamer- Bendita tú eres, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el joystick que tienes entre las piernas.

***

Evocador, ¿Verdad? ¿Sois de las que os tapáis a medias los ojos en las escenas de miedo para ver pero no ver? Pues lo mismo me pasaba a mi ante frases de este tipo... pero no de miedo, si no de vergüencita ajena... Ainss!! El joystick ... Eso se me quedó grabado a fuego en la frente...

Tercero. Todo está planteado como a salto de mata, de tal forma que la mitad de las cosas se resuelven tan rápido como se originan. Muchas veces, no hay ni detonante ni causa lógica que motive lo que ocurre; la mayor parte del tiempo, todo es bastante surrealista, y aunque debo de admitir que el rollo de la adicción a la coca y la bulimia tiene su cosa, en tanto en cuanto es relativamente original, está contado de una manera tan absurda que, a veces, es hasta indignante.

A ver, me parece genial que en novelas de gran difusión se saquen a relucir problemáticas no muy amenas, para concienciar un poco, pero lo que sí creo, tajantemente además, es que, si decides hablar sobre ello, debes mojarte de verdad. En temas tan delicados no puedes quedarte en medias tintas. Tampoco es que armes un drama y dejes a todos tus lectores con el corazón arrastrado por el suelo, pero, por lo menos, mostremos un poquito de realidad, ¿no? Que la gente sufre mucho con esas historias.

Así que como veréis... ¡No me ha gustado! Pero quién sabe... A lo mejor, a ti sí. De hecho, creo que soy la oveja negra del rebaño (para variar) ya que el ciberespacio (que antigua me estoy quedando) está a rebosar de comentarios que alaban la ambiciosa trilogía de Hall. Del mismo modo, existen clubs de fan del muy-bien-dotado David Morales repletos de féminas que darían brazo y medio por hacerse con un maromo de semejante tamaño. ¡Chicas del ciberespacio! Ahora que no está tan mal visto entrar en un sexshop y hacerse con un bonito y enorme dildo, ¡Aprovechad! Así no tendréis que aguantar la carcajada cuando un pseudo-Morales le rece al joystick que tienes entre las piernas. ¡OMG! ¡Qué horror!


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